jueves, 21 de marzo de 2013

¿Qué tiene que ver la vida con tu estruendosa motocicleta?



Tomada de eleniop.blogspot.com
SERGIO KERN
(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1954)

HERMANO

Carlos,
           sos mi hermano,
y yo,
          soy tu hermano.

Qué tiene que ver la  vida
con tu estruendosa motocicleta?

Carlos,
           sos mi hermano.

Tu inmensa pradera de huesos,
          la que asoma por tu espalda,
          cada vez que deseas irte a dormir con
          tu novia,
qué tiene que ver con la vida?

Carlos,
            soy tu hermano.

Te fuiste al río Paraná,
                   y me llevaste,
volamos sobre el agua,
caminando sobre el muelle,
yo te aconsejaba que vivieras,
                 y vos,
me señalaste un perro muerto.

Pintaste tu Royal Enfield
           con sangre de burgueses.

Te compraste un auto viejo,
para pasear enanos en invierno.

Y cuando te hicieron caso,
    cuando te devolvieron la vida que tanto te
           robaban,
regalaste doscientas miradas fierras,
           y un diente verde.

Carlos,
           sos triste?

Cuando naciste,
                      te bajaron de un caballo,
y no lloraste,
                   pero tosiste amargamente,
y un pájaro negro se voló de tus encías.

Carlos,
yo digo que cuando quieras
tendremos un muerto en nuestra casa.

Carlos, yo pienso que no,
          y vos que sí.

De qué país es tu moto?
          no entiendo su mensaje.

No dejemos que los muertos entren
           en casa, Carlos.

Vigila la puerta,
                       mientras yo duermo.

Tengo ganas de soñar,
           quiero ver  cosas reales
que no veo cuando estoy despierto.

           Vigilarás la puerta?

Tengo sueño,
y ganas de soñar.

          No dejes que entren

Es ver la madrugada después de un sueño
lo que quiero.

Traerás mi lapicera?
yo duermo,
y quiero que dibujes un mono.

             Que sea verde y blanco,
                        que grite despacio
y espante a los muertos.

Carlos,
               cuando duermo,
harás la instalación eléctrica
     de mi cerebro?

Yo duermo,y extraño blanco,

Antes,
          cuando chico,yo gritaba,
y venía la nieve a consolarme,
         se sentaba en mi cama,
y derritiéndose de tristeza,
    me ofrecía un vaso de agua.

No te vayas Carlos,
         no atiendas el teléfono.

Si suena
           deja que el que llama
                             muera incomunicado.

Duermo,
              y una cucaracha
                      duerme dentro de mi media.

hay un ruido,
son las nubes
abrasando a Cristo.

         sangro por el brazo,
         una mosca me ha clavado
                 su cuchillo.

Pero no te asustes,
                      cuida la puerta
           y dejáme dormir.

No dejes que los muertos me acaricien.

Carlos,
            que te cuides,
             que me cuides.

Estoy soñando
         suena la nafta,
se te apagó el cigarro
         y estás viajando a Leones.

Los campesinos han sido devorados
         por las trilladoras
                    y el hambre.

Carlos, la ruta es tuya,
La moto brama
         música pagana,
                     y no me despierta.

             Carlos, sos mi hermano?

Vas por la panamericana,
                      y esa ruta,
             pasa por mi frente.

Todas las rutas del mundo
                    tienen nubes blancas,
          sueños largos
          de la gente que duerme.

Sonrisa de niños muertos
           llanto de ruidos suave.

No quiero ponerme triste,
          ellos ríen plañideros
      y sus dientes
son de frío arroz con leche.

Carlos, no te duermas,
                    el manubrio tiembla.

Por la ruta sos solitario,
     y tu mente juega y piensa.

Sos humano?

Tu humanidad es larga
                     como el río Paraná.

Qué ancho,
       playo,
                barroso y lleno de peces,
que es el río Paraná.

                    Inmensamente profundo,
                              a veces.

Te recorren con redes la cabeza,
     y yo siempre veo pescadores en tu cara.

                Qué pescado
                quieren sacarte?

El pescado de las imaginaciones?
              el de la memoria?

Todo falso,
      todo falso.

Ellos tiene hambre
y es justamente el pescado de carne
             lo que quieren.

Y la vida?
   Qué te dice
          Que la tristeza viene?

Yo tengo sueño
          y el cielo lila
                   me acompaña
          y te acompaña.

Carlos,
                tu moto se muere,
y yo duermo,
          los dos estamos en llamas,
                    y está cerca y azul
                        la madrugada.

de Escuchen, Ediciones El lagrimal trifurca, Rosario, 1982.
***
Truco y chupín de armado 

En el fondo de un rancho
todos tenían hambre,
y adentro de la olla de aluminio,
se estaba cocinando un gran armado.

Sus ojos, cargados de inconmensurable tristeza
emergían vidriosos del chupín.

Todos aplaudían y golpeaban la mesa
jugando al truco.

Con ruido lleno,
encantados de tener hambre,
porque eran las nueve,
y en la cacerola
había un pescado
que no hablaba,
ni aplaudía,
pero que aún siendo comida
los miraba.

(en Poesía Viva de Rosario, IEN, 1976)
***
Había una vez una gata

Había una vez una gata de tres colores: amarillo, blanco, y negro. Era rayada como los tigres. Tenía bigotes largos y dormía todo el día. Cuando los niños se iban a la escuela ella ni se enteraba. Al medio día, cuando los niños volvían le decían:
—¡Tigresa! ¿Eres una gata o una almohada?
La acariciaban y le daban leche. Después de comer, los niños levantaban la mesa; se les caía un vaso y hacía crach. Pero la gata no se despertaba. Durante la tarde, por la ventana de la cocina llegaba el ¡tiii! de las bocinas de los coches o el ¡bram! del tubo de escape de los camiones y también el ¡strach! de un choque en la esquina y la tigresa ni abría un ojo.
Cuando llegaba la noche, todos se iban a la cama a dormir. El departamento quedaba oscuro y en silencio.
Una noche, se empezó a escuchar un miau muy suavecito. ¡Y los ojos de la tigresa se abrieron! Con una patita abrió un poco la puerta y se salió.
Ahora el miau era más grande y después se hizo un MIAU así de grande. Y la tigresa respondió con otro miau que tenía forma de suspiro. Allá abajo en la calle estaba un gato. Se llamaba Esteban.
La Tigresa fue saltando de balcón en balcón hasta llegar a la vereda. Esteban quiso darle un beso pero ella salió corriendo y Esteban corrió tras ella. Pero la Tigresa corría muy rápido y dejó a Esteban con la lengua de fuera. La Tigresa se le acercó y le puso una patita en la cabeza, él quiso abrazarla, pero la gata subió corriendo a un farol y desde allí arriba lo llamó con un miau muy mimoso. A Esteban le daba miedo subir a las farolas, pero se animó y llegó arriba justo cuando la Tigresa saltaba al balcón de la vecina. El gato fue tras la gata y le dijo un MIAAAAUUUU tan romántico que despertó a la vecina, quien le dio un escobazo. Pero la Tigresa lo salvó llevándoselo tomado por la cola. Cuando estuvo repuesto, el gato miró a la gata y le dijo:
—¡Gracias!
—¡Qué gracias! —le contestó la gata— Apúrate. Vamos a mirar la luna desde el techo de aquella casa.
—Me tengo que ir a dormir –dijo al poco rato la gata.
El gato se dio vuelta para preguntarle si no se cansaba nunca. Pero ella ya estaba trepando de balcón en balcón hasta llegar a su casa. Cuando salió el sol y los niños se fueron a la escuela, la Tigresa ni se enteró.

Había una vez una gata. México, SEP–Melhoramentos Melbooks, 1992.

1 comentario:

Silvina dijo...

Conmovedor, gracias Irene.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char