Diego Colomba
(San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, 1972. Reside en Rosario desde 1990)
Dios
Un bloque macizo de piedra
que cayó del cielo
en los dominios ruinosos
del gallinero
el yunque.
***
Baja tensión
El calor ha avanzado sobre un barrio
que no se lo merece.
Una noche más
con baja tensión.
Este prende y apaga de la conciencia
que puntúa la lamparita de sesenta
cansa a cualquiera.
Si la luz se cortara de una vez
sería otra cosa.
La oscuridad
—bromeas.
Pero así el tacto y el oído
crecerían como dos temibles babosas
poniéndonos locos de contentos.
O podríamos jugar a contemplar
las pocas estrellas
que los monoblocks del fondo
dejan ver desde el patio.
Pero la luz no se corta
y agoniza espasmódica
durante toda la noche,
atizando la duda
de si es cierto o fingido
nuestro actual desconcierto.
Insomnes,
jaqueados por el ruido
de los artefactos
al borde de la ruina,
se vislumbra más lejana
la utopía del hogar.
***
Una pasión
No aminoran las revoluciones, ni se corta el chorro de vapor que enturbia el aire. Con la máscara caída, apura tres pitadas del cigarro que ahora apoya en el borde del hule, todo quemado, de la mesa. En esas confusiones gesticula la inocencia.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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