lunes, 10 de octubre de 2016

Cantan en silencio la humedad de su congoja

GONZALO ROJAS
(Lebu, Chile, 1917-2011)

La vaca racional

La Vaca Racional tiene los ojos de la envidia, 
el cuerpo de una bella mujer, y por su baba 
se expresa la miseria de los hombres.

Si, por fortuna, un día, nace el Árbol que viene al mundo libre, 
distinto de los árboles que lloran su esclavitud en el paisaje, 
y florece, y da fruto -natural testimonio de la naturaleza-, 
la Vaca Racional palidece y murmura.

Y convoca a los puercos en su alcoba:
"Este Árbol no es un Árbol, les dice. No da flores ni frutos. 
Este Árbol es un animal sanguinario 
que no existe en el aire ni en la tierra.
Es un error visual, causado por el miedo de la noche. 
No disfrutéis su sombra. No respiréis su oxígeno".

Pero el Árbol existe. Trabaja para todos. Los alimenta a todos.
Es capaz de morirse cada día por salvar a los otros de la muerte.
Por darle aire a los muertos, es capaz de vestirse de locura.

Lo que la Vaca Racional no podrá perdonarle 
es el misterio que está inscrito en cada una de sus hojas,
donde pueden leer solamente los pájaros.

Ella vive esperando que un rayo parta el brillo de su copa, 
pero el rayo es el alma de este cuerpo.
Vive afilando su hacha y la arroja de frente o de perfil
sobre la piel del Árbol. Pero el filo es un beso en su mejilla.

Entonces, se alza lívida de cólera. De cólera de histeria:
-"Este Árbol es un árbol,
es hijo de otros árboles, pero es un enemigo 
de los árboles. Quiere encadenarlos al suplicio de la tierra.
Ya sabéis que he intentado arrancar sus raíces y volcarlo, 
y convertirlo en barco, en casa o ataúd. ¿Por qué los otros árboles
son seres serviciales y prudentes, con que se labran sillas y ventanas
para mirar el mar, y cantan en silencio la humedad de su congoja?"

-"Vedlo ahí. Le hemos dado la lluvia y el verano suficientes
para su crecimiento, y se ha burlado de nosotros
usando sus pulmones para sembrar la alarma en los esclavos"

-"Vedlo ahí como un rey cuyo trono fuera el viento
haciendo oír su voz, llevando el remolino
al corazón de todos los que fueron un día mis lirios predilectos".

-"Vedlo ahí, vomitando su fuego por las hojas.
¿Qué hacer para evitar a nuestras hijas la posesión y el arrebato,
la tiranía de este cuerpo invulnerable
a la vida y la muerte?"

Ya presa de su celo y su locura, la Vaca Racional
congrega a sus amantes y vecinos, y decide la suerte
de ese Enemigo que prefiere la posesión de la tierra
a dormir en la alcoba de sus vicios manchada:

-"Bello es el Árbol. Nunca he visto tan singular belleza
en el corte del aire. Tan divina Apostura.
Sin embargo, sus hojas no son originales, pues ellas me recuerdan
la alta filosofía
de los árboles griegos y alemanes.
El porte de sus pétalos tiene el color de los arbustos de Oriente.
Veo que por su savia discurre la corriente de los árboles clásicos,
de los árboles del Renacimiento,
veo en su esencia el bosque caballeresco y mágico;
en su médula veo la luz desesperada de los suicidas lengua afuera,
en su corteza el adjetivo arrugado por el fuego.

Como veis, yo tenía mis razones:
este Árbol no es un árbol. Es una suma de influencias
de soles y de lunas, como un día cualquiera,
y por lo tanto su raíz es una amarra en el vacío".

En Antología de aire (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 1991)
**
Rimbaud

No tenernos talento, es que
no tenemos talento, lo que nos pasa
es que no tenemos talento, a lo sumo
oímos voces, eso es lo que oímos: un
centelleo, un parpadeo, y ahí mismo voces. Teresa
oyó voces, el loco
que vi ayer en el Metro oyó voces.

¿Cuál Metro si aquí no hay Metro? Nunca
hubo aquí Metro, lo que hubo
fueron al galope caballos
si es que eso, si es que en este cuarto
de tres por tres hubo alguna vez caballos
en el espejo.

Pero somos precoces, eso sí que somos, muy
precoces, más
que Rimbaud a nuestra edad; ¿más?,
¿todavía más que ese hijo de madre que
lo perdió todo en la apuesta? Viniera y
nos viera así todos sucios, estallados
en nuestro átomo mísero, viejos
de inmundicia y gloria. Un
puntapié nos diera en el hocico.

De El alumbrado, 1986.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char