martes, 2 de enero de 2018

Y entonces ella viene a soñar que es el árbol

HART CRANE 
(Ohio, EE.UU., 1899; desapareció en aguas del Golfo de México en 1932)

No me digas que el cielo está cerca
Hay cosas que te atraen
como si la Tierra fuera redonda
Ya te lo decía el poeta
es redonda es redonda
y el cielo un enorme corral de estrellas
Pero no me digas que el cielo esta cerca.
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Extracto del jardín

La manzana en su tallo es el deseo de ella,
suspensión brillante, mímica del sol.
El tallo ha capturado el aliento de ella, y su voz,
silenciosamente articulada en la inclinación y la subida
de rama en rama hacia arriba, enturbia sus ojos.
Está presa del árbol y de sus dedos verdes.
Y entonces ella viene a soñar que es el árbol,
el viento poseyéndola, trenzando sus nervaduras jóvenes,
alzándola hasta el cielo y su azul vivo,
sumergiendo la fiebre de sus manos en la luz del sol.
No tiene memoria ni miedo ni esperanza
más allá de la hierba y las sombras a sus pies.

Publicado por Fausto Marcelo Ávila Ávila.
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En la tumba de Melville

Lejos de este arrecife, a veces, bajo la ola
Los dados de los huesos de los muertos
Vio llegar un mensaje, al contemplarlos
Batir la orilla, en polvo oscurecidos.
Sin campanas cruzaban barcos náufragos.
El cáliz de la muerte generosa
Devolvía un disperso, lívido jeroglífico,
Envuelto en espiral de caracolas.
Luego en la calma de una vasta espira,
amarras hechizadas, y en paz ya la malicia,
Había escarchados ojos que elevaron altares;
Por los astros reptaban las calladas respuestas.
Ni cuadrante ni brújula imaginan
Más distantes mareas… Y por la azul altura
El canto no despierta al marinero.
Que su mítica sombra sólo el mar la conserva.

De El puente (Traducción de Jaime Priede). Ed.Trea, Gijón, 2007.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char