(San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1899-1957)
La Casa del Acuerdo
He aquí que, como hace tantos años, la calle
se llena de galeras de rancia y alta caja.
Se abre una portezuela, crepuscular. ¿Quién baja?
¿De quién es ese rostro, ese pecho, ese talle?
Caballeros que llegan a la ciudad, del valle,
de la montaña. Polvo con agua y nieve cuaja
cada rueda de cada vehículo en que viaja
la patria misma, para que la guerra no estalle.
Un farol plañe luces. Las sanguíneas baldosas
reverberan. La hierba nace entre sus junturas.
El aire acuña voces. ¿Quién olvida estas cosas?
¿Pedestal de qué heroica figura es el aljibe?
De pronto hay un silencio preñado de futuras
grandezas. Alguien llora. Y el Acuerdo se escribe.
***
AL POETA ANDRÉS DEL POZO
Que me envió una baldosa de la casa natal donde nací
Oh tú, que al repertorio de mis penas
Envías de mi casa una baldosa,
En la que el tiempo, que jamás reposa,
Fijó recuerdos y detuvo arenas.
Pequeño territorio donde apenas
Cabe mi pie, y adolescente rosa
Por su color; y por su forma, losa
Del primer niño que se ahogó en mis venas.
Cuando pienso en el patio y su rumores,
En el hueco dejado, y que así rueda
Hasta mi amor, abandonando amores,
En parecida soledad me encierro,
Pues desde ahora todo lo que queda
Fuerza de esa baldosa es mi destierro.
***
BALADA DE UN DOMINGO DE MI INFANCIA
Mañana el maestro dará prueba escrita
(Mi infancia no tuvo sino días malos).
Sentada en un banco mi infancia recita:
Colón ha partido del Puerto de Palos.
Es día domingo. Llovizna. Hace frío…
…el cuarto es muy grande, yo estoy solo en él.
Parece que arrastra en el cuarto sombrío.
Su cola de seda la reina Isabel.
Es día domingo. Con una constancia
que más dolorosa no pudo haber sido,
sentada en un banco, repite mi infancia:
del Puerto de Palos, Colón ha partido.
Las seis de la tarde. Se encienden candelas.
Se cierran las puertas. La casa es distinta…
Dan miedo, dan miedo, las tres carabelas
la Santa María, la Niña y la Pinta.
***
Déjenme así. Mi corazón no pide
nada más; pues no hay vida tan hermosa
como la que uno para sí decide.
Mi arcilla es mía; nadie hará otra cosa.
¿De qué recuerdos quieren que me olvide?
¿Qué huida me proponen, temerosa?
¿De qué peligros dicen que me cuide
si tengo los del verso y de la prosa?
¿Quién procura tomarme la medida
y el peso, y en el libro de lecciones
anotarme un examen de conciencia?
¿Qué haría con el alma corregida?
Gracias, Dios mío, porque Tú no pones
mi manera de ser en penitencia.
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