sábado, 31 de agosto de 2013

Yo bebía el fondo

Otros poemas de FERNANDA MACIOROWSKI

(Argentina, Puerto Madryn, Chubut, Argentina, 1982)

el cielo está cargado:
va a nevar
acá adentro

entonces
me pongo mi piloto rojo
(el de cuando era niña)
y salgo

lo ideal no puede estar ocurriendo.
**
La tendencia ahora es el verde
el dorado
el blanco, el estampado multicolor
el vinilo
el turbante
el corazón a la deriva.
**
Rubor
en el make up del alba

De Apogeo (2011)

***
sonrisa de knife

la línea de algas tatuada en la mirada
ahora mismo el mar tiene cinco colores
verde oscuro en la profundidad
verde vidrio botella
verde claro de agua tibia
marrón por las algas
y marrón más claro: las algas que rompen en las olas.
viernes 16 de diciembre
un barco azul largo como cuadras y cuadras en el muelle
algunos bañistas resisten la brisa fresca.
estoy tan sensible como una membrana:
cualquier corriente de aire brusco puede destruirme
agujerearme y temo no volver al mismo estado
estoy leyendo poemas sobre cómo y cuándo el corazón se abre
y porqué
poemas sobre las madres
pero por sobre todo estoy calma como el mar
en capas los momentos de gozo
verde como la profundidad irreal
tranquila leyendo la historia que escribo
mientras toco la arena.
***
secretos

bebemos
té de malvones oníricos
enfrentadas
en silencio
como en culto.
***
verde oscuro

hacía un infusión de hierbas
tilo agua hirviendo boldo
lo tomábamos
con bombilla y en silencio
porque era la siesta
yo bebía el fondo
cuando se entibiaba
otras veces
pelábamos las naranjas y la tira de cascara espiralada
quedaba colgando algunos días unas horas una vida
sobre el calefactor para secarse
la cascara crujiente sobre la yerba,
la verdadera y única ceremonia
es la que recuerdo.

De Ceremonia del té en los ojos. Fondo editorial provincial, 2013.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char