lunes, 12 de marzo de 2018

Te ruego

Mary Oliver 
(EE.UU., 1935) 



Invitación


¿Eh, tienes tiempo
de detenerte
sólo por un instante
en tu ocupado


y muy importante día
por los jilgueros
que se han reunido
en un campo de cardos


para una guerra musical,
a ver quién puede cantar
la nota más aguda
o la más grave,


o la más jubilosa,
o la más tierna?
Sus fuertes, romos picos
se beben el aire


mientras luchan
melodiosamente
no por tu bien
ni por el mío


ni por ganar
sino por puro placer y gratitud:
créenos, dicen,
es cosa seria


simplemente estar vivo
esta mañana fresca
en el mundo roto.
Te ruego


no pasar de largo
sin hacer una pausa
para asistir a este
bastante ridículo espectáculo.


Podría significar algo.
Podría significarlo todo.
Podría ser lo que Rilke quiso decir, cuando escribió:
Debes cambiar tu vida.

Traducción de Geraldina Mendez
**
Invitation

Oh do you have time
to linger
for just a little while
out of your busy


and very important day
for the goldfinches
that have gathered
in a field of thistles


for a musical battle,
to see who can sing
the highest note,
or the lowest,


or the most expressive of mirth,
or the most tender?
Their strong, blunt beaks
drink the air


as they strive
melodiously
not for your sake
and not for mine


and not for the sake of winning
but for sheer delight and gratitude –
believe us, they say,
it is a serious thing


just to be alive
on this fresh morning
in the broken world.
I beg of you,


do not walk by
without pausing
to attend to this
rather ridiculous performance.


It could mean something.
It could mean everything.
It could be what Rilke meant, when he wrote:
You must change your life.

Mary Oliver, “Invitation,” A Thousand Mornings (New York: Penguin Books, 2013).

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No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char