martes, 3 de abril de 2012

Un rayo que parte una casa en su fiesta


Tomada de  entrevistasamispoetascontemporaneos
LAURA GARCÍA del CASTAÑO 
(Córdoba, Argentina, 1979)


Esto es la música



Un músculo que transpira la calma en su fiebre
Un rayo que parte una casa en su fiesta.
Un piano
que maúlla a las puertas de un niño viejo,
y le trae su infancia
como flores a una virgen muerta.


Sólo está a salvo quien conoce la música
Quien ha afinado una herida
Quién ha crujido un compás frente a las propias tumbas.


Porque la melodía puesta en las cosas rotas te impide morir.
***
Comenzar a ser opuesto


Morir es comenzar a vivir del lado que no se veía.
Hablar en otra lengua,
invertir los sentidos, saborear con el asombro de la mirada.
Todo corre a la quietud,
todo llega hacia la pérdida.
La escritura corre hacia la quietud de la escritura
quizás llegue hasta la invalidez del silencio.
***
Negativo


Hay un exceso de luz en lo que miro. 
un exceso de fe. 
Con el mismo fervor que la luz aniquila su verdad, 
temo. 
el negativo es la sospecha de oscuridad 
de algo que excede su luz. 
el temor es el negativo. 
miedo de luz 
miedo de exceso de fe en lo que miro. 

4 comentarios:

EG dijo...

Una gran poeta. Lo digo en todos lados. Si me lee va a pensar que estoy loca. Pero es mi verdad.

Irene Gruss dijo...

Sí, hay que sacarle un poco a la Alejandra de la cabeza, y que camine solita nomás. Gracias, Irene

Laura García del Castaño dijo...

No tengo a Alejandra en la cabeza. Camino sola, con inquietudes y deseos pero sola al fin.

Irene Gruss dijo...

Bueno, Laura, me alegro, pues. Mi abrazo y encantada; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char