sábado, 23 de junio de 2012
Señor, soy el hombre que nada
HÉCTOR VIEL TEMPERLEY
(Argentina, 1933-1987)
EL NADADOR
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y la de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arrollos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.
Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.
Soy el nadador, Señor, el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.
Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía el agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.
Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
hacen ruido de alas.
Nadador, 1967, Obra Completa, Ediciones del Dock 2006
***
Hospital Británico
Mi madre es la risa, la libertad, el verano.
Hospital Británico
Mes de Marzo de 1986
Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura
de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.
Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de
la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del
mundo.
Mi madre es la risa, la libertad, el verano.
A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.
Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara
-en Tu llanto- para comenzar todo de nuevo.
Hospital Británico
Mes de Marzo de 1986
( Versión con esquirlas
y "Christus Pantokrator")
Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura
de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.
Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de
la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del
mundo
Mi madre es la risa, la libertad, el verano.
A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.
Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara
-en Tu llanto- para comenzar todo de nuevo.
Hospital Británico
La muchacha regresa con rostro de roedor,
desfigurada por no querer saber lo que es ser
joven.
Llevando otro embarazo sobre las largas piernas, me
pide humildemente fechas para una lápida. (1984)
Hospital Británico
¿Quién puso en mí esa misa a la que nunca llego?
¿Quién puso en mi camino hacia la misa a esos patos
marrones -o pupitres con las alas abiertas-que se
hunden en el polvo de la tarde sobre la pérgola que
cubrían las glicinas ? (1984)
Hospital Británico
Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia
mi cuerpo . (1984)
Pabellón Rosetto
Aquella blanca pared nueva, joven, que hablaba a
las palmeras de una playa -enfermeras de pechos de
luz verde- en una fotografía que perdí en mi
adolescencia.
Pabellón Rosetto
Soñé que nos hundíamos y que después nadábamos
hacia la costa lentamente y que de nuestras sombras
de color verde claro huían los tiburones. (1978)
Pabellón Rosetto
Si me enseñaras qué es el verde claro... (1978)
Pabellón Rosetto
Es difícil llegar a la capilla: se puede orar entre
las cañas en el viento debajo de la cama. (1984)
"Christus Pantokrator"
La postal tiene una leyenda: "Christus Pantokrator,
siglo XIII".
A los pies de la pared desnuda, la postal es un
Christus Pantokrator en la mitad de un espigón
larguísimo. (1985)
"Christus Pantokrator"
Entre mis ojos y los ojos de Christus Pantokrator
nunca hay piso. Siempre hay dos alpargatas
descosidas, blancas, en un día de viento.
Con la postal en el zócalo, con Christus
Pantokrator en el espigón larguísimo, mi oscuridad
no tiene hambre de gaviotas. (1985)
"Christus Pantokrator"
La postal viene de marineros, de pugilistas viejos
en ese bar estrecho que parece un submarino-de
maderas y latas-hundiéndose en el sol de la ribera.
La postal viene de un Christus Pantokrator que
cuando bajo las persianas, apago la luz y cierro
los ojos, me pide que filme Su Silencio dentro de
una botella varada en un banco infinito. (1985)
"Christus Pantokrator"
Delante de la postal estoy como una pala que cava
en el sol, en el Rostro y en los ojos de Christus
Pantokrator. (1985)
Sé que sólo en los ojos de Christus Pantokrator
puedo cavar en la transpiración de todos mis
veranos hasta llegar desde el esternón, desde el
mediodía, a ese faro cubierto por alas de naranjos
que quiero para el niño casi mudo que llevé sobre
el alma muchos meses. (Mes de Abril de 1986)
Larga esquina de verano
Alguien me odió ante el sol al que mi madre me
arrojó. Necesito estar a oscuras, necesito regresar
al hombre. No quiero que me toque la muchacha, ni
el rufián, ni el ojo del poder, ni la ciencia del
mundo. No quiero ser tocado por los sueños.
El enano que es mi ángel de la guarda sube
bamboleándose los pocos peldaños de madera
ametrallados por los soles; y sobre el pasamano de
coronas de espinas, la piedra de su anillo es un
cruzado que trepa somnoliento una colina: burdeles
vacíos y pequeños, panaderías abiertas pero muy
pequeñas, teatros pequeños pero cerrados-y más
arriba ojos de catacumbas, lejanas miradas de
catacumbas tras oscuras pestañas a flor de tierra.
Un tiburón se pudre a veinte metros. Un tiburón
pequeño -una bala con tajos, un acordeón abierto-se
pudre y me acompaña. Un tiburón-un criquet en
silencio en el suelo de tierra, junto a un tambor
de agua, en una gomería a muchos metros de la
ruta-se pudre a veinte metros del sol en mi cabeza:
El sol como las puertas, con dos hombres
blanquísimos, de un colegio militar en un desierto;
un colegio militar que no es más que un desierto en
un lugar adentro de esta playa de la que huye el
futuro. (1984)
Larga esquina de verano
¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede
servirse de los cielos, y de las nubes y las aves,
para observarme las entrañas?
Amigos muertos que caminan en las tardes grises
hacia frontones de pelota solitarios: El rufián que
me mira se sonríe como si yo pudiera desearla
todavía.
Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me
hundo en la iglesia de desague a cielo abierto en
la que creo. Espero la resurrección espero su
estallido contra mis enemigos- en este cuerpo, en
este día, en esta playa. Nada puede impedir que en
su Pierna me azoten como cota de malla -y sin
ninguna Historia ardan en mí- las cabezas de
fósforos de todo el Tiempo.
Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro
Federal en los ojos. Mi vida es un desierto entre
dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito
dormir, pero el sol me despierta. E1 sol, a través
de mis párpados, como alas de gaviotas que echan
cal sobre toda mi vida; el sol como una zona que me
había olvidado; el sol como un golpe de espuma en
mis confines; el sol como dos jóvenes vigías en una
tempestad de luz que se ha tragado al mar, a las
velas y al cielo. (1984)
Larga esquina de verano
La boca abierta al viento que se lleva a las
moscas, el tiburón se pudre a veinte metros. E1
tiburón se desvanece, flota sobre el último asiento
de la playa-del ómnibus que asciende con las ratas
mareadas y con frío y comienza a partirse por la
mitad y a desprenderse del limpiaparabrisas, que en
los ojos del mar era su lluvia
Me acostumbré a verlas llegar con las nubes para
cambiar mi vida. Me acostumbré a extrañarlas bajo
el cielo: calladas, sin equipaje, con un cepillo de
dientes entre sus manos. Me acostumbré a sus
vientres sin esposo, embarazadas jóvenes que odian
la arena que me cubre. (1984)
Larga esquina de verano
¿Toda la arena de esta playa quiere llenar mi boca?
¿Ya todo hambre de Rostro ensangrentado quiere
comer arena y olvidarse?
Aves marinas que regresan de la velocidad de Dios
en mi cabeza: No me separo de las claras paralelas
de madera que tatuaban la piel de mis brazos junto
a las axilas; no me separo de la única morada-sin
paredes ni techo- que he tenido en el ígneo
brillante de extranjero del centro de los patios
vacíos del verano, y soy hambre de arenas-y hambre
de Rostro ensangrentado.
Pero como sitiado por una eternidad, ¿yo puedo
hacer violencia para que aparezca Tu Cuerpo, que es
mi arrepentimiento? ¿Puedo hacer violencia con el
pugilista africano de hierro y vientre
almohadillado que es mi pieza sin luz a la una de
la tarde mientras el mar -afuera- parece una
armería? Dos mil años de esperanza, de arena y de
muchacha muerta, ¿pueden hacer violencia? Con
humedad de tienda que vendía cigarrillos negros,
revólveres baratos y cintas de colores para
disfraces de Carnaval, ¿se puede todavía hacer
violencia?
Sin Tu Cuerpo en la tierra muere sin sangre el que
no muere mártir; sin Tu Cuerpo en la tierra soy la
trastienda de un negocio donde se deshacen cadenas,
brújulas, timones -lentamente como hostias- bajo un
ventilador de techo gris sin Tu Cuerpo en la tierra
no sé cómo pedir perdón a una muchacha en la punta
de guadaña con rocío del ala izquierda del
cementerio alemán (y la orilla del mar espuma y
agua helada en las mejillas-es a veces un hombre
que se afeita sin ganas día tras día).( 1985)
Larga esquina de verano
¿Soy ese tripulante con corona de espinas que no ve
a sus alas afuera del buque, que no ve a Tu Rostro
en el afiche pegado al casco y desgarrado por el
viento y que no sabe todavía que Tu Rostro es más
que todo el mar cuando lanza sus dados contra un
negro espigón de cocinas de hierro que espera a
algunos hombres en un sol donde nieva ? ( 1985 )
Tu Rostro
Tu Rostro como sangre muy oscura en un plato de
tropa, entre cocinas frías y bajo un sol de nieve;
Tu Rostro como una conversación entre colmenas con
vértigo en la llanura del verano; Tu Rostro como
sombra verde y negra con balidos muy cerca de mi
aliento y mi revólver; Tu Rostro como sombra verde
y negra que desciende al galope, cada tarde, desde
una pampa a dos mil metros sobre el nivel del mar;
Tu Rostro como arroyos de violetas cayendo
lentamente desde gallos de riña; Tu Rostro como
arroyos de violetas que empapan de vitrales a un
hospital sobre un barranco. (1985)
Tu Cuerpo y Tu Padre
Tu Cuerpo como un barranco, y el amor de Tu Padre
como duras mazorcas de tristeza en Tus axilas casi
desgarradas. (1985)
Tengo la cabeza vendada (texto profético lejano)
Mi cabeza para nacer cruza el fuego del mundo pero
con una serpentina de agua helada en la memoria. Y
le pido socorro. (1978)
Tengo la cabeza vendada
Mariposa de Dios, pubis de María: Atraviesa la
sangre de mi frente-hasta besarme el Rostro en
Jesucristo (1982)-.
Tengo la cabeza vendada (textos proféticos)
Mi cuerpo-con aves como bisturíes en la
frente-entra en mi alma. (1984)
El sol, en mi cabeza, como toda la sangre de Cristo
sobre una pared de anestesia total. (1984)
Santa Reina de los misterios del rosario del hacha
y de las brazadas lejos del espigón: Ruega por mí
que estoy en una zona donde nunca había anclado con
maniobras de Cristo mi cabeza. (1985)
Señor: Desde este instante mi cabeza quiere ser,
por los siglos de los siglos, la herida de Tu Mano
bendiciéndome en fuego. (1984)
El sol como la blanca velocidad de Dios en mi
cabeza, que la aspira y desgarra hacia la nuca.
(1984)
Tengo la cabeza vendada (texto del hombre en la
playa)
El sol entra con mi alma en mi cabeza (o mi
cuerpo-con la Resurrección-entra en mi alma).
(1984)
Tengo la cabeza vendada (texto del hombre en la
playa)
Por culpa del viento de fuego que penetra en su
herida, en este instante, Tu Mano traza un ancla y
no una cruz en mi cabeza.
Quiero beber hacia mi nuca, eternamente, los dos
brazos del ancla del temblor de Tu Carne y de la
prisa de los Cielos. (1984)
Tengo la cabeza vendada (texto del hombre en la
playa)
Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo desierto
de esta vida de mi vida; vi a mi eternidad, que
debo atravesar desde los ojos del Señor hasta los
ojos del Señor. (1984)
Me han sacado del mundo
Soy el lugar donde el Señor tiende la Luz que El
es.
Me han sacado del mundo
Me cubre una armadura de mariposas y estoy en la
camisa de mariposas que es el Señor-adentro, en mí.
El Reino de los Cielos me rodea. El Reino de los
Cielos es el Cuerpo de Cristo-y cada mediodía toco
a Cristo.
Cristo es Cristo madre, y en El viene mi madre a
visitarme.
Me han sacado del mundo
"Mujer que embaracé", "Pabellón Rosetto", "Larga
esquina de verano": Vuelve el placer de las
palabras a mi carne en las copas de unos eucaliptus
(o en los altos de "B.", desde los cuales una vez
-sólo una ve- vi a una playa del cielo recostada en
la costa).
Me han sacado del mundo.
Transfer
interrupted!
La muerte es el comienzo de una guerra donde jamás otro hombre podrá ver mi esqueleto. La libertad, el verano (A mi madre, recordándole el fuego) Porque parto recién cuando he sudado y abro una canilla y me acuclillo como junto a un altar, como escondido, y el chorro cae helado en mi cabeza y desliza su hostia hacia mis labios, envuelta en los cabellos que la siguen. ( 1976) Vengo de comulgar y estoy en éxtasis aunque comulgué con los cosacos sentados a una mesa bajo el cielo y los eucaliptus que con ellos se cimbran estos días bochornosos en que camino hasta las areneras del sur de la ciudad -el vizcaíno, santa adela, la elisa. (1982) Por las paredes de los rascacielos el calor y el silencio suben de nave en nave: Obsesivo verano de fotógrafo en fotógrafo, ojos del Arponero que rayan lo que miran, Ser de avenidas verticales que jamás fue azotado. (1978) Después íbamos al Africa cada día de nuevo-antes que nada, antes de vestirnos-mientras rugían las fieras abajo en el zoológico, subía un sol sangriento a sus jazmines, y nosotros nos odiábamos, nos deseábamos, gritábamos... (1978) Instantes de anestesia, de lento alcohol de anoche todavía en la sangre de pie de una muchacha desnuda y más dorada que la escoba: Necesito aferrarme de nuevo a la llanura, al ave blanca del corpiño en la pileta de lavar, detrás de la estación y entre las casuarinas. (1984) Tengo la foto de dos novios que cayeron al mar. Están vestidos de invierno, los invito a desnudarse. En las siestas nos sentamos junto a la bomba de agua y nos miramos: de nuevo embolsan luz los pechos de ella; él amaba a los caballos v una vez intentó suicidarse. (1978) Necesito oler limón, necesito oler limón. De tanto respirar este aire azul, este cielo encarnizadamente azul, se pueden reventar los vasos de sangre más pequeños de mi nariz. (1969) Y a las siestas, de pie, los guardavidas abatían la sal de sus cabezas con una damajuana muy pesada, de agua dulce y de vidrio verde, grueso, que entre todos cuidaban. (1982) Yace muriéndose Toda la transpiración de mi cuerpo regresará a mis ojos cuando muera el tambor en donde fui formado y hablé con El-como un niño borracho-entre sillas caídas, río crecido y juncos. Todas las lágrimas de mi vida volverán a mis ojos; y por las hondas sedas de un pecho de caballo querré internarme, huír, refugiarme en mi casa de trozos esparcidos de ballenas: mi casa como cuerpo de varón recién nacido en el tórrido vientre del silencio. (1985) Yace muriéndose Nunca más pasaré junto al bar que daba al patio de la Capitanía. No miraré la mesa donde fuimos felices: El sol como ese lugar bajo las aguas de un río de tierra y de naranjas donde antes de aprender a caminar miré a Dios como un hombre que sabe qué es la guerra. El sol como esas aguas de tierra y de naranjas donde sin extrañar la respiración, el aire, lo miré de este modo: "Recuerdo una victoria lejana (tantos salvados rostros que después nadie quiere recordarme) y estoy en paz con mi conciencia todavía". (1984) Yace muriéndose La dejé sobre un lecho de vincapervincas altas, frías, violáceas. Por su final de arroyo, la herida de mi frente llora en las flores y agradece. Yace muriéndose Dentro de cuatro días llegará a Tu Océano con uno de mis soldaditos dormido sobre sus labios. Y se dirá, sonriéndome: "Es lo poco que hace que este hombre iba al centro del sol cada mañana con un puñado de soldados de plomo. Es lo poco que hace que en el centro del sol, cada mañana, su corazón era un puñado de soldados de plomo entre gallos" Dormido sobre sus labios Pequeño legionario, ¡cuánto viento! Pedacito de plomo, pedacito de Sahara: Vendrán veranos no obsesivos; pasarán los hijos de mis hijos. (1978) Yo puedo hachar todo el día pero no puedo cavar todo el día. No puedo cavar en ningún lado sin estar esperando que aparezca de pronto un soldado de plomo entre mis pies desnudos. ( 1978 ) Para comenzar todo de nuevo Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido. Para comenzar todo de nuevo El verano en que resucitemos tendrá un molino cerca con un chorro blanquísimo sepultado en la vena. (1969)
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
Gracias por traerlo a Viel, Irene.
se habrió perturbado? lo vielon?
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