viernes, 3 de septiembre de 2010

Mi deseo está en calma

Dos poemas más de
WILLIAM BUTLER YEATS

(Irlanda, 1835-Francia, 1939)


Un acre de hierba

Una pintura y un libro son
Un acre de fresca hierba
Para aire y ejercicio,
Ahora la fuerza del cuerpo se va;
Medianoche, una vieja casa
Donde nada cruje sino un ratón.

Mi deseo está en calma.
Aquí en el final de la vida
Ni la libre imaginación,
Ni el molino de la mente
Consumiendo sus harapos y sus huesos,
Pueden hacer que la verdad sea conocida.

Concédanme el delirio de un viejo,
Debo rehacerme
Hasta ser Timon y Lear
O aquel William Blake
Que golpeó la pared
hasta que la verdad obedeció su llamado;

Una mente que Miguel Angel supo
Que puede atravesar las nubes,
O inspirada por el delirio
Sacudir a los muertos en sus mortajas;
Olvidada por la humanidad,
La mente de águila de un viejo.

 **
Traducción de Laura Witner y José Villa, revista 18 Whiskys, números 3/4, Buenos Aires, 1993
Tomado del blog campodemaniobras.blogspot.com
***
ACEITE Y SANGRE


En tumbas de oro y lapislázuli
cuerpos de santos y santas exudan
aceite milagroso, fragancia de violeta.

Pero bajo los pesados cúmulos de arcilla pisoteada
yacen cuerpos de vampiros pletóricos de sangre;
sus mortajas están ensangrentadas y sus labios están
húmedos.

Versión de Alberto Girri
**
Foto tomada de suzannemorrison.blogspot.com

6 comentarios:

hugo luna dijo...

gracias gracias... el primer poema... los dos

Irene Gruss dijo...

Merci, merci!, Irene

silvia camerotto dijo...

qué maravilla!

Irene Gruss dijo...

¿Ha visto? Gracias, Irene

Griselda García dijo...

Genial, gracias Irene!

Irene Gruss dijo...

Gracias a ud, Griselda, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char