lunes, 11 de julio de 2016

“No está permitido enloquecer en una época demente”

HUGO GOLA
(Santa Fe-Argentina, 1927-2015)


Cada vez me atrae más la idea de la poesía como un “no decir”. No la adhesión que suele producir la palabra que enumera, o cuenta, sino aquella revelación que la palabra aislada, cargada de silencio puede originar. La palabra sumida, hundida, inmóvil como un animal estático, que sólo por la respiración sabemos que está vivo. Una palabra que se niega a seguir la ruta prefijada de la comunicación para llevarnos a convivir con la oscuridad y el misterio. La palabra poética tiene ese rostro, que difiere radicalmente de cualquier otro. Los que más me entusiasman son aquellos poetas que tienden al silencio. Un simple garabato sobre la página blanca esboza un gesto, es una incisión reveladora, un trozo zen, que todo lo sugiere o que todo lo expresa con el silencio.
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Hay poetas que escriben sobre poesía y, en lugar de aproximarnos a ella, nos alejan. Se refieren a la poesía como algo que nada tiene que ver con la propia experiencia, utilizando un lenguaje más cercano al de la crítica que al del poema. Pero hay otros que iluminan con sus textos y nunca nos alejan de la intimidad de la poesía. Son ejemplos de ello Valéry, Pavese, Williams, Wallace Stevens, Westphalen, Pound, Bayley, Creeley, Denise Levertov, etcetera. Sus reflexiones son tan imprescindibles como sus poemas.
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No es que trate de dejar de lado los dramáticos sucesos de la historia. En mi caso tienen siempre una presencia tan fuerte que a duras penas puedo escapar a estos hechos cotidianos. Me resulta imposible prescindir de la información que se consigna a diario. Me siento, aunque no actúe, implicado en las torturas, en las persecuciones, en los destierros, en las muertes. No puedo evitar su repercusión en mi ánimo. Aunque perturbado por estas calamidades, nada puedo hacer para evitarlas. Estoy como atrapado por “la jauría de los tramposos”, que dice René Char, pero sé igualmente, como él también dice, que “no está permitido enloquecer en una época demente”. Trato en lo posible de conservar la lucidez, y en lo que conforma mi pequeño radio de acción, no ceder al fatalismo, ni claudicar ante la locura que nos invade.


De Prosas, Alción, Argentina, 2007.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char