lunes, 2 de septiembre de 2013

Vuélveme amargo

PAUL CELAN

(Rumanía, 1920-Francia, 1970)

CON LA LLAVE CAMBIANTE

Con la llave cambiante
abres la casa en que se arremolina
la nieve de lo callado.
Según la sangre que te brote
de ojo, boca u oído,
cambia tu llave.

Cambia la llave, cambia la palabra
que puede arremolinarse con los copos.
Según el viento que te empuje
se aglomera la nieve en torno a la palabra.

Traducción: Jesús Munárriz
***
La arena de las urnas

De verde herrumbroso es la casa del olvido.
Ante cada una de las puertas batientes azúlase tu juglar decapitado.
Para ti toca el tambor de musgo y vello amargo del pubis;
con el dedo llagado del pie tu ceja pinta en la arena.
La dibuja más larga de lo que era, y el rojo de tu labio.
Llenas aquí las urnas y cenas tu corazón.

Versión de Pablo Oyarzún
***

CUENTA las almendras,
cuenta lo que amargo fue y te mantuvo despierta,
cuéntame además a mí:
Yo buscaba tu ojo, cuando lo abrías y nadie te vio,
tensé toda hebra secreta,
por donde el rocío que pensaste
descendió hasta los cántaros,
una sentencia los cuida que no llegó al corazón de ninguno.
Sólo allí ingresabas entera en el nombre, en el tuyo,
avanzabas con pie seguro hacia ti,
oscilaron libres los martillos en el campanil de tu silencio,
se te unió lo que escuchaste al acecho,
lo muerto también te rodeó con el brazo,
y los tres anduvisteis a través de la tarde.
Vuélveme amargo.
Cuéntame entre las almendras.

Versión: s/d

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char