David Markson
(EE.UU., 1927-2010)
De La soledad del lector
Ser un exitoso lector de poesía sobre un escenario, dijo Ajmátova, no necesariamente significa ser un escritor de poesía exitosa.
La poesía de pipí en la cama de Johnny Keats, la llamó Byron.
Hacen un desierto y lo llaman paz.
La política en una obra literaria es como un disparo de pistola en mitad de un concierto.
¿Hace falta aclarar que deplora estar solo?
La ley es un asno. No hay dios, y María es su madre.
Cuando me encuentro con un poeta siento deseos de lavarme.
Uno no termina un poema, simplemente lo abandona.
Los hijos parten, las relaciones varias se marchitan. Los amigos se mudan a lugares lejanos.
No hay ideas salvo en las cosas.
Dios ha muerto, todo está permitido.
Del testamento de Rabelais: No tengo nada. Debo mucho. El resto se lo dejo a los pobres.
Si no hay un dios, ¿cómo entonces puedo ser capitán?
No darse cuenta de que el propio futuro ya es el propio presente ni siquiera cuando también ese presente se está disolviendo en el pasado.
No hay muerte y el arte puede probarlo.
No haber nacido nunca es mejor.
Esta larga enfermedad, mi vida.
Todas las épocas son contemporáneas.
Señor, no nos ayudes. Pero tampoco nos la embarres.
Y el dinero es la respuesta para todo.
No hay tal cosa como el significado literal.
De La soledad del lector, Ed. La Bestia Equilátera, 2013.
Traducción de Laura Wittner.
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De Esto no es una novela
Dostoievsky escribió El jugador en dieciséis días.
Stephen Crane escribió La roja insignia del valor en diez.
A los 21 años.
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Una no semificción semificcional.
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Camilo José Cela luchó del lado fascista durante la guerra civil española.
¿Quién es aquel que puede decirme quién soy?
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La decisión de George Orwell de que su nombre real fuera el que se grabara en su tumba.
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Nunca he matado a un hombre pero he leído muchos obituarios con placer. Dijo Clarence Darrow.
De Esto no es una novela. Buenos Aires: La Bestia Equilátera, 2013
Trad. Laura Wittner
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De Punto de fuga
Autor por fin ha comenzado a darle forma a sus notas.
Cierta marina de Henri Matisse fue colgada de cabeza en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y permaneció así durante mes y medio.
La aguja del velocímetro se inmovilizó en 145 kilómetros después del choque que mató a Albert Camus, algo así como noventa millas por hora.
El conductor de otro vehículo dijo que el auto lo rebasó a mayor velocidad.
El padre de Leonardo da Vinci tuvo cuatro esposas.
Ninguna fue la madre de Leonardo.
En principio, Hector Berlioz sería médico.
Hasta que huyó de golpe por una de las ventanas del hospital en su primera disección.
Autor ha estado garabateando sus notas en fichas de tres por cinco pulgadas. Ya casi llena dos cajas de zapatos unidas con cinta adhesiva.
Bertrand Russell era veintiún años mayor que Wilfred Owen.
Y viviría cincuenta y dos años después de que ametrallaran al segundo en Francia en la primera guerra mundial.
Tocan como marranos.
Así explicó Arturo Toscanini su negativa disculparse con los músicos de la Ópera metropolitana después de insultarlos en italiano.
Veinticiinco años después de que ella terminara con su relación, Charles Dickens tuvo una cita con Maria Beadnell, su aún recordado primer amor.
Y le pareció gorda, cursi y tonta.
De las primeras notas biográficas de Rembrandt: podía leer tan sólo el holandés más elemental , y con dificultad.
Werner Heisenberg tenía 31 años cuando ganó el Premio Nobel.
Y nueve años antes había obtenido C en su examen doctoral.
Según confiesa el propio William Butler Yeats, a sus 27 años no había besado todavía a ninguna mujer.
La Biblioteca bodleiana en Oxford, a mediado del siglo XVII, cambió un Primer folio de Shakespeare por un Tercero, con la idea de que estaba más completo.
En realidad, Autor pudo haber comenzado a escribir a máquina hace algunas semanas. Por alguna razón, lo ha postergado.
Karl Marx nunca visitó en su vida el interior de una fábrica.
En sus visitas a Mecenas en Roma, décadas antes del comienzo de nuestra era, Virgilio y Horacio disfrutaban de su piscina templada.
A los 37 años de edad, en Key West, Ernest Hemingway golpeó a Wallace Stevens en una pelea inexplicable.
Stevens tenía entonces 57 años de edad.
Ciento sesenta mil espectadores habían pasado frente a Le Bateau sin hacer ningún comentario del Matisse de cabeza, antes de que lo colgaran correctamente.
A los 7 u 8 años, Sigmund Freud se orinó a propósito en el piso de la recámara de sus padres.
Aaron Copland, al escuchar la Quinta sinfonía de Ralph Vaughan Williams:
Es como mirar a una vaca fijamente durante cuarenta y cinco minutos.
Mark Twain olvidó el nombre de Becky Thatcher en los ocho años que pasaron entre Tom Sawyer y Huckleberry Finn, donde la llamó Bessie Thatcher.
La anécdota de Thomas Hardy en la que busca una palabra en el diccionario de cuya existencia no está seguro y descubre que él es la única autoridad citada para su uso.
Al parecer, todo los amigos íntimos de Byron, Shelley, por ejemplo, debían dirigirse a él como my lord.
Corina derrotó a Píndaro cinco veces seguidas en los concursos de poesía en Tebas.
Píndaro la llamó cerda.
Emerson fue citado en un texto por criticar a Swinburne.
Swinburne lo llamó mandril chimuelo.
"Palabrería", así calificó Melville a Emerson.
En 1913, en Boston, mientras dirigía Don Giovanni, Felix Weingartner dejó de lado la batuta y se unió a la ovación después de Il mio tesoro de John McCormack.
A decir verdad, una de las causas que justifican el que Autor postergue es que, últimamente, parece no tener mucha energía.
Ni para el trabajo, ni para nada más.
A los 73 años de edad, Charles Ives ganó el Premio Pulitzer por su Tercera sinfonía.
Que escribió a los 30.
Keats. Preguntándose en voz alta dónde estaría Shakespeare sentado cuando escribió: Ser o no ser.
Una y otra vez, Picasso utilizó las paredes blancas de cal de las villas que rentaba para bosquejar. En cierta ocasión, uno de los caseros le pidió cincuenta francos por darle al muro una capa de pintura.
Picasso se divirtió durante años preguntándose si ese hombre sabía el valor que esos bosquejos tendrían.
No puedo escuchar música muy seguido. Me hace decir estupideces agradables.
Dijo Lenin.
La leyenda de que, nueve meses después de su muerte, Dante se le apareció a uno de sus hijos en un sueño y le dijo dónde encontrar los últimos trece cantos de Paraíso, que hasta entonces se creía que no había escrito.
Verdehalago, 1ra. edición. México, 2011.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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