lunes, 6 de agosto de 2012

Que recorra una espalda sin leerla


SUSANA VILLALBA
(Buenos Aires, Argentina, 1957)


Entrevista y otros poemas



Evaristo Cultural: Para comenzar, dos citas de Matar un animal: “Desenfundar / es una decisión de la mirada” y “Desenfundar al fin / cuando sucede / te deja nuevamente fuera / o dentro, / según cómo lo mires”. ¿Dirías que la poesía tiene la capacidad de desenfundar?
Susana Villalba: Ahora, cuando uno ya está afuera de un poema, es muy difícil volverse a meter en toda la mitología que armó para ese libro. Con lo cual, no sé si ahora ya, Matar un animal es del ’95, no sé si puedo volver a tomar ahora la alegoría del desenfundar. En aquel momento, tenía que ver con que yo veía que la figura del asesino estaba tomando un protagonismo muy raro; fue cuando empezaban los thrillers, los diarios empezaron como a ser muy nutridos con la parte de policiales, como que era muy interesante. Me llamaba la atención eso, y justo leí unos ensayos de Baudrillard, que hablaban de que el asesino estaba siendo como el único héroe, porque era el único que tenía una pasión, una cosa muy rara. Entonces, sí, el libro ese toma un poco eso, toma obviamente las resonancias que quedaron del proceso acá, que había asesinos sueltos por todos lados. Yo por las dudas no quería hacer que la poesía quedara tan pegada al simbolismo de las armas, desenfundar, pero bueno, sacando todo eso, sí, uno podría decir “la poesía es un arma cargada de futuro”. Pienso que el lenguaje es un arma poderosísima, y la poesía lo utiliza en su máxima expresión. Creo que la poesía, por lo menos para mí, para otros es otra cosa, para mí es afilar el lenguaje, utilizarlo de un modo que vuelva a adquirir un peso muy fuerte, y que vuelva a llevarte a otros lugares, que no esté domesticado el lenguaje, eso sería.

Recién hablabas de Matar un animal haciendo un poco de referencia al proceso, una cita tuya dice: “todo es memoria / en perpetuo movimiento”. ¿Qué lugar tiene el olvido en la poesía? ¿De alguna manera escribir es una forma de la memoria? Otra cita: “Nada se agota, simplemente / el cuerpo pierde la memoria / y vuelve a desear”.
Sí, pero no la memoria en la forma común, ¿no? Me parece que la poesía tiene otra forma de memoria, deduzco que es una forma en la cual el tiempo normal no corre cuando estás escribiendo poesía. Me parece que no es una memoria en el sentido de decir “ah, bueno, el pasado, el futuro”. Porque también están en la poesía, a mí me sorprende, cosas que tienen que ver con la memoria colectiva de la humanidad, y que uno las tiene ahí, no sabés ni cómo, las tenés como mitologías en la cabeza, o en las formas del deseo, o…

Una herencia.
Sí, y también formaciones culturales, cómo se fue armando la idea del deseo que se tiene hoy en día, que no era la que yo tenía antes. Eso, creo que uno tiene un montón de capas, de un montón de cosas de eso, no sólo psicológicas, formaciones culturales, mitologías privadas, mitologías sociales, creo que hay un montón de cosas más y éstas, las cosas que más suceden como eso, como el proceso que te queda grabado, me imagino, para siempre en miles de conductas que ni te das cuenta, y las tenés incorporadas, te quedan en el cuerpo, te queda cierta paranoia generacional, un montón de cosas. Entonces me parece que en el momento que escribís poesía está abierta la puerta para que eso fluya y aparezca como mezclado con otras cosas; y pienso que está impregnado en el lenguaje, también, justamente por eso quizás utilice el lenguaje de las armas, porque cuando escribí Matar un animal investigué revistas de cazadores, revistas de coleccionistas de armas, que les encanta y tienen todo un lenguaje propio. Entonces, pensé ¿qué pasa con lo que se impregna en el lenguaje? ¿se hace natural por decirlo? Ese tipo de memoria me interesa.

En el blog “Las afinidades electivas” escribís acerca de tu poética: “Mi poética es sobre todo salir del lenguaje común, porque creo que el lenguaje es organizado por los mecanismos de poder, liberar el lenguaje es liberarse y liberar.” ¿Cómo trabajás y sentís tu liberación y la liberación del lenguaje en vos?
No tengo un método, no lo hago conscientemente ni lo hago adrede, no es que me siento y me digo “a ver, voy a hacer ahora…”, no. Lo que hago es no escribir siempre, porque hay días en que uno está en lenguaje común (risas), y en día común y todo común, desde que te levantás hasta que te acostás: sos común, y trabajás y vas a hacer tus cosas y qué se yo. Y tengo, en cambio, momentos, si vengo con alguna idea hace rato, pensándola, y dándole vueltas, la dejo ahí que madure en la cabeza alguna cosa, por ahí empiezo diciendo ponéle “ah, escribiría sobre los asesinos, sobre las armas”, y lo dejo dando vueltas en la cabeza y por ahí leo revistas de armas, leo noticias policiales y todo eso lo voy dejando y en algún momento me viene alguna frase, que viene con un tono, y yo ahí siento que es otra cosa, que está viniendo un tono, sobre todo, por empezar, que es el tono de un poema y ahí recién le doy bolilla, lo escucho y me siento a escribir y, generalmente, salen como torrentes, sale todo un fragmento y yo lo dejo así, que salga como viene, tal cual como viene, incluso con su propia gramática, que a veces viene con esa gramática torrencial que yo a veces tengo. Después, capaz que lo hago consciente, y ya me queda y ya empiezo a escribir de ese modo. Pero al principio creo que lo que yo hago es dejar que muchas cosas que voy teniendo en la cabeza abran alguna puerta al lenguaje, y me siento a escribir cuando está abierta, cuando siento que está abierta esa puerta.

¿Corregís mucho después?
Mucho no. Sí lo miro varias veces, pero por ahí así como está me convence bastante, puede ser que le cambie alguna palabrita, que le saque alguna cosita, pero es raro que saque mucho. Si tengo que sacar mucho es que no me gusta y lo tiro todo, eso sí me puede pasar, que vea alguna cosa y diga no, al final, pero emparcharla ya no sale. O lo dejo bastante parecido o no, o lo desecho. Eso en general. Y ahora, lo que estoy escribiendo ahora, lo nuevo como son cosas muy cortitas, y muy chiquititas, corrijo un poquito más porque son muy pocas palabras entonces ahí sí tenés que elegir una que sea muy precisa. Entonces, al tiempo vuelvo y digo no, me parece que acá quise decir otra cosa, que quizás la palabra tal lo diría mejor, pero eso es ahora, en esto particular que estoy haciendo.

En un poema de Caminatas, “Muñeca”, aparece una relación entre escritura y destino: “En la línea de la mano / la escritura / es un destino.” ¿Creés que hay algo del destino en la escritura?
¿En el sentido de que uno tenga el destino de escribir o que la escritura se relacione en general con el destino?

Las dos cosas.
Yo creo un poco en el don, la inspiración, soy medio romántica, creo en el don, en que uno nace con un don, como otros con otros. Yo escribo de muy chica y no sé por qué, y creo en la inspiración. En cuanto a que se relaciona con el destino, digo porque en “Muñeca” está dicho más un poco con ese sentido, digo, el destino de escritora, el destino de que iba a ser poeta yo, me parece que se refiere a eso. La relación con el destino en general, me parece que yo tengo una visión trágica de la vida y por ahí lo diría en ese sentido lo del destino. Hay algo trágico o lo que estoy escribiendo ahora, trágico en el sentido de que podríamos… de que el ser humano tenga algo tan genial como el lenguaje y como la inteligencia y sin embargo no deje de ser tan brutal como los animales, y egoísta… Eso todavía yo no lo puedo creer, que no podamos dar un pasito, que no le encontremos el click y eso para mí es trágico. Entonces me parece que todo es un destino, sí, algo del destino de la humanidad, no sé, porque por lo visto no se ha cambiado después de siglos. Me parece que la poesía surge de esa fatalidad, de dolor, de esa grieta que no se llega, no llegás a ese lugar que ese lenguaje te podría propiciar. Al final el lenguaje no te sirve para entenderte con nadie, digo a grandes rasgos, no sirve para parar una guerra, no sirve para que haya menos pobres porque no sirve para que alguien entienda de alguna manera con lenguaje que no debería explotar a la gente, “señor, sea más bueno” (risas), no funciona.

Es como una desilusión, una tragedia que tiene que ver con la desesperanza.
Yo me río, pero la verdad es que con mi libro “Plegarias”, la gente me dice “ay, no lo puedo leer mucho porque me pone muy triste” (risas)

Volviendo un poco a lo que comentaste antes, de que comenzaste a escribir desde muy chiquita, nos preguntamos también si te acordás qué fue lo primero que leíste que te abrió el corazón, tus primeras lecturas.
Sí, me acuerdo muy patente, por ahí alguna vez ya lo conté. En la casa de mis padres había libros pero como había… era muy frecuente antes, que había bibliotecas y buenas bibliotecas en las casas de la gente, no como ahora. Entonces mi mamá tenía, y mi papá también, muchos libros buenos y yo encontraba libros de poesía, o novelas de Faulkner (que, en ese momento, Faulkner era un best seller), cosas así. Y yo agarré, mi mamá tenía un libro que ahora lo tengo yo, me lo agarré y lo llevé a mi casa, que se llamaba “Los titanes de la poesía universal”, y los titanes quería decir que eran los más grandes de la poesía. Ahí estaba Baudelaire, había un montón de poetas, muchos españoles, y me acuerdo que me impresionó mucho un poema de Lugones, que ahora buscándolo era “La montaña de oro”, y eso por ejemplo leía. Y leí algo, eso en cambio no he podido encontrar qué era, debo haber hecho una mezcla de cosas de distintos poetas, pero leí algo sobre la bohemia. Entonces, yo escribí, el primer poema que escribí, que yo tenía 10 años, que yo quería ser bohemia (risas). Claro, entonces con el tiempo yo quise ir a buscar qué había entendido a esa edad, que habré entendido que era bohemia, y no lo encontré, encontré una mezcolanza de poemas. Uno posible era uno de José Santos Chocano que era malísimo sobre la bohemia, y otro no sé quizás era de Lugones, no sé, mezclé todo, pero me parece que yo algo entendí de lo que era la bohemia, en el sentido del poeta, en la noche, los sueños, andar por ahí, algo así. Entonces escribí yo voy a ser bohemia.

¿Y sos bohemia?
Sí… qué se yo, no sé si entendí todavía lo que es la bohemia. Sí, durante mucho tiempo lo fui, ahora estoy más ordenada.

Hablando de bohemia, pensando en poetas, hay una cita en “Plegarias” que dice: “No te condena el testimonio / de tu experiencia / sino el fracaso / porque decís finalmente / tuve que dejar / mis huellas”. ¿Cómo pensás la consolidación de un poeta? ¿Y la tuya? En contraste con el fracaso, ¿qué significaría un éxito sin dejar huellas?
Lo que pasa es que yo no pienso mucho en la consolidación ni en el éxito, la verdad es que… pero de verdad no lo pienso en eso. Primero hay tan poco lugar para la poesía acá que nuestros éxitos son tan pequeños que francamente no vale la pena estar detrás y estar peleándose con otros; así que eso no lo tengo en cuenta. Sí me molesta mucho cuando se hacen como clichés sobre la poesía y te ponen en lugares determinados, como por ejemplo eso de que los poetas sólo somos bohemios pero no somos ninguna otra cosa o como que somos los más erráticos, los más descolgados. O, en cierto momento, a partir de los ’90 yo siento que se impuso solamente una línea de poesía, que es justo la contraria a lo que escribo yo, un tipo de poesía por ahí muy realista, o muy cotidianista, o minimalista. Y está todo bien, a mí también me pueden gustar algunos y otros no, pero me molesta cuando se instaura el “eso está bien, eso está mal”. Me pasó de que apareciera un poema mío en un blog y una chica puso que la poesía de Fabián Casas es buena y la de Susana Villalba es mala. A mí me horrorizó el nazismo que hay en ese concepto, no me importa si no le gusta mi poesía, realmente, lo que me aterrorizó es el nazismo, el fachismo tremendo de decir así y me dije “ay, bueno, qué está pasando”, ¿no? Entonces, eso es lo que me preocupa más. La verdad es que lo del éxito… y la consolidación si acá publicás un libro y desaparece, por ejemplo el mío del ’89 no se consigue en ningún lado con lo cual la consolidación es imposible, la gente más chica nunca lo leyó, no conoce sus libros, “Matar un animal” no lo conocen porque no se consigue, ahora lo va a reeditar Curandera. Mirá, hasta le pasaba a Olga Orozco, no es que me pasa a mí. Y hasta que no salió, no se hizo hiper re contra famosa con el Premio Rulfo no habían sacado su obra completa y tenías que andar buscando sus libritos por librerías de viejos; si acá no hubo consolidación para Olga Orozco, que la tuvieron que premiar afuera, y cuando ya se estaba por morir, tenía ochenta años y ahí le hicieron homenajes y después falleció. Después, el cd con la voz de Olga Orozco lo editó España, pero acá no lo habían hecho. Acá es así, no busco nada; a nivel más chiquito, me gustaría que hubiera más cofradía entre los poetas que antes había y ahora está como un poco perdido, a la gente más joven le parece que los de las generaciones anteriores somos todos tarados, una cosa como muy cortada y de fragmentos que antes me parece que no había. Lo de las huellas, en cambio, no, al contrario, yo juego un poco con eso porque viste que hay un libro mío que se llama “Susy”, que está mi nombre, justamente juego con que hay un yo, pero es un yo muy mentiroso, por supuesto, es un yo que yo espero que se haga universal, no me gusta la poesía confesional ni el diario íntimo, no es que no me guste pero me parece que si lo hacés lo tenés que llevar a algo universal que le sirva a todos los demás. No voy a escribir sólo lo que me pasa a mí.

¿Y el panorama de la poesía actual, más allá del éxito y todo eso, cómo lo ves?
Depende, por suerte siempre hay mucha en el país, porque trato de leer del interior también. Es increíble, acá siempre hay mucha poesía, eso está buenísimo, hay muchas editoriales, siempre hay revistas, ahora que hay blogs, bueno, eso me parece bárbaro porque siempre está viva, la poesía siempre como bullendo. No me gusta por ahí esto que te decía, en un momento como me pareció, y todavía pasa un poquito, aunque creo que por suerte ya está pasando, empecé a encontrar demasiada poesía intimista, o pequeña, incluso como cierta ideología de que eso está bien, lo pequeño, está bien el no tener pretensiones… Yo la verdad lo siento impuesto desde alguna parte aunque no se den cuenta porque me sorprende que todo el mundo repita lo mismo, cuando escucho que todos repiten “no hay que tener pretensiones” empiezo a sospechar de eso. Y empiezo a sospechar que se parece a que no hay que tener deseos, ¿no?, propios. Eso en algún momento me molestó, mucha poesía que a mí no me decía absolutamente nada. Está bien, ponele que yo por generación no entienda lo que hay detrás, pero francamente sentía que no decía nada. Y que por ahí ponele que la gracia sí, está bien, no digo nada de nada, pero entonces yo no llego a entender para qué se escribe. Pero creo que ya pasó, de hecho veo gente más joven que me parece que me interesa más que muchos poetas de los ’90. La gente más joven parece que está más diversa, tiene más energía, pero sobre todo más diversión, como que no están todos siguiendo… a mí me gusta Fabián Casas, ojo, no es por criticarlo a él, pero todos quisieron ser Fabián Casitas y a mí me cansó eso, y creo que ya eso no pasa.

Leemos en Plegarias: “La marcha hipnotizada de la vida, la primera salvación es la del cuerpo, Señor, recuérdanos el alma cada tanto. En tiempos más soleados, más amables. En este año si es posible. Si es posible en esta vida.” ¿En qué sentido la del cuerpo? ¿Cómo pensás esa oposición de cuerpo / alma?
Ese poema era muy político, un poema escrito sobre el día de la elecciones. Ese poema describe lo que había sido la fuerte represión a los trabajadores que habían tomado la Bruckman para ser una cooperativa, para sostenerla. Creo que ahí, llana y literalmente, una cosa sí, dentro de esta desesperanza mía de la que hablamos, creo que yo estaba hablando de que el cuerpo te doblea, porque tenés hambre, o frío, o te están agarrando a golpes, bueno, mucho más si te disparan; la verdad es que terminás como sometido. Y la verdad es que yo estaba hablando lisa y llanamente de eso, ¿no? En un momento hay una descripción bastante terrible en ese poema, como de todos como muñequitos o animalitos que van todos en fila, algo así, igual esto fue, claro, era esto del 2001, después de tantos años que habían pasado era insoportable, y encima ya ir al acabose era insoportable, entonces bueno un poco eso, un hartazgo de ciertas cosas, pero sobre todo pensando un poco en eso, acababa de ser lo de esta represión en Bruckman, había sido muy brutal, habían entrado en un hospital a los tiros, o sea que ni siquiera se detuvieron ante eso, los persiguieron adentro de un hospital… Creo que estaba impresionada por eso y lo dije en el poema. Puede ser que yo no pueda evitar una concepción medio antigua de alma/cuerpo, por ahí ni siquiera me doy cuenta en estas cosas, esas capas que tenemos de culturas, como si se pudiera dividirlo; pero bueno, como no se puede estás atado a ese sometimiento por el cual tenés que rebajar las pretensiones.

La figura de la muerte aparece con mucha fuerza en tu poética, aparece como salvación, como acción, como sentido, como castigo. Una cita: “no creo en la muerte, el único lugar donde perderse es la palabra y se cobra su sentido”. ¿Quién da la muerte? ”Si matar es otra cosa”, ¿qué es matar?
Me quedé pensando porque por suerte aunque ya dijimos que mis poemas son bajoneantes (risas) No, no, está bien, yo hice una reducción. Por suerte, no soy muy de la muerte, no soy necrológica, en ese sentido ni pienso en la muerte, ni en las personas cercanas tampoco. En eso soy bastante optimista, tengo una amiga que tiene un problema de salud y yo estoy ahí diciéndole que no le va a pasar nada, y lo creo de verdad, no soy morbosa. Supongo que la tengo en cuenta… es el límite del cuerpo, es un límite del cuerpo enorme, es lo que te demuestra justamente que tenés tu límite. Por ahí lo mismo que el hambre o con el frío. Sí creo que le tengo mucho miedo al después de la muerte; justamente hablando de cuerpo y alma, a mí me da miedo que después tengas conciencia, que la conciencia no sea algo físico sino que sobrevive me produce un terror. Hay muchos de mis poemas donde aparece esa idea de que hay algo ahí viendo un fueguito, el fueguito de los muertos. Por suerte no es algo que lo tenga así como una amenaza o como otros que sienten lo corto de la vida. Me parece que lo veo más en un nivel social, como hablábamos del proceso, con tantas muertes que hubo acá, creo que cuando aparece en mis poemas creo que tiene que ver con eso. Y con la muerte con sentido filosófico, como límite, como que te pone en tus zapatos y te dice “hasta acá llegás”. Incluso el asesino de “Matar un animal” creo que lo tomé como un símbolo, más que como una realidad, como algo simbólico de una sociedad que estaba bastante corrupta y como pensar “¿qué pasa que la muerte es el máximo símbolo de esta época?”

En relación al símbolo, tenemos otra cita de Matar un animal: “Un cazador / inventa su animal para matar; / en cada huella ve su sombra / a punto de saltar / a la existencia” ¿Un escritor crea su poema para matar, para saltar a su existencia?
Podría ser, por suerte los lectores hacen sus propias interpretaciones, está bueno lo que decís. A mí me cuesta dar cuenta ahora de lo que escribí, supongo que yo me refería al deseo, sobre todo, eso de que uno ve lo que quiere en el deseo, ¿no? El deseo que arma muchas cosas en torno a lo que uno imagina. Justamente creo que uno de los principales problemas es que cada ser humano está en su propia imaginación que choca con la del otro, sino pensaríamos todos lo mismo, lo cual está buenísimo pero también arma un gran problema. Me parece que yo iba por ese lado cuando escribí eso, y creo que sobre todo me refería al deseo. A mí hay otra cosa que me impresiona mucho que es como en el deseo uno ve cualquier cosa, que ves al otro y te parece… no sé (risas). Nada que ver con lo que vos le adjudicás a un montón de cosas, para bien o para mal, también ¿no? Y el poeta también suele ser una especie de chivo expiatorio al que le adjudican un montón de cosas también, me parece que iba por ese lado lo que yo pensaba. También si vamos al tema del proceso, que también es una sola lectura, espero que haya muchas distintas lecturas, pero una de las lecturas posibles si vamos al tema del proceso es esto de que se inventaron un demonio para sacar otro demonio; yo no adhiero para nada con los dos demonios, con lo cual también es una cosa de que como vos sos un demonio, también quisiste inventar un demonio del otro lado.

En tu obra poética, hay una imagen recurrente que es la del movimiento. Cito: “El movimiento es un acuerdo entre el afuera y algo demasiado adentro.” ¿Cómo creés que se materializa ese acuerdo en un poema? ¿Cómo dirías que las palabras abandonan su “perplejidad” para generar movimiento en un poema o prosa poética?
Es más difícil de explicar, porque yo tengo una razón pero no la sé explicar. Por ejemplo, antes de “Matar un animal” escribí “Caminatas”, y yo salía a caminar literalmente, salía a hacer largas caminatas, todavía lo hago. En aquel momento, escribía todo, llevaba un “blockcito” por si me ocurría algo lo escribía. Entonces mis poemas se armaron así, caminando. Y después Reynaldo Jimenez hizo un análisis muy interesante donde decía que era un yo deambulante, en todos los sentidos. Creo que él lo entendió más que yo porque… la verdad es que me cuesta decirte cuál es la relación pero hay una relación con el movimiento, en todo sentido. También creo que ahí está hablando de un movimiento simbólico cuando habla del adentro y del afuera. A mí me causa mucha perplejidad esto de que uno está adentro de sí, pero también está relacionándose con los otros. Y supongo que el lenguaje es eso, es algo muy extraño que se conforma con el otro y con uno mismo. Creo que cuando uno escribe es más inteligente de lo que es o potenciás más tu inteligencia, pero yo creo que soy más inteligente cuando escribo y ahora no te sé decir lo que escribí cuando lo escribí, es muy difícil.

Recién decías algo así como que hay un afuera y un adentro, una comunicación; y en muchos de tus poemas aparece un interlocutor, una voz a la que el yo poético está interpelando en diferentes sentidos. ¿Cómo concebís vos ese diálogo dentro del poema? O sea, ¿de pronto el poema toma ese camino y se manifiesta de esa manera explícita de un “tú” hacia un “vos”?
Eso viene, como les decía antes, de que viene un tono, pero también una voz. En “Matar un animal” a mí me gustó hacer un trabajo que te digo al principio vino y después yo quise trabajarlo porque me gustó que le hable a un “tú” o a un “vos”, que le habla a una segunda persona extraña, y es cierto eso que decís de que “¿entonces quién está hablando?”. A mí lo que me gustó es que podía ser la voz de la conciencia de una persona, o podría ser que te interpela como un lector muy directamente, entonces te identifica mucho más rápido porque te está diciendo todo el tiempo “vos hacés esto, vos caminás, etc.”. Si bien para mí puede ser una voz de la conciencia, creo que está bueno cómo apela al otro, al lector, que no es común en la poesía. Y luego también me di cuenta, en “Caminatas”, por ejemplo, que pasa el “yo” a “ella” todo el tiempo y entonces vos estás “¿pero entonces es ella o es yo al final?”. Y a mí me gusta todo eso porque el yo del poema no es el yo de yo Susana, es otro yo, es un yo que espero se vuelva más universal, en el momento de escribir entraste en la memoria colectiva, en algo que estás captando, por ahí tengo concepciones medio románticas, creo en eso de que el poeta capta algo que le pasa a toda la sociedad o le está pasando a la época o le está pasando al lenguaje del momento o a la cultura del momento; y creo que el poeta lo capta como una antena. Entonces, ese momento no soy yo, soy yo captando algo que les pasa a muchos yos, de pronto es ella, de pronto es tú, me gusta eso de que se va de acá para allá.

Como si el poeta fuera un instrumento o la idea romántica del vidente…
Sí, es algo así, lo que pasa es que también en el lenguaje un poco lo acompañás, no es que estás así de que no sabés nada de nada sino que lo acompañás. Pero sí un poco se ve que creo en eso, sí, en lo del vidente. Me quedé dudando porque el instrumento me suena a instrumento musical y el lenguaje tiene algo de significación que no tiene la música. Entonces vos estás usando algo que viene con significación, y la conocés, no es que estás en estado de trance y no sabés lo que estás diciendo porque puede ser que no puedas dar cuenta del todo lo que estás diciendo en ese momento pero estás usando palabras, y las palabras significan y tenés un trabajo que va saliendo al mismo tiempo que esa videncia, es medio raro, ¿no es cierto?

Un relación entre el poeta y la ciudad, por ejemplo, en Plegarias escribís: “Talk show. I told you que ya le llegaría a tu país, el síndrome de pánico es la verdadera peste de este siglo. Tengo miedo de ir lejos, de quedarme, de llegar a un lugar que no comprenda, de quedar en ninguna parte, tengo miedo de estar sola en el desierto, de estar con gente áspera, de no escuchar, productores de palabras.” Este libro lo escribiste en 2001, ¿no? 10 años después, como poeta y como ciudadana, ¿cómo te sentís hoy con la realidad argentina?
Bueno, una cosa es la ciudad y otra cosa la Argentina, justamente, en varios sentidos. Primero, yo no soy de Capital, parece una pavada pero no es así, porque yo mi infancia la pasé en Haedo, mi adolescencia también, aunque es acá nomás, es distinto. Quiero decir que yo no me crié en un lugar con este ruido y este nivel de despelote, entonces yo lo llevo eso adentro ¿entendés? Yo creo que uno de la infancia se trae para siempre cierto sonido, cierto ritmo. Y yo al principio cuando me vine a vivir a acá me enloquecía, me abrumaba; y ahora claro estoy re acostumbrada y más o menos, no tan acostumbrada, sigo tratando de huirle. La ciudad la verdad es que me abruma. Sobre todo es el ruido, no lo puedo creer, eso me problematiza mucho, también no ver verde, no tener un lugar, me la paso yéndome al parque así desesperada. O sea que eso me pasa, es una tensión que tengo con la ciudad, también tiene que me gustan mucho, como ser que haya tanto teatro, cine, recitales. Me gustaría vivir a una hora de acá, un lugar con parque y tener un auto y venir rápido a ver una obra de teatro e irme, algo así. Eso en cuanto a lo general. Y después en cuanto a la realidad política, que es de lo que habla ese libro, las cosas se acomodaron bastante, a mí me gusta lo que está pasando en este momento en la realidad argentina, no en la ciudad porque tiene otro gobierno distinto. Pero en el país en general me gusta el proyecto que hay, sobre todo porque es la primera vez que le veo un poco de dignidad, es la primera vez que yo no escucho cosas indignas, o sea, es la primera vez que no me da vergüenza los políticos que veo en la televisión, no me da vergüenza las cosas que dicen, yo creo que por ahí no nos damos cuenta hasta qué punto nos hemos bancado la impunidad de gente que decía unas cosas que yo no podía creer, a mí me ha pasado de decir “me quiero ir a vivir a Uruguay, yo me quiero ir a vivir a Uruguay”. Y lo decía de verdad, de verdad me quería ir a vivir a Montevideo, primero porque allá no era mi país y me gusta Montevideo, pero bueno, por lo menos allá no voy a sentir vergüenza porque no es mi país. Pero acá yo sentía vergüenza además de pasarla re mal. Entonces, ahora por lo menos escucho gente que habla como yo, piensa como yo, que piensa con cosas de dignidad, que dice cosas que me parece que están bien, no baila con una odalisca… Parece una pavada pero no, eso ya a mí me calmó mucho eso del lenguaje, bueno, hay un lenguaje usado para decir cosas dignas, hay discursos bien hechos, ya con eso me conformo bastante. Y luego me parece que también se están tomando medidas interesantes. Igual eso no calma que lo próximo, que lo que estoy escribiendo ahora, sea igual de desesperanzado, porque creo que mi desesperanza no es política, va mucho más lejos. Es más, a veces me da miedo pensar si este proyecto va a llegar a buen puerto porque pienso que la maldad va a hacer todo lo que pueda para quedar en la maldad. Yo realmente ya tiré la toalla, para mí el ser humano no tiene arreglo, y como dije antes, es un lobo salvaje y no le tengo mucha fe, así que voy a seguir escribiendo cosas depresivas (risas). Espero equivocarme, ojalá.

En tu poema “Ciudad crístina” decís: “ciudad maravillosa, originaria / como evo y como evita / pampeana, / yorugua, fileteada / de puerto / no madero en el ojo / sin ver el propio río” ¿Creés que está naciendo o que nace, finalmente, una “ciudad crístina”?
Personalmente creo, bueno, me está desconcertando que no está definido en candidato de Frente para la Victoria pero creo que el Frente va a ganar en la ciudad. Algunos piensan que no, yo pienso que sí, concretamente. No sé por qué, ves que hay partes en que soy desesperanzada, aunque no parezca en mi vida cotidiana soy más… sí, yo pienso que sí, sino me voy a Uruguay (risas).

¿Creés en la función social de la poesía o qué pensás de la función social de la poesía?
Sí, creo que es una función social pero creo que también está en el lenguaje, en esto que hablamos antes de liberar el lenguaje. Creo que al liberar tu lenguaje, te libera de las preceptivas que te puso la cultura, ¿no? Como que te hace dudar de lo que el lenguaje te hizo creer porque te impusieron ciertas frases ya armadas. En ese sentido, si la poesía te saca del lenguaje cotidiano, del lenguaje usado y de las frases hechas, te saca justamente para sacarte de la cultura dominante. Creo que esa es la función, no escribir poemas sociales explícitos, recontra explícitos, todo eso no porque creo que ni siquiera te llega a emocionar, ni nada. Y además porque sería una forma más de estar dando preceptivas, no es que yo tengo que ir a darle una preceptiva a otro, no es esa la idea. Una cosa que a mí me interesa mucho de lo que está pasando a nivel general, en política, pero no desde arriba, sino que la gente está generando sus propios espacios muy horizontales, y eso me impresiona porque no es frecuente, y no es frecuente poder sostenerlos. Para eso cada uno tiene que hablar por sí mismo, pensar por sí mismo, tener su lenguaje, y sólo así se pueden tener agrupaciones horizontales donde todos puedan discutir bien. La poesía va un poco por ese lado, tiene algo de idioma personal, es raro, porque un poema, hoy día, cada uno parece un idioma personal, pero a la vez, eso es lo que es también universal, es el lenguaje liberado, esa creo que es una función social.

Te escuchamos y pensamos en que confiás en tu poesía, confiás en que eso como que aparece, permanece, confiás en que eso va a salir.
Sí, pero no sólo eso, además de confianza, es eso que te decía antes de que no estoy esperando ni consolidación ni consagración, porque como en total ¿quién me apura? Puedo esperar cinco años, si yo no necesito salir a publicar rápido para nada, no necesito ganarme un premio; no es que no lo necesite, me encantaría ganar un premio, no te digo, pero no es que estoy en mi casa diciéndome “ay, ya, tengo que escribir esto porque” ¿Para quién? Si es lo único libre que uno tiene en la vida, todas las demás cosas son obligaciones, esto no. Entonces yo puedo esperar cinco años, de verdad. A mí me sorprende mucho la gente que se hace problemas, porque si este es el lugar del placer, ¿cómo te vas a hacer problema? Entonces agarrá y no escribas, no sé, hacé otra cosa. Yo no le veo sentido, sí hay gente que dice “no, pero sufrís escribiendo”. No, yo no sufro, yo la paso bárbaro. Si no la paso bárbaro, no escribo. Porque para mí es su único lugar libre, pero absoluto ¿sí? Absoluto. En ninguna otra cosa sos libre, en todas tenés que negociar con el mundo, tenés que comer, bueno, el cuerpo te limita. Por suerte no hay plata en la poesía, no sé si por suerte, no sé si está mal o bien, no digo que esté genial, pero ni siquiera vas a estar corriendo detrás de algo… Total, no te van a publicar, no vas ganar plata, es rídiculo. Éxito… No vas a ser Susana Giménez, no te van a parar por la calle, ¡es genial! Me sorprende mucho cuando en la poesía se meten mezquindades de otras cosas.

El ego del artista.
Sí, pero no es un problema del ego, he tratado de ponerlo en otros lugares. Por ejemplo, yo hago periodismo, bueno, dirijo La Casa de la Lectura, tengo otros lugares donde soy más visible y prefiero poner el ego, ponéle, en el periodismo, en las noches, en algo más pedestre, escribo sobre teatro, porque –justamente- si hablamos del yo de la poesía, ese tan extraño, ¿poner tu ego ahí?


Fuente: www.evaristocultural.com.ar
***
LA NOCHE DE TANABATA

Es la noche
de Tanabata
pero yo no sé dónde está
la orilla del río
del cielo.
Ni el cielo
lo dice.
No sé cuál es el puente
que nos une
y nos separa.
Yo no sé qué pasó,
la vida no es un lugar
seguro.
No hay ceremonias,
los amantes unidos
por un hilo de plata.
Sueño con calles
en las que estás caminando
mientras sueño,
al despertar es tarde.
Yo no sé qué hacer,
el amor es animal.
El camino terminaba
en un acantilado.
Iba un loco
en un coche policial,
feliz de andar en auto,
sentí miedo del dolor,
de la química,
de las palabras que se quiebran
de pronto.
Fuera de mí,
fuera de mi casa,
fuera de todo lo que te ofrecí
voy.
Pero vuelvo, no creas
que pedía más
que la intensidad del azul
ante el naranja.
Yo no sé qué pensar,
para qué
si no quiero entender,
si no hay razones
a veces.
No sé si creer otra vez
en signos que no sé leer
en el río del cielo.
No sé si buscar el puente,
quizá nunca lo hubo.
No sé qué decir,
acaso te convoco sin saber
adónde.
No importa,
haré una ceremonia incorrecta
mirando la luna.
Pregunto a tu parte oscura
si es cierto
que desayunamos juntos.
El tiempo pasa,
no hay aniversarios.
La vida gira
bruscamente,
yo no vi la señal.
Ya no sé si es mejor
perder lo que se debe
para encontrar,
antes me dije estas cosas
pero estoy cansada.
¿No hay nada que decir?
No hay nada que hacer
para desanudar las almas que se aferran
a otras almas anudadas
a otras almas.
¿No hay parte en el amor
que guarde algún recuerdo?
de la luz
sobre la contingencia.
Acaso es un torrente
continuo
y precisamente
por eso.
Ya no sé quién sos.
No pudimos despedirnos
de los muertos.
Así sin inhumar
el cuerpo de este amor
enterrará el próximo amor.
Como fui yo el cordero
bajo el mismo puñal
que habías recibido.
Ahora soy quien pregunta
al río:
el amor es un torrente
continuo
pero estamos fijos en el horror
de no permanecer.
Hasta el fuego
necesita adherencia,
sólo la noche existe
aunque nadie la mire.
Acaso el puente para dejar
en claro:
cada uno ocupa un sitio
diferente.
No era necesario,
siempre estamos solos,
siempre está a la vista.
No te pedía el alma
por un pacto,
ya no hay pactos,
“es la estrategia del demonio
hacer creer que ya no existe”.
Ya no sé si creer
en las palabras,
es la noche de Tanabata
y no lo sabés,
no leímos los mismos libros.
No sé el lugar
que no conozco,
no hay corazón tan sabio
ni vocación de tenerlo
ni quien
indique el camino.
No hay caminos,
es el momento para inventar
liturgias,
construir un gesto,
un filme o un río
para los separados eternamente.
Eternamente despidiéndose
de sí mismos.
Reconstruirse en el dolor
es otro dolor:
que lo desee
no hará que exista.
Preparo café,
ya no puedo sentir más frío
por hoy,
por este año.
Todo ha sido
una actuación en el vacío,
algo se quiebra
para instaurar.
En todo viaje, la ausencia
o volver,
se mueve el paisaje.
De todos modos el río
está cegado aquí,
tiene una sola orilla
y cada vez
se es más inteligente.
Quiero decir más triste.
Ahora sé
que está cayendo la noche
de Tanabata
como una noche
más.

De Matar un animal (Ed. Pequeña Venecia, Caracas, 1995; Bajo la luna, Bs. As., 1997)


***
ANTES DE QUE AMANEZCA

Que diga azul y se alce como un potro un día de oro, espléndido que diga y sienta el corazón a pleno, al mediodía arde por nada, porque el verano o sea que cuando diga sombra sea agua entre las piedras de otro pueblo. Que aun en ruinas se hace oír por el silencio en que nos sume lo distinto, serpientes se escurren en el viento, la arena silbe como fue la eternidad alguna vez pintada con alheña indeleble. Sobre pueblos levantados sobre pueblos sobre cenizas de un volcán. El pasto crece ahora sobre cimientos de lo que fue una habitación, ¿se hacía el amor del mismo modo? ¿qué se decía antes? ¿después? Que diga ahora y haya ahora un cuerpo en mí y que lo que quede en mí comprenda que es sólo una siesta lo que dura el armisticio, se enfrentan, se temen tanto como se fascinan. Detrás de su mirada cada uno sea arrebatado por eso que no es uno de los dos, algo tan físico, palpable como lava diluye ese intangible saber de sí que los separa. Que diga mañana y sea mañana cuando piense, cuando diga qué hacer con esa siesta que queme hasta dejar su marca. Piel de culebra ahora se funde con la arena, testigo de los cambios, pueblos que amaron sin pensar que dios fuera más lejos que un dios, camino de la savia en el árbol no necesita una salida para andar. Que recorra una espalda sin leerla, que se queme al tocar y al despertar no haya cenizas, que encuentre ceniceros, vasos (dos) debajo de la cama y piense que todo ha sido un sueño. No un blockout, no por remordimiento ni por idea alguna sobre sí o no o sea el amor un encabritamiento, una raza de sol en cruza con espléndido caballo y corazones de cenizas. Que vista de jaeces o desnude un ángulo de sombra en almenares, a través de los vitraux, que ascienda eternamente sin llegar como pirámide que trunca es un remedo de infinito. Que cambie de lugar sin que se note, como el día. Como serpiente azul entre maleza vuelta azul de tanto verde. Que diga estoy como decir sin patas ni cabeza en otro sitio que la arena caliente, ese calor sienta detrás de la mirada, el sol bajo los párpados cerrados sea como si sombra fuera un remanente de la luz. Astillas de color en los brillitos de las piedras.
Que sepa de pronto que no está donde supone. Que mire alrededor y se vea en pleno centro, en La Academia, en un invierno. Calor por el calor de las dicroicas, el humo, las estufas, los billares entrechocan como base percutiva en esa música de voces, vasos, registradora y esa locomotora cada vez que hacen café. Cada minuto. Al abrirse la puerta un tronar de colectivos y escapes de las motos, afuera es otra noche igual pero distinta. Que ahora diga noche, es de noche, es ahora. Se mira. Tiene un pulóver Ruta 66 que no recuerda haber comprado, un hombre lo olvidó en su casa, ella olvidó al hombre, el cuerpo olvida el abrigo que lleva, ella le regaló un reloj azul, él mira la hora que es ahora sin recordarla, el reloj tiene una lucecita como agua, como la hora bajo el agua, peces, destellos de color. Mi padre me regaló una casa que no es mi padre, es mi casa. Ahora, crezco en esa habitación que se levanta sobre el polvo que es él. Que confunda los ojos abiertos de los muertos con vidrios en la playa. Botellas, tazas, cigarrillos, la mesa crece, se suma gente, la noche crece, el color es estridente, rojo de La Continental, turquesa y fucsia de la tele, de pulóveres. Que diga piel y ascienda olor a tilos, a durazno, morderlo sea en la boca decir verano como agua, como la fruta cae en el barro, brisa dulce a través de la ventana, la luna como el cuerpo en su estado de agua quieta electrizada, fuego frío que es ninguno de los dos sino dos en espera de otra noche. Otro verano. Esa moto que se escucha ahora va hacia el mar. O no. El mar siempre está ahí, yendo y viniendo. Que me sumerja y sea cálido, peces de colores a través del visor. El agua guarda las esencias, murmullos del naufragio, la culebra de mar entre platos de bronce, arcones, de las banderas queda el musgo, enredaderas de agua entre hilachas de jarcias, un pueblo que no llegó a la tierra prometida. Sumergido, uno mira su reloj, prende una lucecita que coloca sobre un libro, en otra mesa se juega a los dados, tantos hablan que no escucho a nadie. Miro como a través de agua, afuera crece una bruma sin que se vea río alguno que la exhale, enciendo el walkman. Una noche se intoxicó y perdió todo menos la llave en el puño cerrado como piedra. Cuido mi casa como un centro de mí que siempre está, yendo y viniendo. Ahora estoy aquí, en el café. Ahora no estoy.
Que diga azul y sea ese momento de la tarde casi noche, el ladrido de los perros, el olor de una humedad que será bruma en la mañana, las puertas que comienzan a cerrarse, un alboroto de pájaros antes de acurrucarse y ceder a signos de la noche. Ahora es Clapton, ahora abro la puerta, camino entre la bruma, necesito creer que existe un río, en realidad existe, una cúpula iluminada se levanta sobre una ciudad difuminada y casi a oscuras. Ese hombre, otro, le dijo vuelvo de París. Ella llamó a París para saber a qué hora de Buenos Aires. El le regaló una medalla de Notre Dame que ella olvidó después junto al reloj azul de otro, el del pulóver Ruta 66 se la devolvió para que otra no la encontrara en su mesa de luz. Una sola rama, desnuda, asoma sobre un farol, iluminada parece que saliera del vacío, como un rayo. Escribe un mail a España y le dicen que aquí es ahora verano tía. Escribe a Mendoza y le dicen que están bloqueados por la nieve. Llamó a París pero él estaba en Notre Dame y no permitían celulares. Ahora, más tarde, no hay el estruendo de colectivos ni colectivos ni taxis ni persona alguna en la niebla, da vueltas como pantera atrapada en un claro demasiado extenso, como un loco que creyera vivir en una gran ciudad espera un auto en medio de la nada. Quiere fumar, quiere ver el vapor a través de su ventana. Después, antes, el de París ya estaba en Buenos Aires, los dos se recuerdan pero no se acuerdan, ¿o viceversa?, se olvidan de llamarse. De noche parece grave, de día no.
Pero es el amanecer, es el aire, la bruma es violeta, nubes bajas parecen edificios reflejos de otros de concreto. En todas partes amanece aunque no ahora, cuando el cuerpo se levanta, cuando la voz se acomoda a un lenguaje que es distinto hasta en el sueño. Aunque no haya dormido une las manos en la frente. Que en su saludo al sol se alce un verano azul, que brille la arena como un oro animal, sea la piel de piedra molida y de calor, el mar surja de pronto como un día que hasta ahora no había sido y siempre es. Que pase lo que pase el viento y sea el sol que gire en torno, es decir sombra sea entrar en el mar. Con un snorkel, la música del fondo tiene un tiempo diferente, el tiempo de los cuerpos en la siesta, en la penumbra de un hotel de verano. De noche se está en una o en el otro. De día, en la arena se está fuera de sí porque es afuera donde siente. Pensamiento que la astilla, destellos en las piedras. Que sea como distancia un día del siguiente. Que si dos cuerpos, se separen como el día se levanta de la noche. Que se encuentren como una noche que no ha sido todavía. Que diga calor y en el calor no encuentre qué decir. Ni qué callar.


Bar La Academia, Callao entre Corrientes y Sarmiento
***
DOMINGO DE ELECCIONES EN LA SHELL SELECT TANGO


Todo es una pared en que se ve descascarar la vida en una sola frase: Feliz cumple, aguante Brukman, Cuervo puto. Un solo plano todo, todo plano, carbón, tiza, aerosol. Si tocaras en el cielo moriría Charly, Damas gratis, Rocas sucias. A veces un destello de palabras misteriosas como rocas, como mica en las piedras, veredas de hojas amarillas, cascotes en la calle. De qué rocas en esta planicie de llaneza aplastante, el cielo un plomo sucio del hastío de la lluvia del domingo. Se borronea una palabra, gotea en los cartuchos dispersos en el suelo, los disparos recientes se escriben como huecos del ladrillo. Padre Rainbow, Viejas locas, Pibes chorros. Todo un plano, una toma. Una mancha como hombres alrededor de una fogata, como perros de una noche de mil años.

De día se levanta una ciudad y todos van como leyendo un llamado ultravioleta, hereditario, partitura, como moscas, como entrando en molinetes. Vallados hacia una ventanilla a apostar lo que total ya no tenían. Una vida de pizarra, de una tele para acá. Apenas hace nada, cinco siglos, tres reflejos, un alguien pintó esa caravana de ciegos al abismo, al eco del barranco. Detrás de esa pared en que se estrellan.

Por siempre Chaca, Sebi te amo, Los Tarijas stones. Acaso falta sangre, más aún, que abone esa costumbre de rodar horizontal imaginando que es un plano inclinado, la vida vertical, la tierra un vértigo del cielo, se va a acabar, Señor. No escucho que truene tu voz, si es una voz, no veo quebrarse la pared, el mundo o alguno en parte alguna. Alguna vez quisiera ver algo distinto, final inesperado, palabras misteriosas, rebelión que no se muerda el polvo de la cola para ir a caer de a uno en fondo. Si fuera posible en este siglo. Si fuera posible en este mundo.

Ma terre, mater dolorosa. El que devora a sus hijos, cuerpos se arrojan como rocas. Señor, entiendo que no nos dejes elegir algunas cosas pero nunca ser más que humanidad, más que este barro que amasa como miga, como costilla que se quiebra de su alma, cerebro de pan que se resbala chapoteando las patitas hacia arriba, el lomo hundido, la mirada a la punta del látigo otra vez a ver si lo rescata para atrás. Por enésimo siglo, lugar, por enésima vida, vez, palabras mismas.

Se vota por la fiesta que se mira apiñado en la vereda, en el zaguán. Gramilla, ripio, guijarro de payana, ficha de sapo, silla, fila, centavo. Peor están los ciegos, los sordos que no escuchan ese vals, esa fanfarria de fajina cortesana. Palabras de cartel que prenden un reguero, un arma frase de repetición. Desfilan los fiscales de veredas, gerentes de kiosquitos, figuritas en clips, ideas con alfileres, cabecitas de tacho con palo y a la bolsa, con las cartas marcadas.

El Ciclón, Almas Mugrientas, Santa Revuelta, El Bananazo, la Brukman a sus trabajadores. Apenas hace nada la gente la cuidaba, ahora apoya el desalojo. Apenas hace igual el hombre como ahora asumía Carlos V, imperio sacro, bizantino o británico, romano, mayestático. El imperio sintáctico que ahora titila mientras llueve en algún lado, en este lado, en esta esquina, frente a un muro. Hijos del hijo, Patria Chuker, Trujamán.

Nuestra Mater lacrimosa, apenas los gases se disipan. En esta esquina Campeón, le vamo a hacer el culo a las galli. Gallito de baldío. Pollitos mojados bajo el frío. Se vota entre la barra de la jaula o el deguello, en un desfiladero como a cuerda. La marcha hipnotizada de la vida, la primera salvación es la del cuerpo, Señor, recuérdanos el alma cada tanto. En tiempos más soleados, más amables. En este año si es posible. Si es posible en esta vida.

(de Plegarias
, EE.UU., 2002; Ed. La Bohemia, Argentina, 2004)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char