jueves, 29 de agosto de 2013

El instante de la ola perfecta

LUCAS SOARES
Tomada de letrascombinadasdiario.blogspot.com

(Buenos Aires, Argentina, 1974) 

con la mitad del cuerpo hundido
cruzamos un mar entre bandadas
de tábanos, cada tanto algún barco
nos ignoraba y la cabeza de un perro
nadaba convencida hacia la orilla

apenas dimos con una playa dibujaste
con la punta del pie en la arena
la vuelta recorrida que el agua
borró enseguida
***

la coronita plateada
que me pusieron en tercer grado
para tapar un diente
partido al medio
por un compañero
que me tiró de la pierna
mientras estaba sentado
en la parte de arriba
de una cama cucheta
dar de frente contra el piso
el paso del tiempo
la coronita
se aflojaba
se me salía
me la volvía a poner
despegándose a veces
en los momentos más inoportunos
como ese día en que te invité a salir
la chica más linda de tercer grado
yendo al cine juntos
de la mano de tu mucama
cruzando la 9 de Julio
la coronita se afloja
se cae al piso
el semáforo en verde
ya no hay tiempo
para recogerla
los autos se nos vienen encima
desde la vereda
veo pasar las ruedas
por encima de la coronita
te mentí que se me había
caído algo
para ir a buscarla
en medio de la avenida
toda abollada
la coronita
abrirla con las uñas
y volver a colocármela
para entrar al cine
toda la película
tocándome
la coronita
rozando con el pulgar
sus contornos abollados
desde ese día me cuesta
recién ahora te lo digo
reírme de una mujer

De Mudanza (Paradiso, 2009)
***

empecé a borrar
los marcos de suciedad
que dejaron en la pared
los dos cuadros que te llevaste
quedó peor es cierto
pero estaba contento, mi felicidad
ya no dependía de nadie
había ganado una guerra
al día siguiente
semidormido palpé
al costado de la cama el diario
del día anterior sin abrir
muertos regados por las calles
***

echados en el morro
les buscábamos caras a las nubes
sin hablar
de nuestra secreta fatiga
deseábamos sentir
las corrientes encontradas del mar
y esperar con paciencia el instante
de la ola perfecta
que sólo a los surfistas
les llega
***

quería saber cuál era tu pena
mi pena es mía y no tengo
por qué compartirla con vos
yo insistía, la quería conocer
porque cuando te llamaba hacías esfuerzos
para disimular tu voz quebrada, una mañana
me despertaste con el desayuno preparado
nunca te habías esmerado tanto
frutas de todos los colores, pero apenas
levantaste la vista del plato
te diste cuenta de que todo lo que tocábamos
tomaba la textura de tus labios ajados
y de las uvas verdes
que dejabas al costado
tus dos gatos corrían por la casa
te tildabas
mirándolos trepar
por la ventana enrejada yo sentía
la fuerza de tu pena crecer

de Roña (VOX, 2013)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char