miércoles, 15 de agosto de 2012
Tristeza en el cielo
Otros poemas de
CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
(Brasil, 1902-1987)
Tristeza en el cielo
En el cielo también hay una hora melancólica.
Hora difícil, en que la duda también penetra
las almas.
¿Por qué hice el mundo? Dios se pregunta
y se responde: No sé.
Los ángeles lo miran con reprobación,
y caen plumas.
Todas las hipótesis: la gracia, la eternidad,
el amor
caen, son plumas.
Otra pluma, el cielo se deshace.
Tan manso, ningún fragor denuncia
el momento entre todo y nada,
o sea, la tristeza de Dios.
Traducción de Adolfo Montejo Navas
***
Muslos nalgas muslos
Muslos nalgas muslos
nalgas muslos nalgas
labios lenguas uñas
aromas vulvas cielos
terrestres
infernales
en el espacio ardiente de una hora
alternada en muchos meses
de abstinencia y depresión.
***
Bajo la ducha amar
Bajo la ducha amar, jabón y besos,
o en la bañera amar, de agua vestidos,
amor resbaladizo, huye, se enciende,
vuelve a huir, agua en los ojos, bocas,
danza, navegación, buceo, lluvia,
esa espuma en los vientres, la blancura
triangular del sexo –¿es agua, esperma,
es amor desvaneciéndose, o nos tornamos fuente?
***
En tu crespo jardín, anémonas castañas
En tu crespo jardín, anémonas castañas
demoran la mano ansiosa: despacio.
Cada pétalo o sépalo sea lentamente
acariciado, cielo; y la vista fija,
beso abstracto, antes del beso ritual,
en la flora pubescente, amor; y todo es sagrado.
Traducciones de Víctor Sosa
**
Imagen: tomada de http://una-palabra-bastara.blogspot.com.ar
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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