jueves, 28 de agosto de 2014

Eso, no miento, no, me sobresalta

SAFO

(Eresos, isla de Lesbos, 650 a.C.)


Me parece el igual de un dios, el hombre
      que frente a ti se sienta, y tan de cerca
      te escucha absorto hablarte con dulzura
      y reírte con amor.
      Eso, no miento, no, me sobresalta
      dentro del pecho el corazón; pues
      te miro un solo instante, ya no puedo
      decir ni una palabra,
       la lengua se me hiela, y un sutil
      fuego no tarda en recorrer mi piel,
      mis ojos no ven nada, y el oído
      me zumba, y un sudor

          frío me cubre, y un temblor me agita
      todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
      pálida, y siento que me falta poco
      para quedarme muerta.
                       **    
  Ἔρος δ’ ἐτίναξέ μοι                            
φρένας ὠς ἄνεμος κὰτ’ ὄρος δρύσιν ἐμπέτων.  

      Eros me sacudió el alma
      como un viento que en monte sobre los árboles cae.

(Traducción: Juan Ferraté, de Los líricos griegos)
**
Un epigrama 

Estas son las cenizas de Timade. Muertas antes de la boda, fue a parar al oscuro tálamo de Perséfone. Y una vez que ella pereció, con un acero recién afilado, todas sus compañeras colocaron aquí como ofrenda la graciosa cabellera de sus cabezas.

VIII 

Morirás, bella joven;
ni servirá ser bella,
ni quedará memoria
de ti sobre la tierra,
porque las frescas rosas
no has gozado de Pieria:
y así desconocida
irás a las cavernas
del horroroso Dite,
ni será quien te vea
cuando en las vanas sombras
des fugitivas vueltas.
**
¡Habla, lira divina, y de cantar no dejes…!
**
Fragmento

Afrodita de policromo trono
hija de Zeus, urdidora de engaños, te lo ruego,
no me oprimas con penas ni con sufrimientos.
Señora, el ánimo.
Ven aquí si algún día también en otro tiempo
escuchando de lejos mi palabra
me atendiste, y dejando la casa de tu padre
dorada, te presentaste
luego de uncir tu carro. Lindos gorriones
te llevaban veloces sobre la oscura tierra
agitando las alas, desde el cielo, incesantes, por el
centro del éter
y al instante llegaron. Y tú, la Felicísima,
rompiste a sonreír con tu rostro inmortal y preguntabas
qué me pasaba entonces y por qué entonces
yo te llamaba,
y qué quería más que otra cosa, que sucediera
con alma loca. <<¿A quién deseas que yo persuada
que te conduzca a su amor de nuevo? ¿Quién es, oh Safo,
la que te agravia?
Que si te huye, no tardará en seguirte;
si tus dones no acepta, ella te los dará;
si no te ama, no tardará en amarte
mal que le pese?>>
Ven hoy también a mí y libérame
de los duros pesares, y lo que quiere mi alma
que llegue a término, cúmplemelo, y tú en persona
sé mi aliada.                                                        

1 comentario:

Osvico dijo...

De un modesto poeta y lector: EXCELENTE!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char