miércoles, 25 de enero de 2012

Vapor visible contra el aire frío

Dos poemas inéditos de CLAUDIA PRADO
(Puerto Madryn, Chubut, Argentina, 1972; actualmente reside en Buenos Aires)

Sala de espera

¡Ah!, me dice. A éste
no se le entiende. Se ampara
en que la poesía es…
y no le sale la palabra
para explicar el disgusto.
Sentado enfrente un chico
con auriculares y ortodoncia
fija la mirada en el vacío
y yo acierto: ¿polisémica?, digo.
¡Eso!, afirma mi amigo burlón
alguien que lo escuche pensaría
que sus poemas
hablan de una sola cosa.
Una señora
desordena el revistero.
Nosotros no, leemos juntos
un libro que trajimos
y él me habla
como si yo también
estuviese en el negocio.
Nuestro programa es insólito:
vivimos a cientos de kilómetros
y hoy estamos conversando
en la sala del dentista.
Es que él es viejo
y a su edad sería de mal agüero
suspender el turno
que se esperó muchos días.
Hace años escribió
de los turnos de agua, el agua
de acequia para regar la viña.
Los últimos versos dicen
cuando cierran la compuerta
se te acaba el mundo
y al llegar el silencio él
casi siempre se ríe.

Como esos
que en una sobremesa
hacen música golpeando
botellitas de gaseosa
así, cuando está mi amigo
en el patio de su casa
o en la sala del dentista,
todo alrededor
empieza a girar, sonar
tener sentido.
*** 
mediomundo 
 
Este cuaderno
me lo trajeron de otro mundo.
Hace mucho tiempo
anoté en la primera hoja
los detalles de una tarde:
las manos heladas, el reflejo
del agua y nuestras voces
vapor visible contra el aire frío.
Son unas cinco o seis hileras                                       
de imprenta desprolija.
Es mi letra y sin embargo                                            
hay palabras que no entiendo. 
Hasta ahora
el cuaderno estaba en un cajón.
Adentro, esa señal casi ilegible
y noventa y nueve
páginas vacías.
Dejo un espacio
que corresponde a muchos años
y empiezo. Los renglones
resultan ajustados
para esta letra
que por falta de ejercicio
pierde compostura.
Dicen que si tirás del hilo
una palabra trae a la otra
y se hace de este lado
en la superficie de la hoja
un montoncito. El coletazo
de un cardumen que boquea
y pide un poco de agua, un balde
en el que girar un rato.
Intento escribir
sobre ese mediomundo
de peces centelleando.
A las palabras de antes
agrego la marea, el sol
secando el muelle
nosotras volviendo
con los brazos cansados. 
**
Foto: tomada de cartasdesdeeljardin.blogspot.com

2 comentarios:

hugo luna dijo...

hermoso, Irene. gracias. (hermoso!)

Irene Gruss dijo...

Gracias, don. Un abrazo, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char