domingo, 21 de julio de 2013

Yo he amado, y poseído, y relatado

JOHN DONNE

(Londres, Inglaterra, c.1572-1631)

Amor negativo

Nunca tanto me abatí como aquellos
Que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
Que para admirar virtud o mente:
Pues sentido e inteligencia pueden
Conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
Si he de saber qué desearé.
Si es simplemente lo perfecto
Lo que expresarse no se puede
Sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.
Si quien descifrar puede
Aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
Enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
Mi alivio es y mi consuelo:
Aún cuando no progreso, fallar no puedo.
***
TESTAMENTO
(Legado al amor)

Antes que entregue al fin mi último suspiro, permíteme que exhale, oh poderoso Amor, algunas voluntades. Por la presente dejo mis pupilas a Argos, si mis pupilas ven,
mas si son ciegas, a ti te las dejo, Amor;
a la Fama, mi lengua; a los embajadores, mis oídos;
a las mujeres o al mar, mi llanto.
Tú, Amor, me has enseñado tiempo hace,
cuando me hiciste siervo de mujer que otros veinte tenía,
a nada dar sino al que antes en demasía hubiese ya tenido.

Mi constancia doy a los planetas;
mi verdad, a quienes viven en la corte;
mi ingenuidad y mi franqueza
doy a los jesuitas; a los bufones, mi melancolía;
mi silencio, a cualquiera que haya vuelto de lejanos países;
a un capuchino, mi dinero.
Tú, Amor, me has enseñado, pues me hiciste
Amar donde el amor no tenía acogida,
a dar tan sólo a quien el don no sirve.

Doy mi fe a los católicos-romanos;
mis buenas obras doy a los cismáticos
de Ámsterdam; lo mejor de mis modos
y mi cortesanía, a una universidad;
mi modestia la doy a harapientos soldados,
compartan los jugadores mi paciencia.
Tú, Amor, me has enseñado, pues me hiciste
amar a una mujer que mi amor tuvo en poco,
a dar a quien mis dones juzga indignos.

Doy mi reputación a cuantos fueron
mis amigos; mi habilidad, a mis enemigos;
lego a los escolásticos mis dudas;
mi enfermedad, a médicos o a excesos;
a la naturaleza, cuanto he escrito en verso;
y a mis compañeros, doy mi ingenio.
Tú, Amor, que me rendiste
a quien antes en mí este amor engendrara,
me has enseñado a dar como si diese, cuando tan sólo restituyo.

A aquel por el que doble la próxima campana
dejo mis libros médicos; todos mis manuscritos
de consejos morales doy a los manicomios;
mis medallas de bronce, a los que viven
en privación de pan; lego a los que viajan
por tierras extranjeras mi lengua inglesa.
Tú, Amor, que me impusiste amar
a quien creyó su amor suficiente alimento
para amantes más jóvenes, da también a mis dones igual desproporción.

Dejaré, pues, de dar; más desharé
el mundo con mi muerte, porque con ella morirá el amor.
Todas vuestras bellezas no valdrán más entonces
que el oro de las minas cuando nadie lo extrae;
ni serán ya más útiles todos vuestros encantos
que un cuadrante solar en una tumba.
Tú, Amor, me enseñas, pues me has enamorado
de quien a ti y a mí deja en el olvido,
a inventar y aplicar el solo medio que a los tres a la nada nos reduce.

(Versión de José Ángel Valente)
***
Alquimia de amor

Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
Dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
Yo he amado, y poseído, y relatado,
Mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
Ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
Mas su marmita repleta glorifica
Si por casualidad
Algo odorífero o medicinal le sobreviene,
Así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
Para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.
Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar
Nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor termina?, ¿puede cualquiera
Tan feliz ser como yo si soportar puede
La burla breve de una representación de novio?
Ese infeliz amante que asegura,
No es la médula del cuerpo; es de la mente,
Lo que él en ella angelical encuentra,
Igual jurar podría que escucha en el rudo,
Crudo, griterío de ese día, las esferas.
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
Dulzura e ingenio; momias, sólo, poseídas.


Tomado de grandespoetasfamosos.blogspot.com.ar/

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char