jueves, 21 de noviembre de 2013

Había luces, entonces luces hay siempre

ROBERTO RASCHELLA
(Buenos Aires; Argentina, 1930)

…e dove non ho potuto trovar variationi
                                                                             nelli affetti ho cercato di variare il modo di
                                                                             concertarli…*                                                                                             Claudio Monteverdi


Sí, otra vez el pensamiento de ti,
otra vez el pensamiento del mundo.
Fue en la noche vulnerable,
cuando en el sueño oscuramente turbado
por tu presencia, a la altura
de mis ojos apareció ligera
la vida nueva, y de ella floreciste,
como si fueras la grama de las nupcias
en los pueblos de montaña.
Lejos, muy lejos, algún pisador
destrozaba los granos en el justo tiempo.


* […y donde no he podido encontrar variaciones en los afectos he tratado
de variar los modos de concertarlas…]
***
XXI

Recuerdas, recuerdas… Era Calvero
que se llevaba una flor a la boca
y de ella comía y la flor era Terry
que danzaba inalcanzable.
Él era el pasado y la muerte
a la luz del universo.
Había luces, entonces luces hay siempre,
en los paseos por la ciudad, en los azules
insinuados del arte y la naturaleza,
detrás de las ventanas de noche,
Calvero todavía con sus ojos abiertos de comprensión
como otro enigma de la vida
y de la muerte, la mente y el corazón.

Y es la densa noche, cuando se escuchan
los gritos que invocan a dios,
bárbaros, desconsolados…
***
XXVII

Alcémonos, tú y yo. La luz sin llegar
a muerte ilumina el rostro, un óvalo
aldeano que avanza hacia mí
como un sueño sobre el lecho todavía
flagrante. Tan dulce como crueles
las flores amanecen detrás de las ventanas,
espejos de nuestro amor. Las flores,
soberbias de lenguaje, como una herida fresca
apenas sufrida en la noche,
que se aleja de ti, de mí.

Fragmento del poema La casa encontrada.
*
De La casa encontrada. Poesía reunida, 1979-2010, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011.
**
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char