viernes, 9 de mayo de 2014

Dios no es poeta

Daniel Sada

(Mexicali, Baja California, México, 1953-Ciudad de México, 2011) 

El amor es cobrizo

Sin entrar en detalles: el amor es cobrizo,
pues cobrizo es su centro, ese que se adivina,
y mucho más su fondo... El fondo entarascado...
el fondo que palpita....
Ahí donde las fuerzas del placer y el cariño
habrán de florecer sea como sea
o como usted prefiera

En cambio o por descuento,
la amistad es plateada
y durante el recuerdo
tanto como el afán

El olvido es tal vez de color amarillo
pero con tintes gualdos
**

Entonces, por favor, contempla nada más
lo que te da un instante
Ya vendrán los minutos a insuflar el hastío
Así que mira… y punto
Hay una mecedora… parece muy lejana
y lejana se mueve, o a lo mejor, también,
la mueve el que te dije,
el que estaba en la cama en medio del oleaje
¿Ya observaste la mesa? Es tenue,
siempre tenue, y por lo mismo impura
Tiene un fondo muy blanco
y un trasfondo a voleo
henchido de hojas cándidas,
esas que morirán murmurando un secreto
¡Lugar común!: ¡y limpio! Vislumbre entelerido
donde tú, donde aquél o donde aquélla…
La ronda de lo umbrío sera tal como fue
Así que barre a fondo
porque vienen los vivos
a hablar sobre los muertos
Barre, barre hasta el fin,
Barre con toda el alma,
Porque tal vez un día
Brillará todo esto.
**
Concéntrico el sopor no hay salidas

la circularidad

envuelve                    la fofa

y purga                      desnudez… NOMAS

tan oprobiosa                CON

 DELANTAL
**

[...]
Y la sentencia final:
"Escribir libros malísimos
es diez veces más difícil
que libros excelentísimos"
Al revés también funciona
Pero la literatura que
proponía ese fulano...
¡Lástima!, pero qué mierda
Y él se rió, ¿para qué más?,
y lo que hizo fue encender
una mecha aparatosa y
quemar (¿quién se atreviera?)
toda su osadía de años
Poco antes del siniestro
los críticos le dijeron:
"¡No lo hagas!, ¡no seas
tonto!, ¡hay páginas
rescatables!", pero...
**

Allí sí

Habráse visto aquella geografía
incidental y acre tras el ventilador
Nada de exuberancias (vejestorias)
Sería verdor absorto
(urge desentenderse)
Sí borrazón
Sí emplasto
Crasa resequedad
Y el sitio: un punto rojo
Lo arisco de un recuerdo
Visto como renuevo... ¿Todo lo que hay adentro?

Cosa de convencimiento el adentrarse a hurtadillas
Robo ha de ser: simulacro
El mapa no ha de estar lejos
Buscando
Hallando a sabiendas
Aún no, todavía falta
Todavía lo oscuro está como trabado o quizás
como dejando asomar una luz que juguetea

Móvil por ahí anda el punto
como si esquivara un golpe
Así que ¡dáselo ya!
Horrible el color naranja
porque es demasiado hallazgo
Pero es peor modificarlo
(luego)
Hay tres hombres que no saben
que son tres vagos antojos
Hay una luz hasta el fondo
que se amasa a la bartola
siempre y cuando colaboren siete nubes,
pero... a ver...

¡Venga la sombra opulenta de un rebaño de cabríos!
Un perro decidirá hasta dónde y hasta cuándo
Perro pastor no imponente, celoso sí,
si el desierto es un rectángulo suave
que se habrá de restirar
peligrosamente fonje

Y las acciones amagan
sobre la tierra infeliz
(vil sabiduría sin par
endurecida, enraizada
con trama de enraizamientos)
Deseo malo —tal vez zote—, hambre o perversión montunas,
concéntrica la asechanza de dos coyotes que a flor
ostentan su saboreo. Descarada fantasía.
Teatro al aire libre, entonces
Miradas: las que aquí quepan
(es cosa de acercamiento)

Los hombres anaranjados: antojos que no proceden
Tres ya no, sino una plaza llena de ojos ¿faltaría?

Vil geografía habráse visto
bruñida sin ton ni son
Vil y barato el ocaso
con zurrapas por remate
Pero...

Si se pudiera esta vez acelerar porque sí la polvareda
y también se pudiera hacer grotesca
Si se pudiera ir la luz, porque a esas vamos ¿verdad?

Entonces todo se espesa
tras lo cobrizo indeseado
Se avejentan los dilemas
mientras el logro coloro
de la tarde se dilata... Horror en las superficies
Ruptura tal vez en ámbar
o mella brusca o rajada
Dos coyotes contra un perro: pastor —¡ojo!— no perito
La revoltura peleona se pretende adivinanza
Trabazón ¡cuántos colmillos! Sensatez casi insensata,
lo cual, ay, es sangre incierta,
razonable: poca o mucha, es, de por sí,
mero trámite de heridas que degeneran
en...
Tiradero terregoso
Manchas: las que se supongan
Pues no se vale decir que el horizonte es sangriento
ni que es estampa antañona: esa donde un perro
sangra
y cojea, para acabarla

Mejor que se desdibujen los matices agoreros
y la paz reine otra vez
y todo esté de regreso
(porque)
Sangran las nubes locuaces si las miradas se amasan
Se amasa el rebaño intacto aun cuando esté salpicado
de lo que estamos diciendo...
(aunque)
Si lo que pervive queda, bien que mal viene el destrabe
Los hombres se han convertido en figuras de cartón
mientras las muertes coyotas quieran ser ambigüedad
Dos en una, para colmo
Cosa de convencimiento... Aunque todavía
¿a hurtadillas?

Y he aquí el dictamen al viso
para minar el terror
El perro gana apenitas,
apenitas, es decir...
Porque la muerte es acaso
una sombra que por fin
se dulcifica y se va
¡Que no se vaya tan lejos! 

[Del poema "Era como un libro".
De El amor es cobrizo. Monterrey, N.L.: Edit. UANL / Posdata Editores, 2012.Colec. Versus).
***

Sale el alma por el ano sagrado.
Luego acaece la remisión sensible:
calibrar lo más simple
sin Tíbet interior ni mahayana exangüe.
Por los nueve orificios del hombre
salen las tríadas de la perplejidad.
La zona del ombligo recentra su raíz,
la boca su deseo de imperioso absoluto,
al margen del efluvio de las fosas nasales
y de los caracoles auditivos.
Bolas ñutas serán los ojos
que le estorban al cadáver.

Fragmento de Aquí, FCE.


**Entrevista
Por Mary Carmen Sánchez Ambriz

Además de su experiencia como narrador, Daniel Sada también era poeta. En esta vertiente publicó El amor es cobrizo (2005). Mientras que su prosa se aleja de alejandrinos y los octosílabos —abre sus alas y despega hacia un cielo inmaterial legendario—, no ocurre lo mismo con sus versos. La progresión barroca, la arquitectura de simetrías, parábolas y desdoblamientos se inscriben en el oído interior: marcan la pauta de un ritmo ceñido a la métrica.
Acaso cada poema es un espejo donde al asomarse el escritor se desdobla en otra cosa: a veces una sinuosa carretera, a veces un paraje desértico, a veces la decepción de Dios. Hay vestigios de un diario, la agenda cotidiana de una voz que espía el mundo para contar sus defectos y virtudes.
Con motivo del sesenta aniversario que estaría cumpliendo Daniel Sada este 25 de febrero de 2013, se rescatan aquí algunas de sus reflexiones.
—¿La poesía surge de los momentos de reflexión o silencio que el novelista debe permitirse en algún instante de su vida?
—En mi caso tanto la narrativa como la poesía parten de la misma premisa, sólo que sus derroteros son distintos. Los silencios o las reflexiones son inmanentes a un mismo principio estético.
Confiesa Daniel Sada que la narrativa no le quita tiempo a la poesía y que, vertidas en su escritura, son un complemento. “Se trata de vasos comunicantes, en donde el trasiego está hecho de la misma mezcla”, señala. En cierta forma, se lanza al ruedo con firmeza, en un mundo preñado por lo anecdótico: sus figuras tutelares van de Dante a Shakespeare, de Ovidio a Virgilio, de Góngora a Quevedo, de Lope a López Velarde, de los poetas franceses del siglo XIX a los Contemporáneos.
En la contraportada se afirma que su escritura es deudora de poetas como Góngora y Quevedo, a quienes reconoce como artífices supremos; sin embargo, el propio Sada añadiría otros nombres: “Lope, Calderón y Garcilaso, simplemente porque son los puntos nodales de la lengua en la que escribo”.
Del cuento a la poesía
El autor aclara que muchos de los poemas incluidos en El amor es cobrizo, fueron en un primer momento cuentos. “De modo que para desarrollarlos recurrí a elementos simbólicos o metafóricos a cabalidad. Fue una forma de esquivar la narración abierta y declarada”, comenta.
—¿Cómo se siente más cómodo al escribir poesía con métrica o en verso libre?
—Siempre hago trampa. Escribo la prosa con métrica porque no lo puedo evitar. En mis últimas dos novelas he disuadido, en lo que cabe, la métrica, para alcanzar tonalidades prosísticas; además de una buena dosis de desenfado que yo sentía me estaba haciendo falta. Y en cuanto a la poesía no creo en el verso libre, sobre todo si se quiere aspirar a un mínimo síntoma de canto y si se considera que la poesía es el arte por excelencia en materia literaria. Que algún poeta eluda, por sistema, el ritmo, me merece el más grande de los respetos, pero esa osadía está muy fuera de mis tentativas.
Sada se alejó del octosílabo en la prosa por lo que llama “sanidad mental”. Distingue: “Es una suerte de desconfianza en mi propio sistema de escritura. Una justificación para revitalizarme de continuo”.
—En este poemario hay un verso que dice: “Carajo!/ La lírica cansa/ Aunque está por ahí…”. La lírica siempre ha estado en su vida, ¿su escritura no habría sido la misma sin ella?
—Eso de que “la lírica cansa” lo tomé de T.S. Eliot, que además afirma que si un poeta quiere explorar y desde luego escribir poesía durante toda su vida, debe sospechar a contracorriente de su inercia lírica. La poesía, según él —y en lo que estoy totalmente de acuerdo—, también se compone de ideas que no inciden de manera categórica en las emociones y más aún en la crasa sensibilidad. Podemos poetizar sin recalar en nuestros afectos. Ahora bien, si el humor es un afecto, e incluso el odio o el fastidio, yo pretendo incorporarlos sin menoscabo. En el futuro me gustaría escribir poemas fundamentados en el odio o en las más insanas veleidades.
Al preguntarle sobre vanguardias y experimentos que otros poetas se toman la licencia de frecuentar, Sada se muestra categórico: “Sospecho casi siempre de todo lo que implique un tufo vanguardista, y no es que desdeñe las vanguardias, pero sí cuando se postulan como negación flagrante de una tradición. Las vanguardias deben enriquecer el arte poético, más que desestructurar o desmontar toda la riqueza que ha alimentado a la lírica durante siglos. En sentido estricto aristotélico, la poesía es más añeja que nuestros lenguajes”.
—Borges acostumbraba decir que se publica para no pasar la vida corrigiendo borradores. Si la publicación es parte del destino de un escritor, ¿a quién se destina la poesía?
—En mi opinión la poesía no debería ser tan excepcional, ni tampoco los poetas. Creo que por el hecho de que los poetas se sientan seres de otro mundo, va contra ellos. Es una forma de aislamiento, me atrevo a decir, neurótico, que los convierte en entes intocables y, lo peor, siempre incomprendidos. Ganaría mucho la poesía si tuviese un permanente contagio social, como lo tiene gran parte de los narradores, y que de ningún modo es degradante. Borges también decía: “Nada de lo humano me es ajeno”.
—Los corridos y otras canciones populares han sido incorporados a su escritura. ¿Qué tan importante es la canción popular en este poemario?
—Me cuesta trabajo despreciar de antemano ciertas fuerzas espontáneas que devienen de la lírica. La canción popular es parte medular de nuestra historia mexicana y, por supuesto, de nuestro idioma. Sin embargo, lo popular no constituye un afán absoluto o incluso dictatorial, pero sí una fuerza con múltiples inducias y significados.
Dios no es poeta
—En uno de sus versos se lee: “La lírica es anecdótica, aunque no lo quisiera ser”. ¿Esto, de algún modo, cancela la imaginación en la poesía?
—Lo anecdótico también es fruto de la imaginación, o en todo caso es su acomodo final.
—¿En qué momentos Daniel Sada, el narrador, recurre al poeta? ¿Para dar explicaciones sobre la esencia de Dios, por ejemplo?
—En el poema “Argumentum ad rem” me baso en una reflexión de Plinio el viejo, él advierte que Dios es más limitado que los hombres, sea porque es eterno, o sea porque no puede jamás de dejar de ser Dios, o porque en ningún momento puede abandonar sus poderes. Además, Dios no es poeta, y si lo fuese sería una lástima.
—¿Considera que el poema “La carretera” define su relación con la escritura?
—Sí, creo que ahí está cifrado todo mi cometido escritural.
—Si el amor es cobrizo, ¿de qué color es el desamor?
—Es de color blanco, porque es la inanidad. La blancura es la antípoda del recuerdo y, por lo tanto, no supone ningún tipo de nostalgia.

Fuente: www.siempre.com.mx

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char