Tomada del blog la fragua |
(Buenos Aires, 1950)
1.
Este gris que se abre, que comienza en el arrobamiento,
escribe el acto de perder en el lugar presente,
como la marca de una sed a la que yo mismo había abandonado.
Pero la llama de dios es tan habitual a la araña, que desaparece.
La llama es dios y se sacia en el propio pensamiento.
No rechazaría esta baba, el único punto, estrangulado entre los restos,
recordando que no sería él el desierto, el menos vacío,
en el extremo,
un amo demente.
La Edad de Oro que expira lanza frío por encima del ojo y recorre con él.
En ningún sentido yo.
–El fuego vuelve al movimiento donde el universal es interior al ser.
Este gris espectral que se abre y llama tardíamente a una liberación,
arranca su verdadera atadura,
no absorbe la parte ciega –por estrechas vías revela la entrega imaginaria,
el poder de la muerte que durmiendo rara vez nos une.
Está en el curso de su cuerpo incluso en ruinas,
ahora tegumentos húmedos, oleosos –al mismo tiempo que el objeto se deshace
puesto en tela de juicio.
(De Trama continua, Corregidor, 1976)
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Fudekara
Día 12
De la dirección de la fuerza puede inferirse una virtud. Resistir, en otra dirección, permite descubrir la imitación, la parodia. Pero ahora no puede más que permanecer en el centro, considerar la nebulosa del hábito.
No sé agazaparme como animal, o como flor, gradualmente cerrar hojas orgánicas.
Las palabras apoyadas en la garganta, áridas, perdidas, se adelgazan. La mirada esquiva se apresura a no modelar el aire y se evapora.
Escribo cada trazo sin guía. Escribo morosamente.
Día 14
Fantasmas cambian la mano. Tu voz es emocional, demedida. El relato razona en la memoria.
No desmiente la sed, lo fugaz, la bravura del mar, el perfil de los árboles, la sombra de la roca.
Fantasmas cambian los ojos. Amenazan ceñir otro cuerpo a la cabeza.
Tu voz ha creado hilos que crecen en las pupilas.
Escribo. Escribo signos. Escribo muerta. Escribo otra. Escribo para no hablar, para no mirar.
(De Fudekara, 2008)
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Diario, 18
¿Qué es lo que recomienzo? -la escritura, la escritura que pre-
tende ser una lectura, tamizar con los signos la espesura del mun-
do. Y el mundo siempre se configura para sus fines, y la contem-
plación sólo se desarrolla en analogías.
La escritura como analogía -y no como expresión: construir otra
naturaleza sin moral, sin biomas. Entonces eso: una experiencia
de abstención y una construcción poética que exhiba su desarro-
llo como un símbolo, a la vez vacío de referente, vacío de explica-
ciones, aislado de ideas.
(De Teoría de la voz y el sueño, Buenos Aires, Ediciones Tsetse, 2001)
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