Despedida
Jorge Teillier
(Lautaro, Chile, 1935 - Viña del Mar, id., 1996)
De Archivo
...el caso no ofrece ningún adorno para la diadema de las Musas. Ezra Pound
Me despido de mi mano que pudo mostrar el paso del rayo o la quietud de las piedras bajo las nieves de antaño.
Para que vuelvan a ser bosques y arenas me despido del papel blanco y de la tinta azul de donde surgían los ríos perezosos, cerdos en las calles, molinos vacíos.
Me despido de los amigos en quienes más he confiado: los conejos y las polillas, las nubes harapientas del verano, mi sombra que solía hablarme en voz baja.
Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta: Los fracasados, las cajas de música, los murciélagos que al atardecer se deshojan de los bosques de casas de madera.
Me despido de los amigos silenciosos a los que sólo les importa saber dónde se puede beber algo de vino, y para los cuales todos los días no son sino un pretexto para entonar canciones pasadas de moda.
Me despido de una muchacha que sin preguntarme si la amaba o no la amaba caminó conmigo y se acostó conmigo cualquiera tarde de esas que se llenan de humaredas de hojas quemándose en las acequias. Me despido de una muchacha cuyo rostro suelo ver en sueños iluminado por la triste mirada de trenes que parten bajo la lluvia.
Me despido de la memoria y me despido de la nostalgia -la sal y el agua de mis días sin objeto-
y me despido de estos poemas: palabras, palabras -un poco de aire movido por los labios- palabras para ocultar quizás lo único verdadero: que respiramos y dejamos de respirar.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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