miércoles, 4 de agosto de 2010

"La zarpa se detiene, el ojo sigue?"

BEATRIZ VIGNOLI
(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1965)

Viernes santo

Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
El sol brilla sin dioses.

No tenemos esperanza;
tenemos, sí, la esperanza de la esperanza,
esperamos que la esperanza
suceda.
Hemos tenido fe
y voluntad; hemos luchado,
con una fe sin esperanza hemos luchado.
Para perder mejor hemos luchado,
para que no nos ganen así como así,
para que les cueste
aplastarnos, para eso
hemos luchado sin esperanza,
sólo con voluntad hemos luchado.
Ha muerto la
Gracia. ¿Resucitará? (¿Estás
llorando?) ¿Resucitará?
Hemos amado sin esperanza,
con deseo hemos amado,
sin esperanza hemos amado.
Con una piedad sin esperanza hemos amado,
con una piedad funeraria.

El sol brilla sin dioses.
En tu cara.
Estoy forjando el día
como si fuera de hierro el vivir.
Estoy sosteniendo el tiempo.
Estoy mirando cómo el cielo lentamente cae,
una vez más
cae.
Sin esperanza alguna recuerdo tu belleza,
con una piedad funeraria.
Pero estoy tallando la espera
como si fuera de mármol el día de mañana.
En el declive de lo que cae derrotado,
en el de lo que cae derrotado para siempre
sostengo la nada,
sostengo la nada,
como si de dioses se tratara.
En retirada, enarbolo todavía
con una mano herida, la forma del cielo.

No te vayas. Yo sé los nombres del mundo.
Sé pronunciarlos. No te vayas.
Podrías, todavía, hacer algo
con la distancia entre tu amor y mi muerte.
Podría, esa distancia,
no ser del todo una cosa desesperada.
Podría yo no perderte así como así.
Pero la Gracia ha muerto,
el sol brilla sin dioses,
la tierra es dura.
Ha muerto la
Gracia. No hay de qué.
No hay dónde fundar
ningún futuro: las casas son pequeñas
o ajenas, y sus estantes están atestados
de ciervitos de vidrio fumé,
sus estantes atestados,
melancólicos, ebriamente lluviosos bajo este sol.
Este es el país donde nadie fundó nada.
Pero yo (no te vayas)
sé pronunciar el nombre de tu carne.
Podrías ayudarme, por ejemplo
a limpiar.
En cambio estás ahí, tan art decó
en tu quietud de cadáver en pie,
tan neoplatónica tu pose que
no pueden con eso los plumeros comunes;
es terrible, con tu belleza no puede nadie,
es más terrible que la misma piedad
funeraria.
Escuchame, yo sé,
yo sé pronunciar los nombres del mundo.
No te vayas.
***
Cool light

Un farol redondo de luz fría
se ilumina a sí mismo;
no alumbra nada fuera de su esfera.

Ha quedado vacía
la noche alrededor.
***
Diciembre 31, 2001


Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cómo un vecino
enciende una bengala.

El brazo en alto, inmerso en la luz ígnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmóvil el mundo.

¿Celebra? ¿Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.

Aquella intensidad.
***
Surf

Te has sentado en la esquina
donde alguien puso mesas,
sillas de plástico.

Necesitabas ver toda esta luz.
Hubieras sido un pintor impresionista
de nacer en otro siglo, en otra clase.

Te gusta mirar a los skaters,
esos surfistas de tierra que pasan con luz verde
y logran que parezca un océano el asfalto.

Estás solo. Desde que viniste de allá, andás solo.
Vas por fuera del mundo como un ángel,
vos, que mataste.
***
El gato como voluntad y representación
a Ana Russo

Los gatos se fastidian ante las puertas cerradas:
o dominan el mundo, o se tumban a morir.
Que su único límite sea su cansancio;
detrás del muro, podría haber el pájaro.
Al gato lo dejan perplejo los espejos:
"La zarpa se detiene, el ojo sigue?"
Los espejos son el comienzo del lenguaje.
***
LA CAÍDA


Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
**
Foto tomada de analialardone.blogspot.com

8 comentarios:

sibila dijo...

una superficie intensa.

Irene Gruss dijo...

Así es, así es, Irene

Pere Bessó dijo...

Una de las grandes, sin duda. Y de las primeras poet(is)as argentinas que traduje, como a vos, intensamente. Lástima que perdiera su contacto. De correos me devolvieron los libros de Maria Grech Ganado y míos. Algunos de esos poemas los traduje hace más de un tiempo. En fin, morriña y reconocimiento, querida Gruss.
Un abrazo.
Pere (acá debería haber una rosa)

Horacio dijo...

Llegué al Blog por el libro 200 años de Poesía Argentina. Movilizado por el poema: "Juegos con mi hija". Me interesa la mirada de la poesía sobre la infancia y el lenguaje
Así es, los espejos, la mirada de la madre, el primer espejo, ahí comienza el lenguaje.
Saludos

Irene Gruss dijo...

Pere, gracias por pasar. Por mail te contacto con ella, Irene

Irene Gruss dijo...

Horacio, bienvenido; Irene

Silvina dijo...

"Pero aquel brazo en alto, aquella duda." qué buena es!

Irene Gruss dijo...

Hola, Silvina, gracias por su visita; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char