jueves, 28 de noviembre de 2013

Chau, querido

DE ARCHIVO

Destierro
y a pesar de que el andar de los días
no ha querido llevarte consigo
sé que algún día partirás y
no volverás a casa corazón mío
no volverás pájaro errante perdido
Tomada del blog otra iglesia es imposible


Poemas de GUILLERMO BOIDO
(Buenos Aires, Argentina, 1941-2013)



De Situación (1972)
CÓPULA
Y a esta mutua playa le
haremos creer que
perdura nuestra huella y que
el sembrador de mareas
duerme

EL DOLOR
¿naceremos de ti
por definitiva vez?

COSTA RITUAL
¿vendrás tú
conmigo
a esta playa
adonde la
memoria
me trae entre
los dientes
cuando
la marea
desencadene sus
muros
y
en esta playa
coseche y cuente
mis pasos?

INSOMNIO
Pero es ajena al alba
esta carne rota?

será siempre mi rostro
este coágulo de máscaras

oh lucidez?

De Poemas para escribir en un muro (1975)
OFICIO
El hilo de mi vida
se vuelve transparente de palabras
finalmente
tenso

en un patio de la infancia
oigo el eco de mis pasos
resignado
a no callar conmigo

muerte rosa lenta
me quitas de mí
me devuelves al mundo

INFANCIA
Hay voces.
No es la memoria.
Es el olvido que nos crece y canta.

AMÉN
despójame de tu rostro

no permitas
la servidumbre
estéril
de la memoria

SOCIEDAD DE CONSUMO
La poesía no se vende
porque
la poesía no se vende

CONVERSACIONES CON TOLA 
a Milka y Tola

hay un poema no escrito
detrás de todo poema
porque
todo poema es apenas
la impotencia de un poema
donde
toda palabra es morada
de abismo muro u olvido
y este
poema que escribo sobre
aquel poema no escrito
miente
pues sólo convoca nombres
para que me nombren
cuando
al fin se cumpla el silencio
al fin el silencio sea

CREDO 
a Jorge Ricardo

no he visto la resurrección de la carne

en cambio he visto cómo un hombre puede
entre los dientes del dolor el látigo el hambre
volverse alimento de su propia carne
hasta alcanzar el tamaño de los muertos

SUBDESARROLLO
entre la rebelión y el miedo
un hombre lleva a cuestas su cadáver

de Poemas para escribir en un muro
(1975) 

El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.
 
Alejandra Pizarnik

I
Palabra en sí ¿canta en algo más que en sí?
¿vuelve sólido o cierto a quien habla increpa o miente?
¿alza puños contra injusta condición o basta para
hacer agua quieta del dolor o bestia enfurecida?
palabra en sí ¿es algo más que la distancia
entre quien nombra y lo nombrado? ¿es escombro
de países donde el pájaro fue su propio canto
y el poema silencio y no esta sombra que golpea
como la memoria de la luz en los ojos de un ciego?

IV
Cuando el amor olvida su oficio de
asesinar la sumisión el pánico entra
en sangre abierta mata
palomas quietas como manos mata
palabras tiernas del
poema
y
no volverás a casa corazón mío no
volverás ave migratoria perdida

de Once poemas
(1976-1979)


8
A veces el amor
sencillamente
es alzado por la vida y
vive
y otras veces
es alzado por la muerte y
muere.

El amor entonces
calla:
se transforma
en la voz de la vida
o la voz de la muerte.

Pero a veces
el amor queda solo y
dulcemente
cae
como un pájaro cuando
irrumpe en el vacío.

Sólo entonces
la memoria lo alza
y el amor
convierte en su propia voz
a la vida y la muerte.

Sólo entonces
canta.

10
Animal de mareas. De tu memoria nace.
De cuerpos como voces
se alimenta. Emerge
de la fugacidad de lo que puede ser nombrado.
Entrega
tu tiempo a otro. Dibuja
tu rasgo en el rostro de otro. Sepulta
tu recuerdo en el olvido de otro.
Y ya no eres tú, no eres otro.

Animal de mareas. Cuerpo de formas,
no de materia. Con la ferocidad de la entrega
lo aplacas.
Te abandona, simula
abandonarte. Nunca sabrás dónde se ha cumplido,
ni dónde aguarda, por qué regresa, cuándo,
bajo qué piel, qué gesto,
qué lejanía.

Animal de mareas. Lento animal
que acecha. En tu memoria
crece. Le has dado
tu soledad, antes de ser un canto.
Tu voz, antes de ser palabra.
Tu nombre, antes de ser el corazón final,
definitivo del silencio.

Animal de mareas. Sabe de ti cuanto tú no sabes.
Es tu memoria: el verdadero sitio de la muerte.

11
la vida es una voz
que olvida lo que canta

de Veinticinco poemas
(1983)

1
Nunca hubo fuego. Hubo la vida,
este poema de cenizas.

Y más viento en la noche sorda.

a Heber Cardoso

3
Ya no hay presagios, certidumbres
en la nube y la estrella.

Cayó el vuelo. Con su cielo a cuestas
se marchó la tierra.

in memoriam Johannes Kepler 

*** 

Animal de mareas. Lento animal
que acecha. En tu memoria
crece. Le has dado
tu soledad, antes de ser presencia.
Tu voz, antes de ser palabra.
Tu nombre, antes de ser el corazón final,
definitivo del silencio.

Animal de mareas. El olvido.
El que habita el sitio vivo de la muerte.

15
La ceniza de la vida, quieta, se ilumina:
crea su propia luz, su propia sombra.
Y en esa luz, el pensamiento
arraiga demasiado tarde. Y en esa sombra,
el corazón se dispersa como un sueño.

Luz de sí, sombra de sí: la vida es ajena.
Allí Dios, o el azar, perdió su inocencia.

a Roberto Juarroz

16
El hombre que va a morir
arranca de sí su torpe animal de palabras,
su oropel de finitud, su incierto
rostro.
Se convierte
en sed de sola presencia:
informe anonimato
de agua sin mar,
desnudez sin piel, ceguera sin ojo.

De ese vaso vacío beberá la intemperie.
Y se habrá saciado la crueldad de la tierra.

25
La palabra es una celda que ha quedado vacía.

Grietas en el muro, tierra que ha servido de
mortaja,
un jergón de sueño comido por las ratas,
signos que nadie canta y nadie ama
prueban que allí sólo puede habitar el carcelero.

Porque la vida fue nombrada.
Porque la vida ya no puede ser nombrada.

La palabra es una celda que ha quedado vacía.

**

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char