CLAUDIA PRADO
(Puerto Madryn, Chubut, Argentina, 1972; actualmente reside en Estados Unidos)
PIEDRITAS
2
Sólo ese día hizo calor,
el primero, después
se terminó el verano.
El lago brillaba
y nos sentamos a tirar piedritas
y a imaginar una vida nueva
en la que bastaría
con girar la cara
para que nos diera el sol.
Vos elegías las tuyas
cuidadosamente
y las arrojabas
con ese movimiento preciso
que me lleva siempre
directo a tu infancia.
Entonces, las veíamos saltar
dos, tres, cinco veces,
livianas, casi sin quebrar
la superficie del agua.
Yo, en cambio,
habituada a mi torpeza
dejaba que las mías cayeran
no importa dónde
que golpearan
lo mismo el agua o la tierra
como quien habla solamente
para decir estoy acá.
**
Nube
Hace varios kilómetros voy
con la mirada en la ventanilla
la mochila sobre la falda
y sobre la mochila un libro
todavía cerrado.
Pasan patios desprolijos
un limonero con frutas
como otras veces
el almacén “La Simbólica”
y el cartel del “Pool Clau”
en una pared de ladrillo.
Por costumbre miro, sin embargo
mi pensamiento anda lejos.
Las manos quietas
incómodas, sostienen el libro
como si fuesen ajenas.
En el asiento de al lado
un hombre canta corazón de madera
tú has jugado conmigo.
Pasamos el puente, un camión
la estación de servicio.
Hasta que al fin
se hace lugar una idea:
hay una nube
naranja y gris sobre los árboles
una nube pesadísima que empieza
en la iglesia de los mormones
y sigue más allá de la autopista.
En esta combi ezeiza–liniers
eso es la belleza.
El hombre cambia de canción
y yo pienso en llamarte.
Ojala pudiera
contarte en un mensaje breve
lo que veo esta vez
que no viniste.
Pero dejo las manos en el libro.
No sé por qué
si de tantos viajes juntas
alcanzaría con decir: nube naranja
y gris hacia la izquierda
y una canción que dice…
**
Imagen tomada del blog sigamostramando
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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