martes, 19 de julio de 2016

Que cierren la ventana nunca abierta

LILIANA PONCE

(Buenos Aires, Argentina, 1950)

Siesta

pedir al iris, a las pestañas húmedas,
que cierren la ventana nunca abierta,
la puerta nunca abierta,
cancelar el cerrojo

la fiebre marca el paso de enero –una esgrima
y el golpe de lejanas varas, martillos,
bajo la luz que entra en olas de fuego

sin equilibrio
de la mano y en el borde de la roca,
dormir en tramos de espacios
que vuelan al techo del cuarto
que equivale al puerto, al umbral
donde empezar a reconocer islas del después
que se escurre y desmenuza

De Fudekara (tsé-tsé, Buenos Aires, 2008).
***
Espiral

—Para considerar el método, su cumplimiento
y el despojado motivo que empieza.
—Para considerar el método, la explicación
que va a llegar al comienzo o al final
—indeseable y a la vez liberador—
el jardín seco,
la estación del caligrama en la arena,
la costa que sigue y sigue,
una cinta que envuelve y separa cada instante
como prisma que gira
y en cada cara un ojo-dios
que será representación de imperio.

Ahora ese punto donde estoy
fermenta la semilla de un comienzo
y es rama que va avanzando en capas
de palabras separadas de los cuerpos
que en vértigo esconden el sentido
—periferia al final porque siempre se encierra y se agota,
enredaderas de la nada en la laca del tiempo o su zumbido
desde el principio incompleto y llama de las causas.

Buenos Aires, 2014 (inédito)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char