Tomada de blogentrelinhass |
Adélia Luzia Prado Freitas
(Divinópolis, Brasil, 1935)
De Archivo
Dolores
Hoy me dio tristeza,
sufrí tres tipos de miedo
acrecentados por un hecho irreversible:
no soy más joven.
Discutí política, feminismo
la pertinencia de la reforma penal,
pero al fin de estos asuntos
sacaba de mi bolso un pedacito de espejo,
y se me llenaban los ojos de lágrimas:
no soy más joven.
Las ciencias no me dieron socorro
ni tengo por definitivo consuelo
el respeto de los muchachos.
Fui hacia el Libro Sagrado
a buscar perdón para mi carne soberbia
y ahí estaba escrito:
"fue por la fe que también Sara, a pesar de su edad avanzada,
se volvió capaz de tener descendencia"...
Si alguien, insistí todavía, me fijara
en un cuadro, en un poema...
y fueran objeto de belleza mis músculos fláccidos...
Pero no quiero. Exijo la suerte común de las mujeres con sus baldes,
de las que jamás verán su nombre impreso y no obstante
sustentan los pilares del mundo, porque incluso viudas dignas
no rehúsan casamiento, antes bien creen que el sexo es agradable,
condición para la normal alegría de anudar una cinta en el cabello
y barrer la casa de mañana.
Tal esperanza imploro a Dios.
Traducción: Claudia Schvartz y Fernando Noy
Tomado de El corazón disparado, Ed. Leviatán, 1994.
**
Esquela de la muchacha osada
Jonathan,
aquí hay nazis desconfiados.
Ponete aquella camisa que detesto
-comprada en el Bazar Marruecos-
y venite como si fueras a reparar mi ducha.
Aprovechá el martes que mi padre va con mi madre
a visitar a la tía Quita a Lajeado.
Si cambiaran de idea, te mando una nueva esquela.
Vení sin paraguas –aunque esté lloviendo.
No aguanto más al tío Emilio que sabe y finge no saber
que noviamos a escondidas y vive poniéndote sobrenombres.
Eso que dijiste el otro día en la fiesta del campo
suena hasta hoy como música en mis oídos:
“no paro de pensar en vos”.
Yo también, Natinho, ni un minuto.
El martes, a las dos de la tarde,
hora en que sólo si el mundo acabara
dejaría de verte.
Con preocupación
Antonia.
Traducción Graciela Cros
***
Antes del nombre
No me importa la palabra, la palabra común
lo que quiero es el espléndido caos de donde emerge la sintaxis
los sitios oscuros donde nacen: de, sino,
el, sin embargo, que, esta incomprensible
muleta que me apoya.
Quien entiende al lenguaje, entiende a Dios,
cuyo Hijo es Verbo. Muere quien entiende.
La palabra es disfraz de una cosa más grave, sorda-muda,
fue inventada para ser callada.
En momentos de gracia, infrecuentísimos,
se le podrá atrapar: un pez vivo con la mano.
Puro susto y terror.
1 comentario:
hermosos
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