(Buenos Aires, Argentina, 1949)
Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña,
no por figuras y voces trasmitida, sino así como es.
Lo público: un desgastado lustre marcial y recoleto,
largos pasillos vidriados con vidrio opaco,
las firmes vetas de capas de pintura superpuestas,
olor a cloro, ruda limpieza.
Es el antiguo edificio del parque Chacabuco bajo una neblina
casi lechosa alta,
en cuyos vestuarios suenan voces, gallos, pitos, carrasperas,
un acento bronco de vez en cuando
de las voces adolescentes.
Después, la pelota bien lanzada, el golpe
certero del bate: un dios exacto.
La enumeración era el discurso de los rapsodas,
nos dijo el buen profesor Mattarollo.
Pruébalo.
Enhebra tus cuentas.
Sólo unos días volverán del mar.
De Mar de Chukotka (Ediciones del DocK, 2018)
[De Imitatione Christi]
Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña,
no por figuras y voces trasmitida, sino así como es.
Lo público: un desgastado lustre marcial y recoleto,
largos pasillos vidriados con vidrio opaco,
las firmes vetas de capas de pintura superpuestas,
olor a cloro, ruda limpieza.
Es el antiguo edificio del parque Chacabuco bajo una neblina
casi lechosa alta,
en cuyos vestuarios suenan voces, gallos, pitos, carrasperas,
un acento bronco de vez en cuando
de las voces adolescentes.
Después, la pelota bien lanzada, el golpe
certero del bate: un dios exacto.
La enumeración era el discurso de los rapsodas,
nos dijo el buen profesor Mattarollo.
Pruébalo.
Enhebra tus cuentas.
Sólo unos días volverán del mar.
De Mar de Chukotka (Ediciones del DocK, 2018)
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