(Buenos Aires, Argentina, 1950)
Siesta
pedir al iris, a las pestañas húmedas,
que cierren la ventana nunca abierta,
la puerta nunca abierta,
cancelar el cerrojo
la fiebre marca el paso de enero –una esgrima
y el golpe de lejanas varas, martillos,
bajo la luz que entra en olas de fuego
sin equilibrio
de la mano y en el borde de la roca,
dormir en tramos de espacios
que vuelan al techo del cuarto
que equivale al puerto, al umbral
donde empezar a reconocer islas del después
que se escurre y desmenuza
De Fudekara (tsé-tsé, Buenos Aires, 2008).
***
Espiral
—Para considerar el método, su cumplimiento
y el despojado motivo que empieza.
—Para considerar el método, la explicación
que va a llegar al comienzo o al final
—indeseable y a la vez liberador—
el jardín seco,
la estación del caligrama en la arena,
la costa que sigue y sigue,
una cinta que envuelve y separa cada instante
como prisma que gira
y en cada cara un ojo-dios
que será representación de imperio.
Ahora ese punto donde estoy
fermenta la semilla de un comienzo
y es rama que va avanzando en capas
de palabras separadas de los cuerpos
que en vértigo esconden el sentido
—periferia al final porque siempre se encierra y se agota,
enredaderas de la nada en la laca del tiempo o su zumbido
desde el principio incompleto y llama de las causas.
Buenos Aires, 2014 (inédito)
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