lunes, 5 de mayo de 2014

¡Qué mañana! –fresca como si fuesen a repartirla a unos niños en la playa

VIRGINIA WOOLF

Adeline Virginia Stephen 
(Gran Bretaña, 1882-1941)


Fragmentos del guión del film Las horas
(Stephen Daldry, 2001)
basado en La señora Dalloway
(Editorial Lumen, 1980)

Puede que tenga la primera frase... La Señora Dalloway dijo que compraría las flores ella misma.
***

La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores.
Porque Lucy ya le había hecho todo el trabajo. Las puertas serían sacadas de sus goznes; los hombres de Rumpelmayer iban a venir. Y entonces, pensó Clarissa Dalloway, ¡qué mañana! -fresca como si fuesen a repartirla a unos niños en la playa.

¡Qué maravilla! ¡Qué zambullida! Porque eso era lo que siempre había sentido cuando, con un leve chirrido de goznes, que todavía ahora seguía oyendo, había abierto de golpe las puertaventanas y se había zambullido en el aire libre de Bourton. Qué fresco, qué tranquilo, más que ahora desde luego, estaba el aire en las primeras horas de la mañana; como el aleteo de una ola, el beso de una ola, frío y cortante y sin embargo (para los dieciocho años que tenía entonces), solemne, sintiendo, como sentía allí de pie en la ventana abierta, que algo terrible estaba a punto de suceder; mientras miraba las flores, los árboles, el humo escapando entre su fronda, y a los grajos volando arriba y abajo; de pie y mirando hasta que Peter Walsh dijo: "¿Mirando a las musarañas?" -¿eso dijo?-. "Prefiero a los hombres antes que las musarañas" -¿eso dijo? Debió decirlo en el desayuno cuando ella había salido a la terraza. Peter Walsh. Volvería de la India un día de éstos, en junio o julio, había olvidado cuándo, pues sus cartas eran terriblemente pesadas; eran sus dichos lo que una recordaba; sus ojos, su cortaplumas, su sonrisa, su mal genio y, una vez que miles de cosas se habían disipado completamente -¡qué cosa tan extraña!- unos cuantos dichos como éste, sobre las musarañas (...).
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No se puede encontrar la paz evitando la vida.
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Aun recuerdo aquella mañana... Me desperté al amanecer, se abría ante mí un mundo de posibilidades... ¿Conoces esa sensación? Y recuerdo que me quedé pensando: Así que esto es el comienzo de la felicidad, donde empieza, y siempre habrá más. Nunca se me ocurrió que no era el comienzo, que ese, ese instante era la felicidad.
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Richard: ¿Para quién es esa fiesta?
Clarissa: ¿Cómo para quién es… qué quieres hacer, qué estas insinuando?
Richard: No insinúo nada… Lo digo… Creo que sólo sigo vivo para satisfacerte.
Clarissa: Bueno… Eso es lo que hacemos todos. Lo hace todo el mundo… seguir vivos por los demás... organizando fiestas para así disimular el vacío.
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Tenía mis dos hijos. Los abandoné… Es lo peor que puede hacer una madre […] Hay momentos en que estás perdida y crees que lo mejor es suicidarte… Una vez fui a un hotel. Esa misma noche tracé un plan. Planeé dejar mi familia cuando naciera mi segundo hijo. Y eso hice. Me levanté una mañana, hice el desayuno, fui a la parada del autobús y subí a él. Había dejado una nota. Conseguí un empleo en una biblioteca en Canadá. Quizá sería maravilloso decir que te arrepientes, sería fácil. ¿Pero tendría sentido? ¿Acaso puedes arrepentirte cuando no hay alternativa? No pude soportarlo y ya está. Nadie va a perdonarme. Era la muerte, yo elegí la vida.
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 "Querido Leonard: mirar la vida de frente, siempre mirar la vida de frente, y conocerla por lo que es. Finalmente, conocerla, amarla, por lo que es. Y después, guardarla. Leonard siempre los años compartidos, siempre los años, siempre el amor, siempre las horas."
 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char