lunes, 22 de mayo de 2017

Otro mensaje concluso e ido. de un perturbado

Alberto Cisnero
(La Matanza, Buenos Aires, Argentina, 1975)


6-

cada núbil madrugada, cada signo
y cada espacio, las luces y el núcleo de la llovizna; frágiles pétalos, tudescos. el núcleo de esa flor
es a veces negro. tenelos en la mano, cuidalos.
y si integran un sueño verdadero,
que se pulvericen encuadernados en un volumen o donde más quieras vos. en este lugar
de la pampa ha estado lloviendo
toda la noche. quería que lo supieses,
por si me muero mientras duermo.

31-

dejé las más simples para el final. aunque resulta
difícil saber qué decirle a alguien así. cómo
se rompe un hechizo y hacer que sea cierto.
tendrás su recuerdo. pero un recuerdo casi nunca
es lo suficientemente bueno para. tendrás
suficiente tiempo para hablar cuando
tus mejores días hayan pasado. o al pasar
la vista por estas líneas, en el reino
de este mundo y hacer que sea cierto.

17-

si dudás, que al salir, salga cortando. fue
mi alcázar de oro y gemas en todos los rincones
en los que uno está solo. ya dieron su fin
los laberintos y meandros de un viejo río.
mi alcázar de oro y gemas, estas palabras
cárdenas. a veces, lo que perdura es lo que no se
pronuncia. y siempre hablé con intención.
por tierra, por mar, adonde el viento me llevó.
no presentaré mis excusas por ello. a declivio
se redujo, como si oyera golpes en la puerta,
como un sueño repetido.

24-
otro mensaje concluso e ido. de un perturbado
mental. como en las entrañas de un ave.
como en un amor correspondido. como en un no
expresado litigio. no aluden a nada. se pierden
bajo el estruendo. negra lluvia, negra bordura.
podés atribuirles significado. o cualquier solaz.
distinguir categorías morales. no sé qué mierda
me hiciste. pero era de néctar. y me gusta
el tiempo en que falta la claridad del día.

De Oquei, gracias (Barnacle, 2017).

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char