viernes, 4 de abril de 2014

Entre este silencio que llamamos Ngemba

Coral Hull
Tomada de www.wpm2011.org


(Paddington, Sidney, Nueva Gales del Sur, Australia, 1965)


EL MATADERO DE LA NUEVA ERA

a una de las novillas en el camión de transporte
le leyeron las cartas del tarot & y
la carta de la muerte apareció/

no una carta negativa de ningún modo sino
una carta que significa grandes cambios en su vida,
su niño ternero tauro con ascendente capricornio está bramando
en una fábrica de carne de ternera/

sus cuatro patas desgarbadas rotas
quiroprácticamente crepitada en la cintura/

confinado a
un empaque de embalaje orgánico (aprovechamiento maderero
sostenible, tan sólo)/ un cristal de cuarzo rosado sujeto a cada
articulación rota para equilibrar el chacra del corazón/ mientras tanto la novilla es marcada sobre el anca
con su signo solar & su carta numerológica/ las vacas son conducidas desde el camión & entran al matadero
de acuerdo al brillo de sus auras individuales/
las luces eléctricas son matizadas con un color lavanda/ & una esencia floral -álamo temblón: para el miedo & la premonición
del futuro/ se le echa a cada hocico espumante
con un gotero/

& la sagrada motosierra es
llamada excalibur/

& cada trabajador lleva el
pentáculo (el lado derecho arriba por supuesto) & ellos
jamás cortan en sentido contrario a las agujas del reloj/

no se necesita
un gurú/ existe la libertad individual/ el
administrador proscribe los óvalos de electrocución por
razones éticas/

& antes del aplastamiento de su frente/
miramos dentro de sus ojos de largas pestañas tan profundamente como
podemos: como enseñanza universal de amor &
compasión/

pero no hay mucho tiempo/ ahora
para curar con algún color púrpura a los trabajadores/ mientras todos nosotros la lanzamos a su muerte en una
experiencia extra corporal/

o quizás ella es abducida por
ángeles guardianes en un ovni/ cómo podemos saber? todo la pausa con la cual la canción de la ballena jorobada
suavemente abandona sus océanos sobre el sistema de matadero de
la nueva era/

se detectó entre los trabajadores que
se estresan menos cuando esto se hace jugando e
incluso trajeron macetas de marihuana al salón de té/ el pesado cuerpo de la vaca (aún estremeciéndose) es arrastrado
arriba sobre el gancho/ con su nuca abierta en dos
no puede retener aire & sangre/

& un grito de los trabajadores
te libera a ti mismo a la fuerza vital universal!/ para este húmedo renacimiento su piel es desollada al vapor/
y la sumergimos en algo de jalea real & hierba de la vida/ esta noche celebramos su muerte & masticamos su grasa
& digerimos su cadáver/ sabiendo que somos uno con
ella & que ella está en paz/

& para aquellos que
quedaron atrás: un lindo masaje con aceites esenciales para relajarse
de su estrés.
***
GIMIENDO EN LOS ENRIELADOS

Ustedes dejen ya de gemir, mientras uno por uno son descuartizados,
rampas de madera arriba hacia la trampa de muerte & está bien eso
de golpear sus cuernos curvos contra la tina.
& ya es suficiente para sus cascos polvorientos & rajados que estampan su último trueno
entre este silencio que llamamos Ngemba.

De qué modo me llamabas, con tus manchas brillantes & tus peludos abrigos.
De qué modo llamabas con tus ojos silenciosos.
Pero tu rescate estaba por fuera de mi alcance,
mientras yo te miraba, enmudecida, entrar en la máquina de pelar y rebanar.

De qué modo te dije adiós, mientras eras muerto & descuartizado,
mientras eras engullido por la industria.
Así que ya basta para mí de llanto,
& entre el peligroso sol ardiente, seco las lágrimas que corren por mi clavícula
& está bien para mí de arruinarme & desfallecer & llorar por una vez.

Existe siempre el chivo que te penetrará,
que mirará dentro de ti, ojos vidriosos, recuperado,
insumiso a la cuchilla, a la rotura del cuello.
& al lado de su sobrecogido terror,
siempre hay el chivo que temblará interiormente,
mientras sus viejas rodillas se traban y pelan
& éstos son los chivos que tienes que dejar atrás,
mientras sus vías respiratorias se llenan de sangre.

En el lugar que llamamos Ngemba,
donde los cuervos se posan sobre el enrielado & se inclinan a los lados en el calor,
sudando entre las plumas, a través de las armazones retorcidas de cajas,
rellenando su día con mi performance.
Pero estoy demasiado estremecida para espantarlos, blandiendo contra el enrielado,
la estiba que hay al fondo de la línea.
Mi sangre corre honda & fría
& los cuervos eran muchos cuando el sol cayó
finalmente en Ngemba

& cuando un millón de estrellas frías restalló tras el tanque de agua
& cuando la escarcha silenciosa & plantada sobre las peludas pieles
& cuando los chivos dormían su última noche de pie en los reclusorios,
al lado del vacío & frío aparato de sacrificar dejado
por los hombres que habían partido a casa en Bourke,
con la sangre en sus botas
& sus manotas oliendo a aceite
de la cerviz de los chivos,
mientras sus cuellos eran forzados a romperse.

Está bien, en la arenosa mar del desespero, resistir, hermana.
Mi cuerpo el vehículo para sollozar, para el desfile de chivos salvajes,
Es como un árbol viejo sacudiendo, esparciendo sus semillas a la altura.

Es como madera podrida rompiéndose por dentro.
Sus, está frío ese viento, está helando. Unas pocas estrellas mayores merodean ya.
Todos los viejos cuervos negros causando inquietud, desde hace siglos.

Muy a menudo, un gemido del matadero había estremecido el aire,
entonces los cuervos volaban para luego posarse de nuevo,
mientras aquellos chivos morían, ocultamente.
Desde aquí, es fácil de ver,
que más allá de la forma del cuerpo,
& de los lugares que escojamos para habitar,
el grito fue tanto de humano como de chivo.

& los cuervos negros dijeron: Está bien, hermana, ya basta de llorar
& por un momento
estar decrépita,
en el lugar derruido que llamamos Ngemba.

Traducción: Rafael Patiño

 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char