lunes, 10 de septiembre de 2018

Esta anciana disciplina, severamente tierna

ADRIENNE RICH

(Baltimore, Maryland, EE.UU., 1920-Santa Mónica, California, id., 2012)

En un concierto de Bach

Atravesando la ciudad en una noche de invierno
Dijimos que el arte y la vida son polos opuestos.
Aquí nos acercamos a un amor que no conoce la lástima.

Esta anciana disciplina, severamente tierna,
Renueva la creencia en el amor y sin embargo controla el sentimiento,
Convirtiendo lo que soportamos en una bendición.

La forma es la ofrenda más grande que el amor puede ofrecer -
La unión vital de la necesidad
Con todo lo que deseamos, todo lo que sufrimos.

Un arte demasiado compasivo es apenas un arte a medias.
Sólo tan altiva y comedida pureza
Restaura el demasiado traicionado corazón humano.

Versión de Jaime Manrique Ardila
**
XVI

Atravesando una ciudad desde vos, estoy con vos
como una noche de agosto 
una bahía - tibia, bañada por el mar, te miraba dormir,
con la madera lijada y opaca del tocador
atestado de nuestros cepillos, libros y frascos a la luz de la luna-
o un huerto de rocío salado, acostada al lado tuyo
mirando el atardecer rojo por la puerta mosquitero del camarote,
en el grabador, Mozart en Sol menor
durmiéndonos con la música del mar.
Esta isla de Manhattan es bastante grande
para las dos, y estrecha:
esta noche puedo oírte respirar, se cómo es 
tu cara boca arriba, la media luz trazando 
tu boca generosa y delicada
donde la risa y la pena duermen juntas. 

(Traducción de Sandra Toro)
**
TRADUCCIONES

Me muestras los poemas de una mujer
de mi edad, o más joven,
traducidos de tu idioma
Algunas palabras aparecen: enemigo, horno, tristeza
suficientes para saber
que es una mujer de mi tiempo
obsesionada
con el Amor, nuestro tema:
lo hemos hecho trepar como hiedra por nuestros muros
lo hemos cocido como pan en nuestros hornos
lo hemos llevado como plomo en nuestros tobillos
lo hemos observado por los prismáticos como si
fuera un helicóptero
que trae comida a nuestra hambruna
o el satélite
de un poder hostil
Empiezo a ver a esa mujer
haciendo cosas: removiendo el arroz
planchando una falda
mecanografiando un manuscrito hasta el amanecer
intentando llamar
desde una cabina
El teléfono suena sin que lo contesten
en el dormitorio de un hombre
le oye diciéndole a alguien
No te preocupes. Se cansará.
le oye contándole su historia a su hermana
que se convertirá en su enemiga
y que, cuando llegue la hora,
alumbrará su propio camino hacia la tristeza
ignorando el hecho de que esta forma de dolor
es compartida, innecesaria
y política

Trad. de María Soledad Sánchez Gómez

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char