ALICIA GENOVESE
(Buenos Aires, Argentina, 1953)
(De Archivo)
GRABARÉ EN LA ROCA
he perdido el gesto de escribir
como quien graba en una roca
escritura vulnerada
en los cambios de persona
de escenario
martillada
en las desazones
en la pesadilla insistente
donde reptiles asaltan
el cuerpo se mueve por descargas
como letra manuscrita
ya no la imagen brillante
la contundencia de la roca
(De Anónima, Último Reino, 1992)
**
MUSEO VI (Giotto)
a María del Carmen Colombo
a la capilla degli Scrovegni
entra el Giotto
la señora de la feria
vestida de Magdalena
dice:
¡cómo puede ser
todo tan caro!
el ragazzino amable
de ojos almendrados
le habla a la gente como Cristo
(la humedad desteñirá su túnica)
un burro ocioso
monta el fresco
hacia Belén
lengua morada por infierno
la pincelada seca rápido ¡cazzo!
(de "Museos", Anónima)
***
LA OBTURACIÓN
más tarde volverá
a escribir
lo que ahora tacha
dejará de pelear
quizá olvide lo tachado
pero no aquel movimiento
donde la memoria
empuja ciega
sobre el silencio de lo borrado
se reanuda
hojas retoñan
en el tallo del rosal
la poda dejó cortes al sesgo
la luz del jardín amplifica
no selecciona
no descarta
(de "Arte poética", Anónima)
**
Para permanecer
saber del agua.
La orquídea para vivir
necesita convencerse
de que puede morir
ni sol directo
ni agua anegadiza
la media sombra asfixiante
de la selva tropical
la sola humedad.
Desde su retiro, lejos
de aguaceros la orquídea
elige el resplandor,
el aire denso
y agua de nubes
filtradas por el bosque
como por un lienzo.
La perfección sensible
de esa vara
tolera más la falta
que el exceso.
De Aguas, Ed. Cuadro de tiza, Chile, 2012
***
LA ESTRATEGA
Mover las sombras es lo que se hace
cuando no es posible discernir lo que
está pensando el adversario.
MIYAMOTO MUSASHI
Fingir un ataque poderoso
para conocer en las reacciones
la intención del otro;
es lo que un maestro oriental llama
mover las sombras.
Pero no hubo respuestas;
los ejércitos no se desplegaron
en escuadra,
los barcos no izaron sus velas
en el viento de la furia,
ni partieron columnas de avanzada,
con sus petos inclinados
y su andar sigiloso.
Ningún guerrero solitario
saltó por detrás de la espesura
con una verdad afilada
como un sable legado por ancestros.
Nada que pudiera encontrarse
en el arte de la guerra;
apenas una contenida alteración
y unas palabras suaves
en el camino de los ojos;
sólo la palidez de quien intenta
relajar su movilidad;
una fineza experimentada
en el combate, que distingue
la clase de golpes,
por el pulso del corazón.
Un peligro mayor
deshacía su estrategia
y la del maestro oriental;
le descomprimía los músculos
y la invadía
con una inequívoca exudación;
estaba siendo amada,
más aún, debía aceptarlo.
De La Hybris, Bajo la luna, 2007
**
CRUZAR un puente
en tierra extranjera
no es costoso
no acarrea pasado;
cada tramo suelta una amarra
como un desecho
de inútil identidad
cada lugar donde amaneces
reclama el cuerpo,
su piel nocturna empacada
junto con sábanas y trastos,
despegada. Rielar
en la materia nueva que se interroga
y devuelve descontrolado
el propio yo
El puente es el lugar del nómade
la única construcción que se permite
su fuga, su visa
su salvoconducto
De Colorado recuerdo
un pueblito fantasma
abandonado al correrse
la frontera del oro:
mecedoras quietas en los porches
sin peso, sin cuerpos;
carril de detención,
en tu zona de baja velocidad
tu pueblito fantasma,
espacio sobrecargado
y nadie, lugares
de mala combustión
retardo, retorno
al paisaje ausente,
sustancia que no termina
de entenderse con el agua
ni se deja dócil traspasar
Pasos del Riachuelo,
garganta de agua pesada
que me vuelve costosamente a mí
(...)
A la pensión de San Cristóbal fueron
de civil, de casualidad
no estaba y ese mismo día
me mudé, dormí
en casas de amigos
que después fui perdiendo
Alrededor se deshacía
el espacio urbano
en centros y campos inhallables
de detención
Lo poco que nacía
parecía deshecho
en cada esquina, un patrullero
(...)
Y cómo se construyen puentes
hacia adentro,
hacia el agua sumergida
por esos gestos diarios, hoscos
o cerrados mostrándose amables
cómo hacia ese territorio submarino
renuente y ríspido
como un arrecife;
rojizos blancos
violáceos corales, sosegadas
hojas paleozoicas
que hieren al menor roce
Si un cuerpo sumergido
cuidadoso atraviesa la zona áspera
trae en su aire
el amarillo encendido de los peces
aterciopelados azules;
colores inexplicables
de intercambios enlazados
al tejido vivo;
pero el amor
es un raro acontecimiento
un cuerpo es un puente
en otro cuerpo
y las palabras
impensadas aparecidas, puentes
el resto una superficie alisada
durante meses
por la noche polar
una capa de hielo capaz de sostener
a una persona, a un elefante marino
y su familia
Dureza aplanada
que no resiste
si un susurro
se filtra
y abre
un puente:
tonos apenas audibles
que se criban
como granos orgánicos
para alimentar lo que sobrevive
a la lisura, ese desierto antártico
de formas;
estar
ahí abajo
como un bichito de bajas temperaturas
en su iglú, su casa en el polo
atenta
a que el hielo se cuartee
y anuncie
el cambio de estación:
un susurro, un puente;
para el cuerpo deshidratado por la invernada
puentes
(fragmentos de Puentes)
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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