lunes, 3 de febrero de 2014

Una mosca en la nariz del notario

MARIO RIVERO 

(Envigado, Antioquía, 1935-Bogotá, Colombia, 2009)

Del amor
sólo queda
un poco
de ceniza azul.

¿Volverías a
sentarte
junto al fuego
apagado
ahora que lo
sabes?
***
Endecha

Estábamos perdidos
cuando nos encontramos
en aquel retraso de aeropuerto.

Yo estaba lleno de noche y de frío,
aunque había pasado tres días
en el "San Francisco",
con una muchacha de nalgas redondas.

Tu creíste que yo era un camionero.
Admiraste la vulgaridad de mi estilo
y me amaste por ello.
-No lo era.-

Yo creí que tú eras una princesa,
que arrastraba hasta mí su aburrimiento.
-Y es verdad.-

Como es verdad que seguimos estando perdidos.
Yo, por no poder soportar la realeza,
tú, por no saber nunca lo que estás haciendo.
***
POEMITA

Tuve un pequeño pájaro
que cantaba para mí cada día
cuando el alma se estaba entumeciendo
y descarrió su vuelo.

Tuve una pequeña moneda de oro
hecha en los siglos anteriores
-y sin equivalente-
y la perdí en la arena.

En un lejano viaje
encontré una pequeña rosa -no corriente-
-sin con qué comparar-
pero otro peregrino la quebró de su tallo
y la prendió en su ojal.

¡Ah pequeña rosa
pequeño pájaro
pequeña moneda!

¡Qué fácil para alguien como yo morir!
***
SEÑOR K

Franz Kafka
novelista checo
vendedor de seguros de vida
—Compañía de Accidentes de Trabajo
del Reino de Bohemia—
al cruzar los pasillos
de una notaría
y ver legajos empolvados
pensé en usted
Sentí que los días trabajan
discreta y taciturnamente
sobre nosotros
imaginé un espejo
y vi una arruga en mi frente
y una mosca
en la nariz del notario.

1 comentario:

Adriana Alba dijo...

Un gusto conocer tu mundo Irene.
Cariños.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char