ALBERTO SZPUNBERG
(Buenos Aires, Argentina, 1940)
Astillas de los vitrales de Notre-Dame
Panes y peces como pétalos llovidos de la única mano que
puede arrojar la primerapiedra
la primerapiedra que será la última para volver a ser la
primera —precisas palabras bajo la lluvia, casi consignas— o no
será
palabras a trasluz del viento que las sostiene
labios sostenidos por los besos, breve brisa,
llovidos besos esparcidos por la mano de la luz sobre
el poema
el niño y el hombre se van de la mano y juegan bajo la lluvia
el niño se pone el sombrero y juega a que sueña
el hombre recoge la cabeza del apóstol y juega a que apunta
yo me entrego a tu mano y juego a que te amo,
llueve y sobre la calle, como vitrales, los charquitos.
Tu cercanía es de pronto el único milagro.
**
de Apuntes, 1982-1985. Libros de Tierra Firme.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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