Baldomero Fernández Moreno
(San Telmo, Buenos Aires, Argentina, 1886-1950)
¿De qué nido salieron,
tres golondrinas,
quién disparó esa flecha
de la escuadrilla?
¿A dónde, madre,
más allá de las nubes
irá a clavarse?
**
Flor de seibo
Coágulo de sangre
labio irritado,
¿cuántos besos de fuego
has y te han dado?
Y todavía
entre las hojas verdes
cómo palpitas.
**
Cardos
En el campo amarillento
donde ya no hay más que paja,
alzan los cardos valientes
su dura flor erizada.
Bajo el sol del mediodía
y cuando la ser abrasa
en sus copitas azules
ofrecen su trago de agua.
**
Seguidilla
Déjame que te llame
mi chiquitita,
aunque sepa de sobra
que es gran mentira.
El chiquitito
soy yo, señora mía,
y el pobrecillo...
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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