domingo, 31 de agosto de 2014

Éste es el arte de mantenerse solo

ROBERTO APPRATTO

(Montevideo, Uruguay, 1950)

2.

un principio romántico: un parque solitario y sombrío
y un lago en las afueras, en el atardecer, en la quietud
de un caserón en ruinas:
el viento suena en las alturas de un paisaje montañoso,
el mundo escrito con una nitidez resplandeciente,
con el sol que invade una espaciosa estancia
y lo toma de espaldas, en un alto de la inspiración
cuando imagina hojas que van cayendo de los árboles
al suelo: tiene el movimiento en la cabeza, pero no sabe.
el ensueño
es un viaje, la turbulencia que sacude el lago.
su sentimiento,
que deja a las colinas, al aire de alrededor, a la luna,
impregnados. la fuerza de lo que está escribiendo ahora
es inmensa, la profundidad de su imaginación
llega hasta un fondo de sí mismo que no conocía
hasta que pensó en ella un segundo,
un interior de túnel que el poeta
convierte en himno
a su soledad. ella sabe quién es él,
ella también tiene un interior que se enciende,
un infinito
que no es sólo el amor:
es bueno callar por un segundo.
 **

Una fascinación secreta, subterránea,
Indudable: ésa que ocurre por atrás de la historia,
Como si no importara nada en qué está uno,
Cuál es el punto que orienta la vida, qué se ha pensado
Un minuto antes, o ayer. La presencia, en silencio,
De una verdad que brilla en otra dirección. Al rato,
Es lo que es: he escrito sobre eso. La sombra
De un cuerpo sobre el otro, que el lenguaje
No tiene que aclarar. Un murmullo, bien interior,
Señala que de nada sirve darse cuenta: va a pasar,
Como si el objeto que lo provoca no fuera sino la ocasión,
Ésa y no otra, de expresar lo que conoce con el nombre
De encanto. En eso, en esa suspensión de los sentidos
Para que se detengan, las palabras se abren, dejan un lugar,
Una capa más abajo, para cada detalle. Todo de golpe.
Que sea imposible decirlo no impide que se vea, a cierta altura,
Una niebla que de un modo muy familiar confirma la extrañeza
Del regreso a un punto en el cual se puede, tal vez,
Escribir. Pero no es necesario: las palabaras, el lugar, el cuerpo,
Tienen la solidez de una canción que de golpe se recuerda,
Y en cuya letra, y en los impulsos del estribillo, hay algo
Intocable. Como si no se pudiera abusar, y en ese diálogo
Silencioso se creara algo así como una patria del sentimiento. Es eso.
Antes de que se desvanezca y se haga la noche sobre lo posible,
La densidad de la niebla trae de vuelta algunas escenas, algunas frases,
No todas; ésas que por un plano inclinado envían la situación,
Tal como está, al universo. Sé que eso ya ha pasado. Sé que es
La exactitud de una experiencia en la cual, sin hacer nada,
Se toca la perfección. Y se sigue de largo, en una misteriosa continuidad
De lo que ha pasado no sé dónde. Es algo personal. Es algo
Estrictamente personal.
**

Esos momentos en los cuales no vacilo,
cuando la noche, en pleno descenso,
abre un espacio en el aire
delante de mí. Los sonidos
En presente puro,
disponibles.
Llego y me instalo para pedir un café:
no vacilo. Éste es el arte
de mantenerse solo,
como sobre una cuerda en su máximo
estado de tensión. Mientras tanto
miro al vacío y silbo: la melodía, breve,
intempestiva,
proyecta el cuerpo hacia fuera;
el sentimiento canta para mí,
estoy bien. El dominio sobre el lugar
es el dominio sobre el tiempo,
de un modo que el mozo parece comprender
sin esfuerzo. Si un aire de legítima tristeza
corta mi respiración un instante,
no es nada: la presión que la realidad ejerce sobre nosotros
es siempre variable, y es esto
lo que tengo para dar esta noche; éste
es el presente que un segundo café
retiene junto a mí,
más denso y mas iluminado.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char