Elena Anníbali
(Oncativo, Córdoba, Argentina, 1978)
Razones de gravedad
cuando el viento es de agosto y pega
como ahora
en la cara
y se levantan remolinos de hojas
de papeles manchados con grasa
pienso en vos
no hay nada romántico en eso
es más simple:
tengo la cabeza sucia
con tus ojos, tengo
los oídos llenos
del coltrane viejo que usamos
esa tarde, ¿o fue
un mingus?
por eso voy por la ruta y escucho
cuando el chofer le dice a otro
que le gusta el viento porque levanta
la pollerita de las pendejas
y veo, en el río,
el caballo flaco arrastrando
un carro de arena
y todo
me lleva a vos
pero no pienses en el amor
lo mismo corre el agua sucia
hacia la cloaca
y es sólo un efecto
de la gravedad
(de tabaco mariposa)
**
1-
Es la siesta. Tengo, sobre mi corazón,
el libro de Ishiguro Never let me go.
En la penumbra de la pieza, flota la mariposa gris que de noche
roe la ropa y hace el mismo ruido que los muertos hacen
cuando escarban los muros.
La veo golpearse contra el vidrio; su cuerpo es un solo ojo
hacia donde ella cree está la salvación. Y entonces digo
Señor, no me des la esperanza, la fe.
Señor, no permitas que me queme en la luz aparente
de los faroles a gas. He aprendido a caminar en la sombra,
a encontrar mi ropa, allí, el vaso de agua. He aprendido
a no tropezar con los muebles.
No me hagas pensar ahora, Señor, en el fuego.
2-
el aire, de noche, es una lástima,
no alcanza para todos
alguien debe postergar su sueño, alguien
debe levantarse y, en el medio de la noche,
tocar la dorada serpiente del corazón
ella va a despertar
entornará los soles de sus ojos
dará su pan, su veneno
la flor del cuerpo abrirá, entonces,
como una mañana
pero no será la mañana:
será su turbia claridad
el simulacro
3-
acá creciste, me dijeron, y pienso
en cómo algo que no fuera solidario con la muerte y su eficacia
pudo crecer aquí
sin embargo, en este centro hubo una mesa
donde derramamos los jugos del hambre
al costado, la pieza de la costura y el juego
al fondo, el baño
con una alberca donde, en invierno,
la piel enrojecía por el frío
hubo, una vez, un gran viento,
me explican
vendrá por mí, también,
vendrá y yo guardaré mi corazón en un puño:
hasta ahí llegará su voracidad
y más allá, aún
4-
que fue un empujón del diablo
dijeron
que fue la roca
y el mar, de un azul abundoso
que una virgen castísima me confió
un secreto y una duda
con una brasa en cada mano
yo caí, fue
por mis razones
(de Quince- Antología de Poetas Mujeres de Córdoba)
Tomados del blog malonmalon
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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