martes, 29 de abril de 2014

Espesas formas del verano

VERÓNICA PÉREZ ARANGO

(Buenos Aires, Argentina, 1976)

Suena el desconcierto

Los campamentistas más prolijos lavan sus autos
dentro del lago
abren la ventanilla para que los peces los asalten
como sonámbulos
la frente en alto y escopeta en mano.

Los campamentistas menos arriesgados permanecen quietos
en sus trincheras de arroz blanco
esperan que no los tape la niebla
de los sueños
que no los tape
inmaculada la visión
de lo que se mueve por tierra.

Más acá
cerca mío
hay más de lo mismo.

Espesas formas del verano
alejándose.
***
Numerología

sube la demanda
sube el agua
sube el hielo.

como platitos de café o pelotitas de golf
no cascotes ni tampoco mandarinas
un día cae el hielo perfecto:
blanco, esférico, tan nórdico.

los habitantes de mi barrio cubren sus cabezas
con baldes sus autos con rezos
de refugiados de una guerra
días después y por semanas, en perfecta simetría,
cada casa tiene en el jardín
de entrada un lego de tejas
para amar y armar vidas nuevas de estratega.

los habitantes de mi barrio tienen vergüenza
de la falta que cubren con nylon o láminas plateadas
el futuro translúcido cada vez más lejano
un punto achicándose en el espacio.

son preferibles los destrozos concretos
que se cuentan al día siguiente de la tragedia
cifras que predican en competencias de estadísticas televisadas
que los relatos sin adjetivos en cámara lenta.

Quien da más pena.
Quien sufrió más.
Quien salió indemne.

tajos en los vidrios
ampollas en la chapa
moretones en las puertas de madera
en cada casa y corazón hay tejas estalladas.

sube la demanda
sube el agua
sube el hielo.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char