viernes, 21 de diciembre de 2012

Perversa mente niña

Tomada de poesiaenlaescuela.blogspot.com

GRACIELA ZANINI
(Buenos Aires, Argentina, 1948)


Lo que hay
(Fragmento)
I

Lo que veo es lo que hay,
Ninguna veladura en la imagen,
Ninguna arista disimulada.

Alrededor, las voces
familiares no consuelan,
Alguien grita mi nombre.
Un vago sentimiento de haber pertenecido
me impulsa a contestar.
Ellos planean ir al campo.
Planean
sobre mí.

II

El tiempo hizo lo suyo.
Una bandada de caranchos
Instala cierta noción de permanencia.

Lo que veo es lo que hay.
En el suelo, un anillo de ropa
Enmarca, tenue, los pies.
Un paso es suficiente.
Un hacer levísimo,
Para desprenderme.
***

Amazona 

De un deseo a otro
Derramada
Como un vino antiguo,
En la celebración de bodas
Con lo anómalo,
soy
un cementerio en el que nadie yace
y en la noche, vigila.

Bello acechante, comprende:
He cabalgado un tigre, atravesado el día sin abrigo,
Bebido de lo extraño,
Y vuelvo a casa
Perversa mente niña
***
Memento

Atadura fortísima el pasado.
Memoria y desgarro el tiempo ido.
Piel puesta en intemperie
como desuello o voz
que a veces ruega
y otras
maldice y se maldice.
No hay elusión posible.
Todos tenemos un corazón que teme
y un cuerpo que recuerda.
***
Criatura haciendo cuentas

Hago el recuento y mis números hablan de faltar.
Dicen de cada uno que ha perdido a quien era.
Ficciones, ganchos de los que cuelgan
sueños de mis amados
y una edad en la que el corazón
ya no acepta placebos.

Pura acumulación de ruinas y un aliento cortito.
Eso que no da tregua.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char