viernes, 19 de septiembre de 2014

Sóplale con tu aliento al novio

PETRA ERNÁNDES LÓPES
Tomada de www.indemaya.gob.mx


(Tzotzil, México, S/D)



Para que el perro no ladre al novio

Cerrame la boca del perro,
amarrame el hocico del chucho,

con una llave,
con un candado.

Tapame su vista,
cubrime sus oídos,

con doce velas, Kajval,
con una botella de aguardiente.

Amarrale una pata,
amarrale su otra pata.

Que se haga rosca en la superficie de la Tierra.
Que le entre profundo su sueño.

Ve caminando adelante del novio.
Sóplale con tu aliento al novio,

para que el perro no le huela sus pisadas,
para que el perro no le huela sus manos.

Que no le vaya a ladrar.
Que no le vaya a morder.

Este perro,
este chucho, Kajval.
**
Encantamiento para atraer un hombre

Que llegue con flores en su corazón el hombre.
Que llegue con todo su corazón.
Que hable con mi carne.
Que le duela su sangre por mí
cuando me ve en el camino al mercado.

Que nos visite con su madre,
la cabeza agachada
y un garrafón de trago para mi papá.

Que sea limpio su camino, blanco su andar.
Que no vaya a caer en el lodo.
Que no le vaya a salir una mala culebra.

Tú lo vas a mirar en su cara, Kajval.
Te lo estoy diciendo en tu nariz, en tu oído:

El hombre se llama Xun.

Ya hablé con tu cabeza.
Ya hablé con tus huesos.
Te llamé ya con mi boca.

Quiero juntarme con él.
Quiero que el hombre complete mi cuerpo.
**
Estos poemas (escritos originalmente en tzotzil y tzeltal) pertenecen al libro Conjuros y ebriedades, publicado en 1997 por el Taller Leñateros de San Cristóbal de Las Casas (Chiapas, México). Tomados del blog el placard.

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char