miércoles, 19 de junio de 2013

Sirenas húndense al revés

STÉPHANE MALLARMÉ

(París, Francia, 1842 – ib., 1898) 

Saludo

Nada, esta espuma, virgen es
el verso que sólo a la copa
designa. Así lejos, en tropa,
sirenas húndense al revés.

Navegamos. Mi sitio es,
oh diversos amigos, la popa
y es el vuestro la proa que copa
rayos e inviernos. Embriaguez

gozosa ahora me convida
(su cabeceo no intimida)
a hacer de pie el saludo mío,

soledad, estrella arrecife,
a cuanto valga en este esquife
de nuestra vela el blanco brío.
**
Rien, cette écume, vierge vers
A ne désigner que la coupe ;
Telle loin se noie une troupe
De sirènes mainte à l'envers.

Nous naviguons, ô mes divers
Amis, moi déjà sur la poupe
Vous l'avant fastueux qui coupe
Le flot de foudres et d'hivers ;

Une ivresse belle m'engage
Sans craindre même son tangage
De porter debout ce salut

Solitude, récif, étoile
A n'importe ce qui valut
Le blanc souci de notre toile
***
Triunfalmente evadido el hermoso suicidio...

Triunfalmente evadido el hermoso suicidio,
¡tizón de gloria, sangre por espuma, oro, rayo!
Oh risa si a lo lejos la púrpura se apresta,
regia, a no decorar sino mi tumba ausente.

¡Cómo!, de aquel incendio ni un jirón se demora
-es medianoche- aquí, en nuestra sombra en fiesta,
salvo este presuntuoso tesoro, esta cabeza
que vierte acariciada indolencia sin luces:

la tuya, la que siempre es delicia, la tuya,
única que del cielo desvanecido guarda
algo de la pueril victoria, coronada

de claridad ahora que en cojín la posas
como un casco guerrero de emperatriz infante
que para figurarte dejara caer rosas.

Versión de Ulalume González de León

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char