martes, 26 de marzo de 2013

Hace tres años que pintas esa puesta de sol annie


ALEJANDRO SCHMIDT
 (Villa María, Córdoba, Argentina, 1955) 

Del diario de la pintora anglo-norteamericana Ann Porter (1950-1976)

mirando entre los visillos el sudario marrón de la ciudad
las ciudades de la ciudad
en su lienzo óxido aclimatado
por respiraciones de oprobio y dolor
piensas en tu candor
rota
enteramente rota como el grano en la piedra
referencias a tu candor
apostillas
dialectos
los ciruelos son tan rojos
y las puestas de sol
los mares bíblicos, tu vientre era rojo madre
por dentro
pero, entonces,
no miraba yo entre los visillos
¿te perdonaré jamás estos peces de color flotando secos en la mente?
cuando aprendía a dibujar
es decir
tras la disciplina
el espionaje de la realidad
algo desfalleció en mi
algo que era leve y sincero como un ojo desnudo

los ruidos del ascensor conmueven la atmósfera del cuarto
ella borra escorzos cerca de la lámpara floreada

-hace tres años que pintas esa puesta de sol annie
-no lograrás esos ciruelos albany
-su sabor se
-veía

al menos tú salivabas ante el rojo como ese perrito pavlov
-tres años esperando la luz de junio-

el hotel sube y baja carnaza
con números en la espalda pasan frente a tu puerta
el conserje, los botones,
los pasajeros piensan que duermes
y que tu vida es fácil

ellos no saben lo que desnuda el rojo en la visión vestida

¿qué se puede extraer el arte abstracto? sería lo mismo que comer
triángulos y acostarse con una máquina de coser
de La boca del caballo. Joyce Cary

de lo que pensabas en torno al louvre

ornamentos
escolios
etopeyas

las hormigas intercambian signos sobre la columnata de perrault
grises dinámicos
puntos de blando acero
los arácnidos antes y después
mucho después louvre ¿labraste tu mesa escritorio pierre migeon II?
en vuestra cama effiat los reyezuelos punk arengan
al desprecio
pero el gris, único color que llueve,
seguirá allí
antes y después de mucho tiempo
algo tan digno el gris
no pretende
pretendes demasiado de mi vida, madre, demasiado amarillo
y centavos
era/s tan roja a través de ti

cualquier noche
dialogando con j. steinbeck
recuestas el tubo telefónico
en tu almohada -como un muñón pulcro y servicial-
y john te describe los tonos de su vajilla cherokee

abajo
las bocinas
son cuernos de caza

conociste el amor
mientras pintabas un mural
sobre el lienzo de la mortaja

anotaciones de tu relación con lazlo (1)
el hombre de la belleza alambrada

imposibilidades
epígrafes

oh amor
¿eres el dragón
soy yo la mujer vestida de sol?(2)
me calcé esta túnica
para que demores pintando
los camafeos rojos del deseo
¿sientes mi pubertad cercana a las pléyades?(3)
ámame lazlo
así como yo amo
la fuerza de tu brazo

(1) lazlo toth, sueco, en la década del ’70 atacó a martillazos La Piedad de Miguel Ángel, como acto de protesta por la discriminación a la que es sometida la fealdad
(2) acuarela de William Blake que ilustra el capítulo 12 y sus primeros versículos en el Apocalipsis
(3) la pubertad cercana o Las pléyades –Max Ernst-1921- collage de fotografías, aguada y óleo

el viento ondula toneladas de oro rojizo
en el lecho del gran cañón del colorado

una nube cae a hacia tu pelo
y comprendes

-porque cada color se ha erguido ante ti
y la furia tenebrosa de lo Real-

que los ciruelos no darán su jugo
ni una legión de galerías
donde cada mirada es filo

finales
epitafios
brumas

dear mamma
recibe pronto esta versión de la virgen de las rocas
allí la madonna tiene mi rostro y cada piedra el tuyo
posiblemente la fundación rockefeller
adquiera el acrílico (llamado) la rosa es un número saltarín
en el balance de la trilatteral comission
y puedas sentarte entonces
a padecer las rentas

…sólo la ceguera podría desnudar esta visión…


03/05/76
Washington Post: el cuerpo de la porter fue hallado en la madrugada de ayer
con una lezna clavada en su ojo izquierdo

Newsweeck: trágico fin de una gran expresionista

Times: su mural ritos  fúnebres para ciudades importantes se reproduce en la portada

Fortune: espectacular cotización de los lienzos de porter

obscenidades
banalidad

… desde el ojo vaciado
una sustancia grisácea
trepana el sudario palpitante.

De Serie Americana (segunda edición corregida). Ediciones Recovecos, Córdoba, Argentina, 2008.
***
Una esquela a Carlos Schilling cuando se reeditaba Serie Americana
Serie Americana, entre la libertad y la nada

Viví en Córdoba entre el '85 y el '87 haciendo y vendiendo sándwiches de miga en los quioscos Nueva Córdoba y trabajando en la distribuidora de repuestos de electricidad automotor del Cacho Moro, ya estaba en su agonía la ilusión alfonsinista, los sueños de justicia, las etcéteras de la impertérrita ilusión argentina, un día llega Víctor Redondo y compartimos una semana en un depto prestado por la poeta Tessie Ricci (muerta de un tumor cerebral a los 28 años) cerca de los Tribunales, la lectura de Ray Wallace, su entusiasmo por el texto desató la idea de continuarlo en otro registro, de hacer un libro a propósito el tema, los nueve poemas restantes se escribieron en los tres meses siguientes y se publicaron prácticamente sin correcciones.
Un par de textos los escribí en la oficina-depósito de Cacho cerca del neuro en barrio General Paz y el resto en la Plaza Colón por donde derivaba en esa época, sabía ir a un bar con billares que había cerca a mirar tele, a tomar café. Durante ese año y medio me mudé media docena de veces en Córdoba, siempre en casa de amigos o a través de precarios alquileres, leí y releí incesantemente la Antología de Poesía Argentina de Raúl Gustavo Aguirre, a Wallace Stevens, Pound, Bayley, la Biblia y poco más y poco más. Durante unos meses que paré en barrio Iponá iba a la universidad, a la noche, a cursar Epistemología, me quedaba a pocas cuadras, me distraía… Estuve en el grupo que fundó y editó la docena de números de la revista de ciencia ficción y literatura, El plumín infrarrojo, me veía seguido con Adán Vicente Limia (que fue viceintendente de Kammerath y se murió de un infarto en el Senado, trabajamos de mozos en los corsos de San Vicente, comíamos dos panchos y un vaso de coca por tres pesos… Me iba a tomar la sopa al Mercado Norte, a cenar con Crist, a pasar un par de días a Carlos Paz con Parferniuk (el rusito se iba a laburar y me dejaba 5 pesos en la mesa de luz para que desayunara…), andares, las calles esas, las miserias esas que subían a un cielo hoy todavía íntimo, real.
"Porsche" se me ocurrió viajando en colectivo a lo de una novia en el barrio Crisol, mucho calor y mucha gente en el bondi y veo pasar a un tipo en un coche muy lindo, muy cómodo, muy fresco, al llegar escribí "Porsche" de un tirón en la cocina, ese poema fue el que más se reeditó y citó o el que permaneció, de a ratos, en esa especie de memoria que llevan los poemas (alguna idea, un tono, un par de versos…), se reprodujo en La Danza del Ratón (Bs. As.) y en la revista de arte y literatura Lápiz japonés (Bs. As., que fundó, y dirigió Sergio Langer), en otro lados que no recuerdo ahora… el resto de los poemas más bien quedaron en el libro y punto.
Cuando mandé Serie americana a algunos amigos en Córdoba me dijeron que era antipoesía, que estaba mal escrito, que por qué no le había puesto Serie norteamericana por ejemplo, en fin, banalidades, apreciaciones que no quitaron ni otorgaron nada, fue una edición de autor de quinientos ejemplares que sobre todo anduvo por mi pueblo y los amigos de entonces, les gustó a Giannuzzi, a Lamborghini, a pocos, poquísimos más… Con el paso del tiempo para mi estupor las –digamos- dos siguientes generaciones de poetas cordobeses encontraron allí, no sé, algo que les hablaba o que acaso anticipaba otras búsquedas, otros temas.
No fue un propósito, una profecía, ni nada por el estilo, escribí la Serie americana con un sentimiento y un impulso –que sólo volví a lograr en El Patronato- de absoluta libertad de, no importa, ya está, me di el gusto… Ahora, veinte años después, tal vez pueda encontrar, argumentar, justificar pero hoy, al menos a mí, no me importa sentir más que de la fidelidad a esos años perdidos, a lo que me habitó tan provisoriamente como todo… Hace 40 años que escribo poesía, escribí bastante, leí bastante, eso fue todo, no me interesaron ni me interesan ahora las reflexiones, la retórica, sino más bien saber qué ánimo hubo, qué viento pasó por esa vida, por ésta (Fue una tarea melancólica tipiar todo el libro, evocar pasajes de angustia, de exaltación y hasta esa cosa rara la esperanza, allá en eso años…).
la gratuidad, no sé, recuerdo esos versos tan  hermosos de Juan Larrea en de una vez para siempre:
elige tu más hermosa claridad y tu corazón preferido
es hora de sentarse en medio de la vida//
tus cabellos son tan débiles que tu cabeza puede apenas sostener la noche

eso, Carlos, que ha sido una y otra vez la poesía para mí y para muchos de nosotros tan inexplicable y cierta
tan inútil y necesaria
tan feroz y mansa (como la eternidad, el viento y el río de mi pueblo
por qué iban a importarme otras cosas, por qué, por qué…)
eso
lo autobiográfico, el oscuro dios, el paisaje urbano provinciano, algún ritmo, unas pocas palabras, la caladura del corazón…

Quizás esa negligencia para con los aspectos formales o la hermenéutica de mi escritura le hayan otorgado, en algunos momentos, cierta frescura, cierta independencia, un rasgo genuino… no lo sé y ¿cómo saberlo?
A la hora de citar nombres, referencias, a la hora de aludir o elidir, escribí sencillamente lo que se me cruzó por la cabeza, en la conciencia de que serían –en el último de los casos- notas al pie de la cultura popular norteamericana desde la década del '50 hasta ese momento, en la corrección puse algo más contemporáneo como James Ellroy o Starbucks o el Submarino nuclear, pero muy poco más…
Fueron poemas escritos en voz alta, me interesó el ritmo, el sonido del fluir de conciencia, del salto al piletón. Eso. Más oscuramente el homenaje a los desechos de la cultura de masas, a los billones de horas de televisión y cine de pueblo…
Entre la libertad de escribir lo que se me cante (lo que se me cantó vaya a saber de adónde adentro/fuera) y la nada por horizonte en estos mundos o en esta civilización que ya hace mucho dejó de ser una cultura.
Bueno, querido Carlos, esto nomás, advertí media docena de erratas en el texto que te mandé (ya las he corregido, errores de tipeo, alguna cosita ortográfica y un par de cambios menores),  verás que retiré las dedicatorias porque la gente que apareció en Serie americana hace mucho que no lo hace en mi vida… y… en fin.
Esta esquela se me hizo necesaria, acaso no lo sea para vos.
Va un fuerte abrazo, mi gratitud

Villa María, Córdoba, 15 de febrero de 2008.
**
Tomado de adriancuassolo.blogspot.com.ar

2 comentarios:

Silvina dijo...

Gracias, Irene. Abrazo

Irene Gruss dijo...

A ud, seora, a ud; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char