Maria Borio
(Perugia, Italia, 1985)
EL CIELO
Sé que αρμονία significa también enlace,
conexión, unión. “Mientras los maderos estén
sujetos por las clavijas, seguiré aquí,
y sufriré los males que haya de padecer”
(Odissea, V, 361-362)
Las nueces abiertas sobre la mesa
son todavía sonido
—el movimiento brillante de los ojos
de la puerta a la mesa:
el trabajo, el peso que no existe,
las ligeras ansias para las personas—
como si la belleza no tuviera un origen.
Estas nueces han hecho ruido,
me quitan los pensamientos
(nacen y son ya de todos,
todos los pensamientos…),
me reclaman al cuerpo,
a lo que nombro sabor
(las ideas nunca tienen cuerpo,
¿son parte de todos?),
me retienen contando los restos,
reuniéndolos sobre la mesa
(y mis pensamientos ¿a quién
han hecho feliz?).
Las cáscaras rotas pertenecen a estas manos
en la cavidad, en las líneas de las palmas,
puntas de semillas —nace una vida
al instante dentro de estas manos.
No tener pensamientos.
**
Han pasado días como voces,
las voces útiles al aire cuando se llena.
Han pasado días demasiado míos
a los que hablo cortocircuito.
Y los tuyos —aquellos de
él, del otro, del otro,
otras voces
yo de ellos, ellos
de mí y nadie
de nadie.
Se me aparecían rostros de mujer
en el mármol de la fachada,
llenos de luz de diciembre
y demasiado ligeros para entender
si son jóvenes o viejos, criaturas
innaturales o animales.
Aparecía la geometría
las ficciones, y todos los residentes,
resbalando cerca, secretos,
agrietados por el sol resbalando
de boca en boca de cuerpo en cuerpo,
se unían a las personas reales,
me hacían personaje.
Contar es lo único,
reconocerlas en la luz exacta
las voces que no parecen auténticas,
que deseas transparentes,
inocentes o simples—
y te hacen más única
de una persona sola.
Versiones de Pablo López Carballo
**
Pantalla
Me dicen que me detenga en la forma,
observarla y preguntar no a la forma
sino a todo lo que es fuera de ella,
esta escritura o las uñas delgadas,
las biografías anónimas o las palabras anónimas.
Me dicen que puede ser la forma de este libro en la pantalla
dónde ves vidas en fragmento o una luz maravillada.
La forma es la pantalla como una casa azul,
estadística y figuras o aquel ritmo que ata los hombres
en mi mente. La forma es, no es eso que quieren
que yo dé. Es, no es el futuro. Es deshacerse, a veces.
La forma, sólo la imagen, me has dicho, pero la borro
y la reescribo: letras, les digo, piensen, en cada letra
vean una palabra como el pie de un niño
apoyado en la mano de la madre y aquella mano
en el vientre y el vientre en un pensamiento.
A veces sigo este recorrido para que una escena ocurra
y no sea sólo forma sino vientre, mano, pie
que no ven, incluso en las imágenes desordenadas
en el éter como un libro de caras los sigo siempre,
un avión silencioso que reingresa en un hangar
o el ciego que llega a la última señal del braille.
Me han dicho, de nuevo, que me detenga en la forma,
la forma que se escribe o se vive nunca es la misma.
Con los pensamientos como uñas ato vidas
desunidas en la pantalla.
Traducción de Mario Pera
De L´altro limite, Lieto Colle, 2017.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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