lunes, 3 de marzo de 2014

De tanto arañar la nada

Silvia Álvarez 
Tomada de facebook
(Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina, 1956)

por los umbrales camina
una mujer
marcas en los pies
la van espiando
enamorada del muro
quiso ser
divina
y sólo fue un par de pies
maraña de sonidos
varita mágica
y zas
en la escena única y perenne
un sol asomando
y un cuerpo yendo

¿será ese el destino
de toda insatisfacción?
***

mi buenos aires querido

¿qué nos trajo hasta aquí?

una ráfaga de viento
un destello azul
una cornisa enjabonada
qué
cómo
cuándo
si no hay ni con qué

los bolsillos se llenaron de agujeros
de tanto arañar
la nada

ni el olor quedó

¿qué nos trajo hasta aquí?

donde ni se pesca ni se caza
pero se hacen albondiguitas
como bolitas con que engañar al sueño
se estira el fideo seco
o se revuelve la basura
en busca de algo con que alimentarlo

al pobre
lo que le sobra es tiempo

tanta miseria
no puede prosperar
me digo

mientras aprendo de las vacas:
a rumiar

De Antología personal Liviana de equipaje, aunque escritos entre 1996 y 2002. Ediciones 3600, Bolivia, 2013.
***
Otros poemas

El que no se escondió se embroma

de panza al piso
y otra vez
de frente a la pared
manos adelante
y quién es usted
y qué hace      de nuevo
y nació
y sí
de quién
y dónde
nada por allí
nada por aquí
y sin más ni más
qué lleva ahí

pido
                                                                       (de “Grandísima furia lo asista”)
 ***

lavá la ropa mujer
sacá esas manchas de allí
con limón al sol y jabón blando
lavá rápido la mancha
se expande
y temías perderte
fregá urgida urgente la mancha
mustia te mira tiene olor
pero mira cómo vibra
una lengua se posa sobre ella y la chupa
lavá la ropa la mancha la lengua
mujer
que no queden vestigios
y temías
friegaquetefriega
no mires más –te dicen
pronto
sacá esa mancha de ahí
                                                                               (de “Déjala correr, déjala correr”)
***

la sopa estaba fría
o el mate demasiado caliente
no me acuerdo
pero fueron gritos
como ecos
retumbando en el bosque
(yo salí corriendo hacia el bosque)
que no era más
que un pedazo de tierra con nogales
florcitas violetas en el piso
pisé
pisaba
suerte que no hubo
griterío por la noche
dormí acurrucada a mi muñeca blanca
linternita
pensando en las florcitas
(violetas se llamaban)
que crecían bajo los nogales
no podían dormir
los perros ladraban
y había gemidos
como reconocimientos huraños
matadores
por la mañana corrí al bosque que ya dije
no lo era a desarrugar
las violetas
que había aplastado con mis pies de skipi blanca
y vi el cartel
todavía me acuerdo
que decía: no hay reconstrucción la rueda gira
hacia delante nunca hacia atrás
y me fui corriendo a agarrar bien fuerte la rueda
que había de adorno en el patio
toqué sus rayos
la afirmé contra la tierra
me subí me fregué sobre ella
jugué a que mi cuerpo se ensanchaba y se hacía rueda
y lo vi
juro que lo vi a mi cuerpo
hecho rueda que gira
siempre hacia delante
y a la noche
la sábana no me podía contener de tanto que giraba
y mis patitas peludas y flacas sobresalían
por debajo tomaban frío
se enfermaban
y no pude correr al bosque
porque además era invierno
y en la casa se estaba a salvo
de esas inclemencias
y te vi
juro que te vi
en aquellos días en que me tuvieron guardada
enseñándome de nuevo a caminar
por la casa
llena de agujeros
cuando volví
las violetas se habían secado
y era primavera
ahí supe
que las violetas no florecen en primavera
no en aquella de 1966
y esa noche en mi cama
hubo un revoltijo muy grande
porque la sopa o el mate habían estado fríos o calientes
(de eso no me acuerdo)
y hubo gritos
sordos
que no me dejan dormir
                                                                                       (de “Déjala correr, déjala correr”)
***                                      

y una lluvia animal le amortajó la boca
y hacía señas con los brazos
y hacía señas con los brazos
pobre pobre
mientras la tierra
se lo iba tragando
                                                                                       (de “Déjala correr, déjala correr”)
 *** 

un corazón anaranjado rodó
escaleras abajo
ay –gritaba el pobre corazón
se agita
su dueña envuelta en gasas blancas
llora
-no te vayas naranjazo
el otro rueda
y uno rojo y diminuto
le crece
va creciéndole

                                                                                       (de “Déjala correr, déjala correr”)

De Poetas Argentinas (1940-1960), Ediciones Del Dock, 2006.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char