DALIA RAVICOVICH
(Israel, 1936)
DE BUEN ESPÍRITU
Cuando alguien se queda solo en su cuarto
¿qué sabe de él la gente de afuera?
Tal vez haya algo que susurre en sus oídos
las veinticuatro horas del día,
y gente que no comprenda
cuán difícil es el día para ellos.
El día no brilla como debiera,
el sol tiene rostro de disco machacado
y hay gente que no comprende
cuán feo es un disco machacado.
Hace ya veinticinco años
que hubo en el mundo una guerra sangrienta.
En el montón de casas destruidas
hubo gente cuyo corazón se expandió.
El que se queda solo sentado en su pieza
atisba hacia el sol machacado
y comienza a pensar en cosas prodigiosas.
Es como volar con el buen espíritu.
Hay quienes vuelan sin necesitar
siquiera de un buen espíritu.
Ramas de pino cuelgan en su mejilla.
Ellos vuelan con labios abiertos y húmedos.
Sin querer y de pronto, besa sus labios
el polvo de una nube o un corpúsculo volador.
Sus ojos están brillantes y llenos de lágrimas
a la vista del maravilloso celeste.
Si choca su cuerpo con un ente celestial,
no lo toca para mal.
Volar significa que las capas de aire
te transportan como si fuera el amor.
Tú vuelas y al descender
te espera la sorpresa.
Hay quienes vuelan en el buen espíritu
y de pronto se mueren antes de tiempo.
***
MUÑECA MECÁNICA
Esta noche fui una muñeca mecánica
y tornaba a derecha, a izquierda, a todas direcciones.
Caí al suelo de bruces y me rompí en pedazos
y trataron de arreglarme con habilidad.
Después volví a ser una muñeca compuesta
y procedía con sensatez y docilidad.
Pero ya fui una muñeca de segunda clase
como el sarmiento lastimado aún pegado al zarcillo.
Y después me fui a bailar a la fiesta,
pero me dejaron entre los perros y los gatos
aunque mis pasos eran rítmicos y medidos.
Yo tenía el pelo dorado y los ojos azules
y tenía un vestido color flores del jardín
y un sombrero de paja con adornos de cerezo.
**
Traducción: s/d
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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