lunes, 30 de diciembre de 2013

Un perfume familiar

Miguel Ángel Petrecca 
Créd.: I.G.

(Buenos Aires, Argentina, 1979)

Novelista

¿Será posible entonces que todo cobre sentido de repente,
como si agarraras diez años de tu vida y batiéndolos rápido
los volcaras en el formato preexistente de una novela?
No es tan fácil, parecen repetir, una y otra vez,
hombres que miran desde la ventana de un bar.
Ellos también se hicieron la misma pregunta antes,
mucho antes de que en vos naciera el germen
de esta fuerza que te obliga a caminar en redondo.
Algunos, tras responder negativamente,
dedicaron otra década a amaestrar un perro,
cultivar tomates en el jardín de su casa o convertirse
en coleccionistas de un objeto antiguo y anodino.
Cuando más tarde volvieron con ímpetu a la carga
buscaban mentalmente moldes donde verter su vida:
diez años acá, cinco allá, veinte en una frontera.
Sin embargo, el problema no era de forma sino de fondo.
No estaba, como el vino, añejándose en una bodega profunda
la experiencia, esperando el momento del descorche;
había escapado, quién sabe cuándo y por qué orificio,
dejando en su lugar como un inmenso depósito
donde flota, sin llegar a evocar nada, un perfume familiar.
***
En la barranca

Un judío y tres rusos, dos judíos, cuatro chinos,
un peruano, dos negros, un boliviano, un chino,
de casa al trabajo, del trabajo a yoga, a coto,
del trabajo al chino, al trabajo, a casa,
online, off line, dos coca colas, un judío,
otoño, otoño, cuatro bolivianos y un ruso,
online, una coca cola, una cola de dos o tres,
una cola larguísima y en la cola un peruano,
invierno invierno oh, una coca fría,
una cola lenta y en la cola un chino solo,
bilingue, un argentino monolingue,
un ruso que dice gracias, gracias, grrrr,
primavera, un kiosquito, un súpermercado,
que florezcan miles de kioscos y en la vereda un ruso,
que florezcan miles de supers y en la vereda
un chino de pie fumando, verano, venceremos,
verano, ehhh! verano, spaziva, spaziva.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char