(Buenos Aires, Argentina, 1985)
en constante movimiento, para qué?
Sin ir más lejos, eso que yo llamo mi casa
por no decirle lluvia de madrugada
aunque lo sea, o incluso embarcación en altamar,
no deja, por eso, de tener un puerta
por donde entra el viento, la luz, el polvo,
como vos, constantes forasteros que la pueblan.
Pienso en mi corazón o en el tuyo, y me maravillo.
¿Qué habré hecho para merecer
otra mañana, qué extraña energía me empuja
hacia el presente? ¿Y a vos?
Llegás como si nada, y nada me resulta
tan asombroso como esto de que estés
a mi lado, sin fisuras, vos, a quien creí parte
del viento huracanado que, según dijiste,
parecía mover la casa de lugar.
Y en efecto, desde que llegaste, todo
parece haber sido movido. De pronto, tomás la guitarra
y dejás de hablarme para ponerte a cantar.
Qué extraño sentir que ahora este mundo llega
hasta donde llega tu voz.
Dios mío,
¿no serás acaso algo que desde siempre,
desde antes incluso que yo llegara, conmueve,
atrae y rodea mis fuerzas?
Antes de que todo esto termine, antes
de que calles y juntes tus cosas para irte,
miro mis manos, las abro y cierro
mientras la música sigue melodiosa
como corriendo entre mis dedos…
¿Quién, yo podría preguntarte, puede detener los huracanes?
Ahora, mientras lavo los platos la mañana siguiente
vuelvo a mirar mis manos, y me pregunto,
¿quién no es asombroso como un huracán,
quién no es un mundo atravesado de huracanes?
***
Foto: Tomada de clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com.ar
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