jueves, 29 de noviembre de 2012
Se puede ser un acróbata del fracaso
Tres poemas inéditos
de JUAN CARLOS MOISÉS
(Sarmiento, Chubut, 1954)
La realidad
En nuestro lenguaje de todos los días, mi amor,
le vamos dando nombre a la realidad.
Pero le hacemos creer que es
lo que dice que es.
***
Un pollo mojado
Amor, humor, dolor: palabras de uso
común, que en el poema buscan
tener ocupación cuando lo leas.
No de otro modo es posible admitir
que los sustantivos también contemplan
un punto medio y justo de las cosas.
Tu cuerpo ya había recibido las descargas
de fondo, con sus detonaciones,
y algo cambió para siempre
cuando el bisturí en la mano del cirujano,
bajo la luz irreal del quirófano,
se deslizó desde la axila hasta el centro
de tu pecho, indoloramente,
y no sólo porque nos habíamos
propuesto desestimar la congoja.
El pelo te había crecido
y fue una sorpresa la aparición
de unos rulos entrometidos
con los que nos permitimos
especulaciones graciosas.
De regreso en nuestra casa del sur,
donde pies y pensamientos se aparean
de igual modo, al final del día, en la curación
de cada noche, trataba de que no me temblaran
las manos en el momento de ayudarte
a cambiar la gasa de los drenajes.
Hoy, durante el día, volví a pensar
en la escena teatral que anoche
nos tuvo de protagonistas
en la intimidad del baño de la casa.
¡Ay, mi amor, mi amor!, dijiste, como queja,
cuando entraste decidida a no salir.
Y mientras te desnudabas frente al espejo
con un pudor que no conocíamos
y me preguntabas cuánto iba a tardar
en la ducha, podía ver a través del vapor
la imagen mutilada que de tu cuerpo
devolvía el reflejo empañado.
¡Toda la vida te amaré!, dije cantando,
¿te parece poco? (no hacía falta decir más)
y te reclamaba para que te unieras
bajo la lluvia caliente como antes.
Tu respuesta fue salpicarme con gotas
de agua fría que en la canilla del lavatorio
juntaste en el cuenco de tus manos.
¡Soy un pollo mojado!, dije, tiritando.
Giré la canilla y salí con pies resbaladizos
fregándome los ojos para ver
que me esperabas con una mueca en tu cara
al alcanzarme la toalla como Eva en el paraíso.
Te asusté cuando di ese grito en el espasmo
—¡Aaaah, esto sí que es el amor!
***
El fracaso
Se puede saber como nadie lo que es el fracaso,
se puede ser un acróbata del fracaso
y asegurar que lo peor está por venir
y que, sea lo que sea aquello que venga,
no hará olvidar lo malo que ya pasó o acaba de pasar.
Incluso, en un acto de piedad, hay quienes
se ofrecen para desalentarnos con el triunfo
sin hacernos desistir de nuestro tonto orgullo.
Pero si el fracaso es el pozo, mientras haya
vida, del pozo se sale hacia arriba, y de esto
se puede hacer algo más que una especulación.
A veces interviene la abuela, que nos conoce
mejor que ninguno, y con todos y cada uno
de los años encima pone la nota apropiada
—Mientras no se enamoren del dolor en vano…
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
Este último poema me recuerda a algo que escribí recientemente:
Ni siquiera Bartleby
Por que creer que todos
tenemos algo para decir
Ni siquiera el silencio
después de la creación
Sólo el árido desierto
En la mente
sólo la nada
Ni siquiera el fracaso
de Salieri (el de la película, por supuesto)
Ni siquiera el poder
de renunciar a no crear
Ni siquiera soñar un poema
Ni siquiera
“esto lo toqué mañana”.
Ni siquiera Bartleby.
Horacio
Hermoso, gracias por compartirlo!
Saludos.
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